Crítica: Pablo González dirige la Orquesta de RTVE junto a Javier Comesaña
Nítida imagen del sacrificio
Obras de Chaikovski y Stravinski. Javier Comesaña, violín. Orquesta Sinfónica de la RTVE. Director: Pablo González. Teatro Monumental, Madrid, 11 de noviembre de 2022.
Pablo González, que muy pronto dejará de ser titular del conjunto radiotelevisivo por decisión no entendible del todo de la superioridad, tiene buen pulso programador y evidentes dotes de imaginación. Y es, y poco a poco se ha ido haciendo más evidente, un director muy sólido, que ha ido creciendo de manera muy firme. Posee una batuta nerviosa pero clara, que se mueve ágilmente en todos los planos siguiendo muy lógicos impulsos en la traducción de criterios musicales muy trabajados y una lógica aplastante. Ha aprendido a respirar con tranquilidad y a dominar pretéritos impulsos que hacían que su discurso se nos antojara a veces en exceso presuroso.
Siempre con la partitura sobre el atril, consiguió en esta sesión rusa una interpretación vívida, transparente, vigorosa y extrañamente lírica de una composición tan agreste, rompedora, evocadora y de un barbarismo no comprendido por el público hasta pasados muchos años de su estreno en el París de 1913 de la mano de los Ballets Rusos. Nos gustó la curiosa habilidad para buscar una diversidad de colores y de timbres, una planificación muy ajustada y un impulso rítmico clarificador a partir de un mando de gesto variado y de un subrayado preciso y minucioso en las continúas alternancias y subdivisiones de compás.
Una bien urdida entrada de los vientos tras el solo del fagot principal (muy bien Miguel Barona) dejó en franquía la interpretación, que pese a no ser monolítica ofreció numerosos momentos expresivos y nos llevó en volandas hacia el sacrificio postrero donde los efectos percutivos y los “staccati” adquieren toda su dimensión tras los imponentes contratiempos. La Orquesta siguió si fallos y gran unidad de arcos las nítidas indicaciones y, bien orientada, acompañó con soltura, en ocasiones demasiado fuerte, al solista en esta ocasión, el andaluz Javier Comesaña, de 23 tiernos años y ya muy premiado, que sustituía en los últimos momentos por enfermedad a la anunciada María Dueñas en el famoso “Concierto” de Chaikovski.
El jovencísimo instrumentista, que tañe nada menos que un Guadagnini de 1765, mostró seguridad, temple y emoción a partes iguales. Ofreció un fraseo bien modelado, dibujado con primor y elegancia. Posee un sonido hermoso, cristalino, aunque en exceso débil, falto de fuerza y vibración, con sobreagudos en exceso livianos, delgados y lejanos. Pero es artista, que toca con el corazón pero que no pierde el norte y traduce con aplomo los armónicos. Es músico y ha de ir ganando en seguridad, soltura y penetración. Regaló una pieza de Prokofiev. Magníficas notas al programa, cultas, razonadas y bien escritas, de Mario Muñoz Carrasco. Arturo Reverter
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