Crítica: Orquesta de la Comunitat Valenciana y Gustavo Gimeno, la consagración de Helga
ORQUESTRA COMUNITAT VALENCIANA
La consagración de Helga
Programa Stravinski (Petrushka. La consagración de la primavera). Dirección musical: Gustavo Gimeno. Lugar: Auditori del Palau de les Arts. Entrada: Alrededor de 1300 personas. Fecha: 7 marzo 2020
Impresionante en verdad el monográfico Stravinski dirigido por el valenciano Gustavo Gimeno (1976) a la Orquestra de la Comunitat Valenciana, conjunto que sigue siendo rotundamente puntero en el panorama sinfónico español, y que puede ascender a las más altas cotas de excelencia cuando es dirigido por un maestro capaz de explotar sus variadas potencialidades. Gimeno ahondó y pulió aristas en sus secciones para cuajar versiones de referencia de Petrushka y, sobre todo, de La consagración de la primavera. Una vez más, y tal como hizo la temporada pasada, cuando dirigió la Novena de Mahler, el maestro valenciano hizo revivir los tiempos gloriosos del triunvirato irrepetible Maazel-Mehta-Schmidt.
Apoyado en una plantilla instrumental muy crecida, ampliada con músicos tan excepcionales como la arpista alemana Alma Klemm, Gustavo Gimeno planteó versiones descarnadas, vivas, rotundas, sin tapujos ni concesiones. Burlesca en Petrushka y telúrica en La consagración. Ambas regodeadas en la riqueza instrumental, en el uso novedoso de los ritmos y registros tímbricos, y en la afirmación del propio virtuosismo orquestal como elemento cardinal del lenguaje expresivo. Un Stravinski indagado en su afán rompedor y futurista.
Desnudo y desposeído de cualquier elemento superfluo. Esencializado. De dinámicas extremas, aunque moderadas por la flexibilidad y naturalidad con la que Gimeno entiende el hecho musical. Nacido desde la entraña, como si la música se desarrollará y desenvolviera por sí sola, y el intérprete se limitara a encauzar el inerte programa por su propia lógica. Gustavo Gimeno, que ha sido cocinero antes que fraile -durante años fue percusionista solista de la Orquesta del Concertgebouw de Ámsterdam-, conoce al dedillo los entresijos orquestales y los maneja con pericia, para articular versiones de implacable calado sinfónico, en las que las intervenciones individuales no hacen sino realzar la globalidad de la médula orquestal sin jamás aislarse de ella.
Con su gesto efectivo, siempre elegante y nunca superfluo, manejó la robusta masa sonora con el mismo pulido esmero que las múltiples y siempre excepcionales intervenciones solistas. En este sentido, desde los tiempos de Maazel y Mehta no se había escuchado a la OCV tan calibrada y cuajada como núcleo instrumental, y ello pese a que una parte significativa del dispositivo orquestal estaba integrado por músicos invitados, ajenos a la menguada plantilla titular. Apenas algún mínimo desajuste –como al inicio de Petrushka en lo violonchelos- se percibió en un programa de tan alto riesgo y exigencias, detalles particularmente remarcables cuando la música se aborda tan de verdad, tan sin red ni tapujos, con el empeño indeclinable de hacer brillar el más mínimo detalle de la partitura.
Los dos grandes ballets de Stravinski estuvieron plagados de sobresalientes intervenciones solistas. La trompeta flamante de Rubén Marqués, la flauta casi mágica de Magdalena Martínez, el fagot prodigioso de Salvador Sanchis (impecable y mucho más en el famoso solo de la Consagración), el timbal preciso de Gratiniano Murcia, toda la percusión, el piano fundamental en Petrushka, defendido por un concertista del abolengo de Xavier Torres… Versiones memorables desde todos los puntos de vista. En el caso de Petrushka netamente superior a la dirigida por Omer Meir Wellber en octubre de 2011, y en el de La consagración de la primavera, equiparable a la de Mehta del 4 de mayo de 2007, escuchada en la mucho más favorable acústica de la Sala Principal.
El Palau de les Arts de Helga Schmidt apostó desde el primer momento por el genio evidente de Gustavo Gimeno. Muy pronto, antes incluso de que comenzara su relumbrante carrera internacional, ya lo llevó a dirigir al Palau de les Arts. Helga, avizora de talentos, no vaciló en ofrecer al joven director nada menos que la Norma protagonizada por Mariella Devia. También la orquesta prodigiosa protagonista de este concierto es fruto del arte de Helga Schmidt. De alguna manera, quizá de todas las maneras, y coincidiendo con la exculpación unánime de los procesados por el caso Palau de les Arts, Ella, calumniada, vilipendiada y maltratada como una choriza por una impresentable clase política sí poblada de verdaderos delincuentes, fue la artífice de la maravilla que se vivió el sábado en el Auditori del Palau de les Arts.
La transparente Consagración dirigida el sábado por Gustavo Gimeno sintetiza el ideal de perfección, trabajo, sensibilidad e inteligencia que siempre marcó el hacer profesional y personal de quien fue alma mater del Palau de les Arts. Hora es de la definitiva consagración y rehabilitación de Helga Schmidt como la impulsora de que en Valencia ocurriera lo que nunca nadie soñó. El Ring de Mehta. El Parsifal de Lorin. La Bohème de Chailly. Los Respighi de Prêtre… Que los actuales políticos y gestores –tan distintos de los que Helga soportó, sufrió y “toreó”-, sean valientes y ennoblezcan el Centre de Perfeccionament o el Auditori del Palau de les Arts rebautizándolo con el nombre noble, limpio, entrañable y “molt honorable” de DOÑA HELGA. Justo Romero
Publicada el 9 de marzo en el diario LEVANTE.
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