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Por Publicado el: 11/03/2019Categorías: En vivo

Crítica: Lisette Oropesa y Bejun Mehta brillan en Rodelinda

RODELINDA (G. F. HAENDEL)

Gran Teatre del Liceu de Barcelona. 8 Marzo 2019.

Estas representaciones de Rodelinda suponen el estreno de esta ópera en el Liceu de Barcelona, lo que tiene lugar pasados más de 200 años desde el estreno absoluto de la ópera en Londres. A mayor abundamiento puedo decir que hasta 1964 no se había representad ninguna ópera de Haendel aquí, siendo aquella primera Giulio Cesare, a la que luego han seguido otros 5 títulos más. La representación que nos ocupa ha funcionado perfectamente en términos escénicos, adecuadamente también en términos musicales, mientras que en el reparto vocal han destacado los dos protagonistas de la ópera, que son Rodelinda y su marido, Bertarido.

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Escena

El Liceu nos ha ofrecido una nueva producción, que ya pudimos ver en el estreno de la misma hace un par de años en el Teatro Real, siendo también coproductores las Óperas de Lyon y Frankfurt. En la capital francesa se pudo ver en el pasado mes de Diciembre, mientras que en Frankfurt se verá en el próximo mes de Mayo.

Claus Guth presenta la obra como si fueran los recuerdos de Flavio, el hijo de Rodelinda y Bertarido, que está siempre en escena. La escenografía de Christian Schmidt consiste en un escenario giratorio, que ofrece una mansión siempre en blanco, que en sus giros nos ofrece dos niveles. En una parte vemos el comedor en la parte de abajo y la habitación de Rodelinda arriba, en otra, se trata de escaleras interiores que llevan a pasillos y habitaciones, mientras que en el último giro estamos en la fachada de la casa. Esta escenografía giratoria tiene la ventaja de evitar el peligro del estatismo de la acción, como ocurre muchas veces en ópera barroca. El vestuario es del mismo Christian Schmidt y está traído a tiempos modernos, resultando adecuado y atractivo en el caso de Rodelinda. Hay una buena iluminación por parte de Joachim Klein, con buen uso de proyecciones de videos.

La producción resulta atractiva estéticamente y sirve bien a la acción, contando con una notable dirección de actores, como es habitual en las producciones de Claus Guth. En conjunto, me ha parecido una producción atractiva e interesante y ha conseguido dar vida a la acción, lo que es importante en estas óperas barrocas. De esta reposición se ocupado Marcelo Buscaino.

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Escena

De antemano me sorprendía que la dirección musical se encomendara al titular de la casa, Josep Pons, ya que estamos acostumbrados en las últimas décadas a disfrutar de la música barroca con orquestas y maestros especializados en el género. La lectura de Josep Pons me ha resultado mejor de lo que esperaba, especialmente en la segunda parte de la ópera, mientras que en la primera su dirección me ha parecido más plana. No ha alcanzado el nivel que nos ofreció Ivor Bolton en el Teatro Real, pero las cosas han funcionado bien y mejor de lo que cabía esperar. Buena la actuación de la reducida Orquesta del Liceu, que contaba con refuerzos “ad hoc”.

El personaje de Rodelinda fue interpretado por la soprano americana Lisette Oropesa, que tuvo una convincente actuación. Muchas veces he escrito que para mí este personaje necesita una voz más redonda que la de una soprano ligera, que es lo que pudimos ver en Madrid. La americana es algo más que una pura soprano ligera, con un timbre muy atractivo, cantando con mucho gusto y resolviendo perfectamente las agilidades, bastante demandadas por la partitura. La voz está perfectamente emitida y no tiene problemas para correr por un espacio tan grande como es el Liceu. A ello hay que añadir que estamos ante una notable actriz en escena y que cuenta con una figura envidiable.

Bertarido, el desaparecido rey de Lombardía, fue interpretado una vez más por el contratenor Bejun Mehta, cuya actuación fue intachable de principio a fin. Cuando se cuenta con un intérprete como Bejun Mehta la ópera podría titularse Bertarido, ya que cobra una dimensión especial el personaje. Cantó con mucho gusto, grandes dosis de emotividad, voz atractiva (a pesar de ser contratenor), y excelente técnica vocal. Una gran actuación la suya.

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Bejun Mehta y Lisette Oropesa

El tirano Grimoaldo fue interpretado por el tenor Joel Prieto, cuya actuación se movió por terrenos menos brillantes que los de los dos protagonistas. La voz es atractiva y canta con gusto, quedando algo apretado en la zona más alta. Su mayor problema tiene que ver con su poca adecuación al canto de agilidad, tan exigido en estas óperas barrocas. Quedará mejor en óperas de Mozart. Su volumen vocal no es excesivo.

Eduige, la hermana de Bertarido y prometida de Grimoaldo, fue interpretada por la mezzo soprano británica Sasha Cooke, que no pasó de la pura corrección. Prefiero una contralto en este personaje, lo que está lejos de ser la británica. Su volumen vocal resulta un tanto corto, como ocurre con sus graves. Unulfo, el consejero de Bertarido y Rodelinda, fue interpretado por el contratenor Gerald Thomson, cuya actuación me resultó convincente en todos los sentidos.

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Lisette Oropesa y Joel Prieto

Más modesto el barítono italiano Gianluca Margheri en la parte de Garibaldo.

Finalmente, hay que destacar la actuación del actor Fabián Augusto Gómez en la parte de Flavio, que repetía su actuación del Teatro Real.

El Liceu ofrecía una ocupación de alrededor del 80 % de su aforo. El público se mostró muy cálido con los artistas tanto a escena abierta como en los saludos finales, siendo las mayores ovaciones para Lisette Oropesa y Bejun Mehta.

La representación comenzó con 4 minutos de retraso y tuvo una duración de 3 horas y 48 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 3 horas y 10 minutos.

El precio de la localidad más cara era de 283 euros, habiendo butacas de platea entre 143 y 213 euros. La localidad más barata con visibilidad plena costaba 56 euros.

Había pasado ya la medianoche, cuando salíamos del teatro… José M. Irurzun

Fotos: A. Bofill

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