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Por Publicado el: 21/03/2022Categorías: En vivo

Crítica: Orfeón Donostiarra en la Fundación Excelentia. Un Requiem de Verdi con solera

ORFEÓN DONOSTIARRA (F. EXCELENTIA)

Un Requiem de Verdi con solera

Verdi: “Requiem”. Svetla Krsteva, Martina Mikelic. Luis Gomes, Jihoon Kim. Orfeón Donostiarra. Orquesta Clásica Santa Cecilia. Director: José Antonio Sainz Alfaro. Fundación Excelentia. Auditorio Nacional, 17 de marzo de 2022.

Sainz-Alfaro

Sainz Alfaro

Siempre es bienvenida esta monumental composición, máxime cuando está protagonizada por una formación de la solera, la clase, la afinación, el empaste y la rotundidad del Orfeón Donostiarra, que por mucho que a lo largo del tiempo cambien sus componentes continúa mostrando las mismas virtudes, aun acrecidas por la incorporación de voces más frescas y que su director de hace tantos años, heredero de anteriores forjadores como Gorostidi o Ayestarán, ha sabido conservar, preservar y, en determinados momentos, acrecer.

La obra verdiana ya fue ofrecida por mismo Coro y batuta en 2011 dentro de la temporada de la Orquesta Filarmonía de Pascual Osa. Hemos observado en esta última actuación un buen equilibrio entre grupos, una conjunción singular. La féminas dan muestras de frescura y delicadeza, con agudos bien esmaltados. Los varones, tenores en punta por un lado, bajos sólidos por otro (una cuerda esta que parece haber retomado el espesor de antaño) dotan de una buena base armónica al Orfeón, una de cuyas señas de identidad de los últimos años es la finura en la delineación de pasajes exquisitos. Se pudo apreciar este aspecto en el mismo comienzo de la obra, en ese décimo compás en el que se ha de cantar “lo más piano posible”.

Sainz Alfaro es especialista en lograr estos refinados efectos. Tiene la obra en dedos. La conoce muy bien y ha tomado buena nota de lo que han hecho con ella, frente al Orfeón, algunos ilustres maestros. Aunque la explica desde sus propios presupuestos en los que el rubato, la regulación del tempo, la acentuación, peculiar a veces, la maleabilidad del fraseo y el establecimiento de acusados contrastes, que a veces pide Verdi, tienen principal protagonismo. Su batuta, que marca en diversos planos, en ocasiones inmóvil, en otras con giros inesperados, es fustigante y, a lo que parece, efectiva. Su Coro la conoce bien. Y en este caso, más allá de algún que otro desajuste, también los jóvenes y, lástima, no muy amplios efectivos de la Orquesta Santa Cecilia (tan solo cuatro contrabajos, por ejemplo). Faltó a veces un soporte orquestal más enjundioso, pleno, monumental, bien que la labor del grupo haya que considerarla más que meritoria en todas sus familias.

El “Dies irae” sonó preciso y seco. En el “Rex tremandae” anotamos un escalofriante pianísimo del Coro en “Salvame!”. Bien balanceado el “Lacrimosa”, con un cuarteto solista de relativa afinación. Se lucieron los seis chelos en el “Domine”  y el Coro en pleno mostró de nuevo sus credenciales en los sucesivos “fugatos”, claramente perfilados por el director, del “Sanctus”. Reconocibles líneas y planos bien administrados en la colosal fuga del “Libera me”, rematado con el recitativo de la soprano Svetla Krsteva (presente asimismo en 2011), lírica de  buen centro, bien proyectados agudos, incluso el Do 5 que se le pide en sus últimas intervenciones. El timbre se  nos reveló de nuevo atractivo, aunque se deslíe no poco en la zona grave. Curiosa manera la suya de alcanzar la zona superior a base de ostensibles inclinaciones de su cabeza hacia atrás.

Sus compañeros de “reparto”: Martina Mikelic es una mezzo longilínea de timbre acuoso y oscuro, con una zona media y alta bien coloreada y timbrada. Extrañamente, abre el sonido en la parte inferior de la tesitura y afea la expresión. Se pudo comprobar ya en el operístico “Allegro molto” del “Liber scriptus”. Luis Gomes es un tenor lírico de voz sonora y agudo bien puesto, pero sus resonancias son las más de las veces nasales y el apoyo flaquea. Salvó con decoro el “Ingemisco”. Afinación dudosa en ocasiones. El bajo Jihoom Kim (nombre común a otros artistas coreanos), mostró reciedumbre, consistencia y carácter, todo ello envuelto en un timbre áfono y en un ostensible vibrato.

Buen éxito al final. No había programa de mano. Arturo Reverter

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