Crítica: Orquestra de Valéncia y Alexander Liebreich; En el paso de peatones
En el paso de peatones
TEMPORADA PRIMAVERA. PALAU DE LA MÚSICA. Orquestra de València. Alexander Liebreich (director). Andrew Staples (tenor), María Rubio (trompa). Programa: Obras de Mendoza, Britten y Ravel. Lugar: Palau de la Música (Sala Iturbi). Entrada: Alrededor de 1.600 personas. Fecha: Viernes, 19 abril 2024
Fue un programa largo y surtido, todo él con músicas de los siglos XX y XXI. “Excesivo y duro”, al decir de una pareja entrada en años que, tras el concierto, se detuvo cerca del crítico en el paso de peatones de la Alameda. Pero la realidad es que no fue duro ni excesivo. La Orquestra de València acababa de interpretar en el Palau de la Música dos obras tan fundamentales y sustantivas del siglo XX como la maravillosa Serenata para tenor, trompa y cuerdas de Britten y el ballet completo Dafnis y Cloe, de Ravel, a los que se sumó el estreno absoluto de Inside metropolis, página también maestra nacida del genio valiente, sólido y cuajado de la sevillana Elena Mendoza (1973), compositora en residencia de la Orquestra de València y uno de los valores más punteros y universales de la creación española contemporánea.
1912, 1943 y 2024 son los años de estreno de la tres obras de este programa alejado de rutina y convención. Inside metropolis, que nace como encargo del Palau de la Música, es obra ambiciosa, compleja y de enormes y chocantes sonoridades. En sus cerca de veinte minutos, la compositora andaluza explora caminos y ambientes sonoros, y contrapone música en tiempo real con otra grabada, que recoge sonidos incluso callejeros, registrados en Berlín, Madrid, Viena y la propia València. Se trata, como explica Mendoza, de un collage en el que ambas orquestas -la del escenario y la grabada- interactúan con la “espacialización” de los sonidos urbanos. Liebreich, maestro también en estas lides contemporáneas, calibró con fortuna los confluyentes caudales sonoros y acústicos. Sobresaliente trabajo de maestro y músicos. Tanto como la obra tan felizmente nacida. La propia compositora recibió desde el escenario el vivo aplauso de todos. ¡Bravo!
Entre los grandes solistas que pueblan los atriles de la Orquestra de València, figura la trompista María Rubio, que puso de relieve su alcurnia técnica y artística con una interpretación de más a más de la Serenata de Britten, seis “nocturnos” culminados con un Epílogo que ella estableció en solitario como uno de los momentos culminantes de la noche. El versátil tenor londinense Andrew Staples no tuvo su mejor día y pasó momentos de evidente apuro vocal, mientras que Liebreich y las cuerdas de la OV supieron redondear esta obra “no importante, pero sí bastante agradable, creo”, como escribió con socarrona modestia Britten a un amigo.
El nada “excesivo” ni “duro” programa se cerró con la fastuosidad sinfónica de Dafnis y Cloe, el ballet magistral que Ravel compone para los Ballets Rusos de Diáguilev. Intervenciones solistas sobresalientes -flauta, corno inglés, trompeta, timbales- colisionaron con otras que mejor olvidar. Notables para la percusión y la cuerda, y cum laude para el concertino, Enrique Palomares. También para Liebreich, quien dirigió con verdadera maestría, e hizo relucir la opulencia sonora, matices y narrativa ravelianas. Gran éxito. ¡Claro! ¡Ah! El semáforo finalmente se puso en verde y los tres peatones nos aventuramos a cruzar la Alameda. Distanciados, sí, pero bajo la unísona sintonía que marcan las canas.
Publicado en el diario Levante el 21 de abril de 2024.
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