Crítica: L’Orfeo por Fabio Biondi en el CNDM. Sol de invierno
L’ORFEO (C. MONTEVERDI)
Sol de invierno
Monteverdi: L’Orfeo. Reparto: Ian Bostridge, Monica Piccinini, Marina de Liso, Ugo Guagliardo, Roberta Invernizzi, Fabrizio Beggi, Francesco Marsiglia, Filippo Mineccia, Valentino Buzza, Matheus Pompeu. Cor de Cambra del Palau de la Música. Europa Galante. Director musical y violín: Fabio Biondi. Ciclo Universo Barroco del CNDM. Auditorio Nacional. 20 de febrero
No sé si por su carácter fundacional o por su espíritu de amalgama capaz de resumir el cambio de los tiempos, el caso es que la Favola d’Orfeo tiene una conexión mágica — casi ritual— con aquel que la escucha. Está, por supuesto, la genialidad de Monteverdi, pero el milagro de esta obra va más lejos. El compositor de Cremona mezcla lo conceptual con lo retórico para dar forma a un compendio de humanidad que no solo inicia oficiosamente la historia de la ópera sino que la sintetiza: música, amor y muerte. El fresco del Orfeo es tan amplio que hay infinitas maneras de acercase a él: desde su complejo mundo conceptual, donde Monteverdi plasma el tiempo circular griego con actos prácticamente palindrómicos, hasta el elaborado símil de Orfeo con el hombre moderno, que camina desde lo compartido hasta la soledad del que sólo puede hablar con su eco. Fabio Biondi propuso en su versión de concierto un Orfeo que se radicaba en un mundo arcádico, de belleza prácticamente apolínea y sonoridad pastoril. Es un mundo donde priman los valores estéticos frente al drama, y donde Orfeo cruza la laguna Estigia más cerca de lo bello que de lo aterrador. No hubo línea melódica descuidada ni timbre alejado del mimo, lo cual fue la principal virtud y su gran problema. En ocasiones Monteverdi no propone seducción sino oscuridad.
Hay, por supuesto, una limitación de músicos implicada en todo esto. La partitura original pide una plantilla que es inviable convocar a la hora de sacar de gira, regal incluido, y eso hizo resentirse a ciertos lugares, como la toccata inicial o la escena de Caronte. Con todo, hubo atención a los afectos en el continuo y un despliegue de elegancia en el color instrumental que propuso Biondi, muy preciso con los cantantes y con tempi algo lentos. La sensación final fue agridulce, de sol de invierno, que ilumina bien pero no acaba de calentar.
En lo vocal había varios atractivos, empezando por el protagonismo del tenor Ian Bostridge, ya con recorrido en estas lides a pesar de no adaptarse el papel del todo a su registro. Construyó su Orfeo con entrega y a empellones, con estallidos y cambios de color que no siempre encajaron con lo que el momento requería. Una lástima que tal vez su mejor escena, el reto a Caronte en “Possente spirto”, quedara algo descafeinada entre la falta de retórica y la ausencia de la caracterización musical que requiere ese número. En lo bueno o muy bueno estuvo Marina de Liso como Messaggiera y La Speranza, adecuada en timbre, ornamento y volumen. Buenas intervenciones de Roberta Invernizzi y Monica Piccinini (ambas en doble papel). Demasiado humano el Caronte de Ugo Guagliardo, y momentos notables en el resto del reparto. Buen desempeño del Cor de Cambra del Palau de la Música, que se llevó las mayores ovaciones en la hora de los aplausos. Mario Muñoz Carrasco
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