Crítica: El oro del Rin y La Valquiria en el Festival de Bayreuth
El Anillo del ocaso
FESTIVAL DE BAYREUTH 2022. Wagner: El oro del Rin. La Valquiria. Egils Silins y Tomasz Konieczny (Wotan), Christa Mayer (Fricka), Ólafur Sigurdarson (Alberich), Arnold Bezuyen (Mime), Daniel Kirch (Loge), Elisabeth Teige (Freia), Jens-Erik Aasbø Zeppenfeld (Fasolt), Wilhelm Schwinghammer (Fafner), Okka von der Damerau (Erda), Raimund Nolte (Donner), Attilio Glaser (Froh), Iréne Theorin (Brunilda), Lise Davidsen (Sieglinde), Klaus Florian Vogt (Siegmund), Georg Zeppenfeld (Hunding). Dirección escénica: Valentin Schwarz. Escenografía: Andrea Cozzi. Vestuario: Andy Besuch. Ilu bminación: Reinhard Traub. Dirección musical: Cornelius Meister. Lugar: Festspielhaus de Bayreuth. Fechas: 10 y 11 agosto 2022.
“Vaya mierda de Anillo del Nibelungo”. No exageraba el melómano al salir el jueves por la noche del legendario Festspielhaus de Bayreuth tras asistir a una representación de La Valquiria absolutamente disparatada escénica y conceptualmente. Un día antes, el miércoles, el comienzo de esta nueva Tetralogía presentada por el Festival wagneriano ya auguraba las peores expectativas con un Oro del Rin fallido también musicalmente. El joven director de escena austriaco Valentin Schwarz, de 33 años, firma el atropello escénico, particularmente grave al ser perpetrado en el santuario wagneriano por excelencia: el Festspielhaus construido e inaugurado por el propio compositor en 1876, precisamente con la monumental obra ahora en todos los sentidos ejecutada.
Todo es capricho y estupidez en el empeño del iconoclasta Schwarz en romper cualquier tradición o vínculo con la dramaturgia y parafernalias wagneriana. Esquiva o se burla de todo lo que tenga algo que ver con el mundo wagneriano, para así trasladar todo a su propio caos y capricho mental. El resultado, claro, es una desnortada empanada mental sin sentido ni razón. En El Oro del Rin no hay estacas, ni anillo, ni lanza, ni nada de nada. Se supone que el oro es un niño que podría ser Hagen, o quizá la pistola que empuña Alberich y pasa de mano en mano. La diosa Erda es la “chacha” de la casa y sale de la cocina, bandeja en mano, y no de las entrañas de la tierra; el martillazo de Donner es un golpe de golf a una manzana de Freia; y el avispado Loge aparece travestido en un aplumado macarra, como Wotan, caricaturizado como un señoritongo marbellí o algo así… Todo es fruto de un fallido cacao mental que anuncia el peor Anillo del Nibelungo en la centenario historia de un Bayreuth que está pidiendo a gritos un claro golpe de timón.
Peor aún resultó La Valquiria, en la que el perpetrador Valentin Schwarz hace el más difícil todavía de convertir la obra maestra en un batiburrillo de pistoleros, despropósitos y provocación infantiloide, empeñado en ir a contracorriente, contra Wagner y contra su sueño de la “obra de arte total”. Ni fuego mágico, ni fresno, ni Grane, ni Hunding muerto, ni cabalgata ni tonterías. Sieglinde, por cierto, está preñadísima desde el primer momento. El niño -se supone que Sigfridito- nace en el tercer acto, después de que Wotan haya descerrajado el cuerpo de Siegmund con un certero disparo al final del segundo. Es decir, ¡solo cabe derivar que el padre del futuro héroe es Hunding!
Todo se resuelve a base de tiros y estupidez: la lanza de Wotan, la espada prodigiosa o la estaca de Hunding son pistolas. El Walhalla convertido en una ridícula lámpara piramidal de mesa que atesora, claro, la pistola “Notung” en su interior. En el segundo acto, a lo Gianni Schicchi, se asiste al velatorio de Freia, muerta por solo dios sabe qué razón. ¿Y cómo sobreviven entonces los dioses sin sus vivificadoras manzanas? Todo es disparate y majadería; preguntas sin respuestas en este ya definitivamente fracasado y desatinado Anillo del Nibelungo. Vergüenza y desvergüenza.
El Oro del Rin fue también un fiasco musical, con un deficiente y desequilibrado reparto vocal en el que solo descollaron la Fricka de la veterana Christa Mayer, el poderoso Fasolt del bajo noruego Jens-Erik Aasbø, y las tres bien conjuntadas Hijas del Rin. La soprano Elisabeth cumplió como correcta Frei, mientras la mezzosoprano Okka von der Damerau salvó el tipo en su ridiculizado papel de la “chacha” Erda. La Orquesta del Festival, muy diezmada por el COVID y con alta presencia juvenil, estuvo muy, muy por debajo de su acostumbrada excelencia. Trompetas, trompas y oboe solista parecían empeñados en dar la nota.
La laxa e irrelevante dirección de Cornelius Meister en El Oro ganó enteros en La Valquiria, partitura que parecía dominar con mayor pericia y conocimiento. En el reparto vocal, también muy superior al de El Oro, arrasó la noruega Lise Davidsen, reina actual del canto wagneriano, que recupera vocalidades de antaño, como Flagstad, Nilsson o Varnay. Su Sieglinde fue, con diferencia, lo mejor de estas dos primeras y decepcionantes entregas. Brillaron también el lírico y hermosísimamente cantado Siegmund de Klaus Florian Vogt, el Hunding relevante y estremecedor de Georg Zeppenfeld y el Wotan crecido e idiomático del barítono Tomasz Konieczny. Iréne Theorin salvó con apuros evidentes una pálida Brunilda, con agudos dificultosos y destemplados, y graves sin cuerpo ni consistencia.
La bronca del público al final de ambas representaciones fue diversa y razonable. Más airada en El Oro del Rin que en La Valquiria, donde los encendidos vítores y pataleos de unánime aprobación a la gran Lise Davidsen –también a Vogt, Konieczny y Zeppenfeld– lograron calmar los extremados ánimos. Theorin y Meister compartieron y simultanearon aplausos templados con sonoros “¡Buuuu!”. Todo apunta, a que el declive escénico se incrementará en las dos jornadas tetralógicas que aún quedan: hoy sábado Siegfried y el lunes el desenlace en un Ocaso de los dioses que promete ser más “ocaso” que nunca. Al tiempo. Justo Romero
Publicada el 13 de agosto en el diario Levante
Excellent review. No frills. Honesty. Apparently, you have no one to cater to, as many critics who insinuate that it was a horror to witness (I was there, too), but do not make the claim. You would have added that the costumes were appalling (but Schwarz had a hand in this, yet the costumer might have refused).
Yes, it is time for a change, and we all know who is at fault for 10 years of mediocracy at best.
I thought that Schwarz would have taken his curtain calls with the boxed pyramid!
A woke future? Let’s begin searching for a new name for the Festspielhaus before the Adminisrators of Wagner’s legacy cave in to social Tik Tok pressure – DLM??? Derconstruction Lives Matter.