Crítica: Orquesta Clássica do Sul
Festival Terras Sem Sombra. Orquestra Clássica do Sul. Director: Rui Pinheiro. Obras de Charles Ives, Bruno Soeiro y Wolfgang A. Mozart. Iglesia de Nuestra Señora de Rocamador de Valencia de Alcántara (Cáceres). 9 de marzo de 2019.
En su décimo quinta edición, el Festival Terras Sem Sombra, que de manera itinerante recorre la región portuguesa del Alentejo desde enero a julio con conciertos cada dos semanas, traslada dos de sus sesiones a territorio fronterizo español. En concreto a Valencia de Alcántara y a Olivenza (Badajoz), con clara vocación de establecer lazos iberistas entre las regiones transfronterizas. No se trata de un festival al uso, porque en intensos fines de semana combina (de forma gratuita) el conocimiento del rico patrimonio histórico-artístico de las localidades en las que se desarrolla con conciertos de gran calidad y con actividades relacionadas con la biodiversidad y el entorno medioambiental.
En esta ocasión, en la impresionante iglesia de Nuestra Señora de Rocamador de Valencia de Alcántara se presentó la Orquestra Clássica do Sul, fundada en 2013 a partir de la anterior Orquestrado Algarve y que desarrolla una intensa agenda de conciertos en el Sur portugués. El conjunto, en formación clásica (4-4-2-2-1, maderas y metales a 2) posee un notable empaste, con un sonido muy compacto y homogéneo basado en sólidas prestaciones de todas sus secciones. Y, además, demostró una gran flexibilidad en materia de estilo y de sonido con un programa de estéticas muy variadas. La edición del 2019 del festival está dedicada a Estados Unidos y por ello el programa se abría con The Unanswered Question de Charles Ives. La trompeta que repite una y otra vez la misma frase de manera interrogativa se situó a los pies de la iglesia creando una sensación atmosférica muy eficaz y de gran efecto sonoro. Bello sonido sostenido con dinámicas muy suaves por las cuerdas e incisivas transformaciones armónicas de la pregunta en los vientos. Pinheiro supo sostener la tensión de una obra que parece flotar sobre los oyentes. Continuó la velada con Sillages, del joven compositor portugués Bruno Soeiro (1983). Cuatro piezas que juegan asimismo con la naturaleza atmosférica y evocadora de los sonidos y de los timbres, al límite de la tonalidad y en las que orquesta y director ofrecieron sonidos muy sugerentes.
Pero donde brilló en su totalidad el conjunto fue en la Sinfonía nº 41 “Júpiter” de Mozart. Con una disposición de violines primeros y segundos enfrentados con la cuerda grave en el centro se gana en empaste general y, además, se permite visualizar los juegos de respuestas entre las dos secciones de violines, así como la genialidad de Mozart en momentos como el pasaje fugado del Molto allegro final en el que los primeros violines entonan el sujeto mientras los segundos responden con el contrasujeto. En esta genial composición Pinheiro impuso una articulación muy en estilo, con vibrato muy controlado y preferencia por golpes cortos de arco y legato muy dosificado. El resultado fue una versión llena de acentos y de matizaciones en el fraseo, de fuerte carga enérgica y con un final realmente brillante. Andrés Moreno Mengíbar
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