Critica: ONE y Stravinsky, rabia y reivindicación
ONE y Stravinsky: rabia y reivindicación
Critica de clásica / Auditorio Nacional
Obras de Río-Pareja, Shostakovich y Stravinsky. Alisa Weilerstein (violonchelo). Orquesta Nacional de España. Dirección musical: David Afkham. Ciclo Sinfónio /3. Auditorio Nacional, Sala Sinfónica, Madrid. 28-IX-2018.
Algo sorprendente la acogida (casi lleno) para el tercer programa de la ONE, con un programa centrado en lo reciente donde la mayor de las antigüedades era Stravinsky. Muy acertado el estreno de Los incensarios, una interesante pieza de José Río-Pareja que camina hacia una remembranza con procesión de fondo. Su reconstrucción fragmentaria del recuerdo, que tiene mucho de telúrico, apostó por un sonido pétreo que fue cediendo paso a las cuerdas, con un espectro armónico muy trabajado e implicación emocional con lo escrito. Fue bien acogida por músicos y público. Tras ello vino el Concierto para violonchelo n.º 2 de Shostakovich, una de esas piezas a la sombra de un hermano mayor –el n.º 1– que se interpreta más asiduamente. Parte de esta renuencia tiene que ver con lo escarpado de su exigencia técnica y lo complejo que es de mantener el espíritu contemplativo que anima algunos fragmentos. Alisa Weilersten arrancó con el sonido algo encapsulado para luego encontrar el tipo de discurso febril y bien articulado que la obra necesitaba. Como bis, la Sarabande de la Suite n.º 4 de Bach, en una interpretación tan hermosamente frágil como acorralada por los móviles.
Es llamativo todo lo que le debe Stravinsky a Jerry Goldsmitth en cuanto a la difusión de La consagración de la primavera. A la normalización de su presencia en las salas ayudó, más que aquel relato de dinosaurios de Fantasia, la recreación de la “Introducción” de El Sacrificio en el vértigo nocturno de la banda sonora de Alien(1979) o la angustia de la persecución de El planeta de los simios(1968), que emula el “Juego de las tribus rivales”. Es una obra la del ruso que la orquesta disfruta, con la mezcla exacta de violencia y opulencia tímbrica. Uno de los puntos fuertes de la dirección de Afkham es la ductilidad con la maneja lo rítmico sin perder la claridad de la pulsación, una virtud que sobresale en obras de este perfil. Gracias a esa precisión pudo construirse una Adoración de la tierra fulgurante, fiel a su ritmo estriado y dicha casi con rabia por metales y percusiones. Especial mención mereció Joan Castelló. La segunda parte de la pieza, donde cambiamos catarsis por pincel fino de viento-madera, mantuvo en su anticlímax el sentido expositivo de la música, cerrando la ONE el círculo completo de su evocación de manera precisa y sin síntomas de fatiga.
Se aplaudió mucho la implicación y el elevado nivel de una lectura que, dicho sea de paso, sonaron a reivindicación en estos días turbulentos. Mario Muñoz Carrasco
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