Crítica: La ORCAM, entre Londres y Esterháza
CHRISTIAN ZACHARIAS Y LA ORCAM
Entre Londres y Esterháza
Obras de Elgar, Britten, Beethoven y Haydn. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Raquel Lojendio, soprano. Director y solista: Christian Zacharias. Auditorio Nacional, 21 de octubre de 2019. Temporada de la Orquesta de la Comunidad de Madrid.
En esta ocasión se ponía al frente del conjunto autonómico el pianista y director alemán Christian Zacharias (1950), bien conocido de nuestro público. Músico muy completo, de criterios firmes y bien definidos, como los de sus modos: nervioso, activo, despierto, vitalista. Como instrumentista fomenta el toque nítido, la pulsación precisa, el matiz fino y subraya muy hábilmente los rasgos agógicos con un impulso contagioso y unos planteamientos de probada musicalidad; que sabe trasladar a sus interpretaciones en calidad de director. Delgado y fibroso, se mueve en el podio con total libertad, no usa batuta (son cada vez menos los maestros que la emplean) y marca de manera intermitente subrayando las partes fuertes y casi empujando el discurso con los amplios brazos y las manos febriles.
Pero sabe contenerse cuando hace falta y construir con sentido y delicadeza partituras como la “Serenata para cuerdas” de Elgar, en la que supo obtener de los violines sutiles efectos en el “Allegro piacevole”. Marcó bien los “ostinati” del “Larghetto” y logró la ingravidez, bien atendido por la orquesta, de ciertos pasajes del “Allegretto”. Acompañó con refinamiento y pulcritud a una espléndida Raquel Lojendio, que pudo exhibir su timbre cristalino de soprano lírico-ligera, su dominio del filado, su fraseo bien cincelado y su buena dicción en esa obra singular y primeriza que es “Las Iluminaciones” de Britten, sobre poemas de Rimbaud.
En la segunda parte Zacharias, al piano, nos ofreció una límpida y colorista recreación de las 7 “Variaciones sobre God save the King” de Beethoven, “WoO 78”, subrayando con inteligencia las irisaciones tonales, que dotan de personalidad a una composición aparentemente banal. Para rematar la sesión, la “Sinfonía nº 45”, la famosa de ‘los Adioses’, de Haydn, en la que Zacharias se mueve como pez en el agua, prestando animación y contagiosa vibración al fulgurante “Allegro assai” inicial; aunque se tuviera que recomponer un poco sobre la marcha una entrada irregular. Bien aplicados los perentorios acentos y adecuadamente subrayadas las intervenciones de dos magníficos y jóvenes trompistas. La parte más lírica fue expuesta con finura, aunque se pudieran detectar algunas faltas de ajuste de la cuerda aguda. Sonoridad más bien adusta. Ceremonioso, pero ligero y sigiloso el “Adagio”. De nuevo las trompas brillaron en el “Menuet”.
Todo llegó a buen puerto en el célebre “Finale, Presto” (con mucha dinamita) y el conclusivo “Adagio”, durante el cual se fueron apagando las luces de la sala al tiempo que los profesores hacían lo propio con las de sus atriles en vez de ir abandonando lentamente la sala; como hicieran en aquella época los de Esterhaza como protesta por lo pírrico de sus salarios. Estupenda la concertino Anne Marie North.
Una observación: el programa de mano, muy escueto (la información completa hay que buscarla en Internet), debía consignar al menos los números de opus y tonalidades de las obras tocadas. La sesión se desarrolló bajo el discutible lema “Europa, un sueño-Brexit”. Por mucho que los cuatro compositores programados estuvieran relacionados, de una manera o de otra, con Inglaterra. Certeros comentarios de Juan Lucas. Arturo Reverter
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