Critica: Otra galaxia. La Orquesta de la Comunidad Valenciana con Hengelbrock en Granada

69º FESTIVAL INTERNACIONAL DE MÚSICA Y DANZA DE GRANADA. Orquesta de la Comunidad Valenciana. Thomas Hengelbrock (director). Obras de Beethoven. Lugar: Granada, Palacio de Carlos V. Fe­cha: 17 julio 2020.

© Festival de Granada. Foto de Fermín Rodríguez

Desembarcó el viernes la Orquesta de la Comunidad Valenciana en el Festival de Granada para marcar la diferencia, la pequeña pero abismal distancia que media entre una gran orquesta y el resto. Tras los dos disímiles conciertos de la Orquesta Nacional y las sucesivas actuaciones de la Orquesta Ciudad de Granada, el conjunto valenciano, dirigido por un maestro de tantas garantías y solvencias como el alemán Thomas Hengelbrock (1958), se reveló de forma inapelable como lo que a todas luces es: la mejor orquesta de España. De foso, sinfónico y de lo que sea. Hay que decirlo claramente y sin más rodeos ni remilgos: la formación fundada por Lorin Maazel en 2006 pertenece a otra galaxia, a la de las buenas orquestas internacionales de verdad. No hay color ni margen para la comparación o duda.

La calidad instrumental y de conjunto, el sonido homogéneo y directo, preciso y unitario, sumado a la ductilidad y calidad individual de cada uno de sus instrumentistas, se mueven en otras coordenadas a las establecidas como patrones en España, desde la irrupción de tantas orquestas en los años noventa por toda la geografía del Estado. De la mano de Hengelbrock y con un arriesgado programa Beethoven que reunía la obertura de Fidelio y las sinfonías Sexta y Octava, la Orquesta de la Comunidad Valenciana arrolló con la calidad y sentido sinfónico de un Beethoven de primer rango, que asume con naturalidad las corrientes historicistas sin por ello descuidar las exigencias máximas que posibilitan los sofisticados instrumentos contemporáneos.

Hengelbrock, maestro de maestros curtido cerca de Harnoncourt y fundador en 1985 de la Orquesta Barroca de Friburgo, supo sacar partido de las posibilidades que brinda una orquesta como la valenciana, para cuajar un Beethoven vigoroso, de rotundos contrastes e indagador de signos novedosos, como ciertas florituras y pequeñas cadencias realizadas a la manera que se acostumbraba en la época del propio compositor. Fueron detalles, matices maestros que asomaron particularmente en una Sinfonía Pastoral plena de evocaciones y registros líricos; de alientos y bucólicos colores que apuntan al descriptivismo y talento orquestador de un admirador tan confeso de Beethoven como Berlioz. El colorido orquestal y la matizada diversidad instrumental, perfectamente calibrada y que se lució con el empaque de los solos de los primeros atriles de la orquesta, fueron pilares de una versión que tuvo, además, la virtud de adaptar y acomodar tempi y dinámicas a las nada fáciles condiciones acústicas del Carlos V. Quizá nunca antes la Pastoral (1808) y la Fantástica (1830) estuvieron tan próximas.

Fue una exhibición de minucioso y trabajado virtuosismo orquestal. También de saber plegarse a la realidad del entorno y del momento. Hengelbrock y la OCV triunfaron también en una luminosa y radiante Octava sinfonía cargada de brío, impulso rítmico y atención orfebreril al detalle. Antes, como preludio de la noche beethoveniana, la obertura Fidelio –formidable solo de trompeta, que borró de cuajo el mal sabor de boca dejado pocos días antes por la lastimosa llamada de la trompeta de la hermana Leonore II en el concierto de la Orquesta Nacional-  fue carta de presentación de una orquesta que sigue sonando tan fantásticamente como cuando el 24 de junio de 2011 tocó en el mismo lugar la Tercera sinfonía de Mahler dirigida por Zubin Mehta. Justo Romero