Crítica: ORCAM. Volúmenes y densidades
ORQUESTA Y CORO DE LA COMUNIDAD DE MADRID
Volúmenes y densidades
Obras de Haydn y Bruckner. Arantza Ezenarro, Ana Isabel Aldalur, Gerardo López, David Rubiera, solistas. Coro y Orquesta de la Comunidad de Madrid. Director: Víctor Pablo Pérez. Auditorio Nacional, 9 de marzo de 2020.
Un concierto emparejado con el que hace unos días brindaron las formaciones comunitarias. En aquella ocasión se unían los nombres de Mozart y Mahler; en esta los de Haydn y Bruckner. Dos paisajes vieneses; y una misma mente rectora y urdidora, la del titular de los conjuntos; firme y expansiva, demostrativa y mesurada. La necesaria para poner en pie, por ejemplo, las esbeltas arquitecturas de esa tan hermosa y cálida “Misa Nelson” del autor de “La Creación”.
Tardó, sin embargo, el Coro en coger el punto ideal de empaste, finura y afinación, un problema que puede que tenga que ver se con el cambio y sustitución de algunos cantores; circunstancia que se opera asimismo en la Orquesta, aunque con mejores resultados. En el “Gloria” y el “Credo” hubo alternativas, bien que prevaleciera lo positivo, personificado en la buena letra y mejor espíritu del “Et incarnatus” y el explosivo “Et resurrexit”. Delineó con gusto la soprano lírico-ligera Ezenarro el “Benedictus”, en un canto bellamente ornado donde lució una voz fresca, cristalina, bien perfumada y emitida. Eso sí, caracterizada por un acusado “vibrato”.
Un hermoso y bien fraseado inicio del “Agnus” puso en franquía la “Misa”, que en su conjunto tuvo un desarrollo irregular y que brindó asimismo la loable intervención de los otros tres solistas vocales: Aldalur, entonada mezzo lírica; López, tenor ligero y musical, que acentuó quizá en exceso algunos ataques, y Rubiera, bajo contundente, sobrio, de buen caudal, un poco falto de redondez emisora. Los tres son miembros del Coro, que fue trabajado en esta oportunidad por Detlef Bratschke.
Víctor Pablo no dobló, como se hace a veces, la madera en su versión de la “Sinfonía nº 6” de Bruckner, una de las menos tocadas del compositor de Ansfelden. No es necesario, sobre todo si se cuenta con instrumentistas dotados y competentes. La interpretación, con una formación con seis contrabajos, estuvo bien orientada, con una base rítmica –tan importante en esta obra- sólidamente asentada y un meridiano desarrollo de los grupos temáticos, con especial atención a los temas de canto. No faltaron los detalles de calidad y las delicadezas líricas, como las operadas poco antes de la coda del primer movimiento; o como las personificadas en el magnífico arranque del “Adagio”, donde la cuerda, un tanto oscurecida y débil en bastantes ocasiones, aportó densidad e intensidad impulsada por la mano rectora.
Nos pareció que en general fallaron algunos aspectos de la planificación y que no siempre las voces se escucharon diáfanamente. En muchos casos los metales arrasaron; cierto es que por lo general empastados y siempre sonoros, contundentes, vigorosos y soberanos. Algunos “tutti” fueron de impresión y las codas del primero y último movimientos nos elevaron a lo más alto, bien que las habríamos preferido un poco más trabajadas. Arturo Reverter
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