Crítica: Otoño Barroco de la Asociación Amigos de la Orquesta Barroca de Sevilla
Los jóvenes barrocos del futuro
***Otoño Barroco de la A. A. Orquesta Barroca de Sevilla. Programa: Sinfonía de la Cantata BWV 21 y Cantata BWV 131, de J. S. Bach; ‘De profundis’, de J. D. Heinichen; Trío para violín, laúd y continuo RV 85 y Concierto para laúd, dos violines y continuo RV 93, de A. Vivaldi. Solistas: Víctor Cruz (bajo), Diego Blázquez (tenor) y Rafael Arjona (guitarra). Coro de la AAOBS. Orquesta Residente del Otoño Barroco. Director: Luis Antonio González. Fecha: Martes, 4 de octubre. Lugar: Espacio Turina Aforo: Lleno.
Los desvelos de los Amigos de la Orquesta Barroca de Sevilla en materia de patrocinio a jóvenes valores de la música en Sevilla en los últimos años van dando sus frutos. Basta con haber visto en este concierto a seis de los galardonados desde 2017 y el nivel de sus interpretaciones para aseverar que ese es el camino a seguir.
Quizá por querer darle a todos la posibilidad de ser escuchados, el programa del concierto fue un tanto heterogéneo. José Manuel Cuadrado pudo mostrar en la sinfonía de la Cantata BWV 21 de Bach la dulzura y firmeza del sonido de su oboe, así como su capacidad para sostener largas frases con matizaciones. Arjona optó por sustituir el laúd por la guitarra en las obras vivaldianas y ello le pasó factura, pues su sonido se desdibujó bastante. Una pena, porque se adivina a un buen intérprete, con desbordante fantasía ornamental, aunque algunos pasajes rápidos sobre el tramo más agudo resultaron poco claros.
Es un placer escuchar a Víctor Cruz, con esa voz firme, contundente, de graves redondos y resonantes y un fraseo siempre atento al acento. Por su parte, el lirismo y la elegancia en el fraseo brillaron en la voz de Blázquez. Aseado el violín de Murillo, falto de brillo y algo inestable de afinación en la franja aguda, pero de articulación muy cuidada. Preparado por Cristina Bayón, el coro sonó empastado, flexible, siendo posiblemente el mejor de los coros de estos Otoños Barrocos. Su entradas compactas pero a la vez transparentes en “Herr, höre” y en “Israel hoffe” tuvieron muchísimos quilates.
González tendió a tiempos sosegados y acentos delicados. Supo equilibrar a la perfección a todos los elementos, con momentos muy cuidados como el arioso del bajo en la BWV 131, con las sopranos sosteniendo el cantus firmus y el continuo manteniendo un claro ostinato como colchón para que la voz de Cruz pudiese volar. Andrés Moreno Mengíbar
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