Crítica: Pablo González dirige Carmina Burana en Baluarte
Magnífico el Orfeón Donostiarra
Carl Orff (1895-1982) es uno de los pocos compositores que han pasado a la historia de la música casi por una obra solamente, que es precisamente la Carmina Burana que ahora nos ocupa. Compuso otras obras en sus años jóvenes, entre ellas una ópera, pero ninguna alcanzó la popularidad de Carmina Burana, compuesta en 1937 y basada en una colección de cantos de los siglos XII y XIII, que se encontraron en el siglo XIX en Baviera. Sobre estos textos Carl Orff escribió esta gran obra, habiendo conseguido un trabajo brillante y enormemente popular, que se ofrece frecuentemente en las salas de conciertos de todo el mundo.
En el Baluarte se ha ofrecido en varias ocasiones esta obra desde que se inaugurara en el año 2003. La última de ellas tuvo lugar el año pasado, que se saldó con un triunfo popular y la anterior tuvo lugar en el año 2014, cuando se ofreció en una representación con puesta en escena de La Fura dels Baus. En la ocasión que nos ocupa ahora, el concierto ha formado parte de la programación de la Orquesta Sinfónica de Euskadi y el éxito ha vuelto a acompañar a Carmina Burana.
La dirección musical ha estado en esta ocasión encomendada a la batuta del asturiano Pablo González, a quien hacía 8 años que no veía dirigir. El concierto se inicio con una decepcionante lectura por su parte del Don Juan de Richard Strauss, donde su dirección me pareció superficial y ruidosa. El inicio de Carmina Burana, el famoso Fortuna, siguió por los mismos derroteros, pero las cosas se entonaron de manera clara a partir de ahí y su Carmina Burana mejoró de manera notable, pudiendo decir que su dirección ha sido convincente y en momentos brillante. A sus órdenes estuvo la Orquesta Sinfónica de Euskadi, de la que creo que se puede esperar más que lo ofrecido en esta ocasión.
En Carmina Burana el gran protagonismo vocal corresponde sin ninguna duda al Coro, que en esta ocasión estuvo interpretado por el Orfeón Donostiarra, que para mi gusto se convirtió en el gran triunfador de la noche. Es una obra que la conocen perfectamente, porque ha formado parte de su repertorio durante muchos años y es un auténtico placer escucharles tanto en los pasajes de fuerza como en los intimistas. La demostración del Orfeón Donostiarra fue inapelable.
Los solistas vocales tienen menos importancia y son tres: barítono, soprano y tenor, en orden de importancia en sus intervenciones. La parte de barítono fue cubierta por Javier Franco, que lo hizo bien, aunque no está muy sobrado de volumen, pero cantó con gusto en sus intervenciones. Veía por primera vez a la soprano Jone Martínez, que me ha producido una muy favorable impresión. Se trata de una soprano ligera, de voz atractiva y que canta de manera expresiva, sin problemas en la zona alta. Como en otras ocasiones la parte de tenor fue cubierta por un contratenor, que en esta ocasión fue el alavés Carlos Mena, que lo hizo bien en su corta intervención. Tiene mucho sentido hacerlo con contratenor, ya que la tesitura crea siempre muchos problemas a los tenores.
El Baluarte había agotado sus localidades, sorprendentemente, como ya ocurriera el año pasado, aunque hay que decir que entonces el aforo estuvo limitado por la pandemia, lo que no ha ocurrido ahora. José M. Irurzun
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