Crítica: Pagliacci y Tragedia Florentina
PAGLIACCI (R. LEONCAVALLO)
Teatro Campoamor de Oviedo. 17 Diciembre 2019.
La Ópera de Oviedo ha ofrecido un programa doble poco usual, no por la presencia de Pagliacci, que es casi un fijo en estos programas, sino por el hecho de que su acompañante es la ópera de Zemlinsky, Una Tragedia Florentina.
No ha dejado también de sorprenderme el hecho de que haya abierto el programa precisamente la ópera de Leoncavallo, en lo que tengo la impresión que ha tenido que ver las características de la nueva producción que se ofrecía.
El caso es que hemos asistido a una representación de Pagliacci, cuyo resultado ha dejado mucho que desear y prácticamente en todos los aspectos que componen un espectáculo operístico. Ni musical, ni escénica ni vocalmente las cosas han funcionado de manera satisfactoria.
Como digo más arriba, se ha ofrecido una nueva producción debida al regista holandés Guy Jooesten. Si hace unos pocos días asistíamos en Valencia a un Nabucco que rememoraba su estreno en la Scala de Milán, en una idea del teatro dentro del teatro, algo de lo mismo ocurre aquí con el director holandés, que nos ha ofrecido en el escenario una reproducción del interior del Teatro Campoamor, con los palcos de platea y los dos primeros pisos en fondo del escenario, dejando por delante un espacio libre, donde se desarrolla la acción, y que vendría a representar el patio de butacas del teatro. La citada escenografía se debe a Ramón Ivars, que es autor también del vestuario, poco agradecido y de época actual, que cambia por modelos de comedia del arte en la pantomima. La iluminación de David Bofarull deja que desear, con encendidos y apagados de luces del teatro, que no viene a cuento.
En esta escenografía no hay sino una mesa y unas sillas y ahí se desarrolla la acción. De modo que asistimos a nada menos que 3 veces que se pone y se quita el mantel en la mesa, acompañado de copas de champán. Tanto el dúo de Nedda y Silvio como la propia pantomima se desarrollan con la mesa como centro de actuación. La dirección de escena resulta de poco interés y no falta la típica originalidad por parte del director de escena, consistente en que Canio no apuñala a Nedda y sí lo hace con Silvio. En fin…
Al frente de la dirección musical estaba el alemán Will Humburg, de quien pocas dudas tengo de que se trata de un maestro importante, pero aquí se encuentra totalmente fuera de su elemento y nos ha ofrecido una lectura de muy escaso interés y aburrida. El verismo italiano no es su especialidad precisamente. Claramente mediocre fue la prestación de la Orquesta del Principado de Asturias, formación de la que no recordaba una actuación tan decepcionante. Algo parecido se puede decir del Coro de la Ópera de Oviedo, que prácticamente canta como si fuera en concierto, aunque sin partitura, ya que están siempre sentado en los palcos de platea de la escenografía mencionada más arriba.
El reparto vocal era el mismo que luego se iba enfrentar a la ópera de Zemlinsky y estamos hablando de dos obras de características muy distintas, lo que ha traído consigo que la adecuación del trío protagonista a la obra que ahora nos ocupa ha dejado que desear.
Canio fue interpretado por el tenor mejicano Diego Torre, cuya actuación no me resultó convincente. Su voz es bastante nasal y no ofrece mucho atractivo, quedando un tanto corto en su calidad de intérprete. Quizá lo mejor de su actuación fue la celebérrima aria Vesti la giubba, bastante exagerada.
La también mejicana María Katzarava fue Nedda y me resultó poco adecuada a las exigencias del personaje. Poco creíble en escena y con una voz que parece más adecuada para cantar Verdi, mientras que Nedda pide otro tipo de voz.
El barítono John Lundgren es uno de los frecuentes Wotan en los Anillos wagnerianos y eso poco tiene que ver con la parte de Tonio. La voz es poco adecuada, corto de brillo y queda claramente apretado en la parte alta. Simplemente, es un problema de adecuación.
Isaac Galán fue Silvio y lo hizo bien, con la voz un tanto atrás.
Buena impresión la dejada por el tenor Juan Noval-Moro en la parte de Beppe.
La representación comenzó con 4 minutos de retraso y tuvo una duración de 1 hora y 14 minutos, sin intermedios.
EINE FLORENTINISCHE TRAGÖDIE (A. VON ZEMLINSKY)
Teatro Campoamor de Oviedo. 17 Diciembre 2019.
La segunda parte del programa doble ofrecido en Oviedo era esta ópera de Zemlinsky, que no recuerdo haber visto en España sino cuando se representó en Sevilla en el año 2008, acompañando a la obra El Enano (Der Zwerg) del mismo autor.
Alexander Von Zemlinsky es un compositor que está recuperando el puesto importante que le corresponde en la historia de la música y que le fuera arrebatado en primer lugar por el régimen nazi, como ocurriera con otros compositores de “música degenerada” y por la moda de la música serial, a continuación, de modo que Zemlinsky no empieza a ser recuperado hasta la década de los ochenta, fundamentalmente con el díptico al que me refería anteriormente, al que siguen obras importantes como Die Kreidekreis o El Círculo de tiza y El Rey Kandaules.
La producción ofrecida se debe nuevamente a Guy Joosten y ofrece exactamente el mismo escenario que Pagliacci, es decir una reproducción del Teatro Campoamor. Nuevamente, estamos con la mesa como centro de la acción, cuyo mantel y el champán vuelven a colocarse, aunque esta vez la botella es un magnum. Si la producción ofrecía escaso interés en Pagliacci, lo mismo se puede decir ahora. La dirección de escena resultó escasa, salvo el caso del protagonista Simone, que parecía el único que dominaba su parte.
Nuevamente, la dirección musical ha estado encomendada a Will Humburg y el resultado ha sido notablemente mejor que en el caso de Pagliacci. Hace falta un destacado director para esta ópera y en Oviedo lo ha habido, cosa que no había ocurrido en la primera parte del programa doble. También hay que decir la que la Orquesta de Principado de Asturias lo hizo bastante que mejor que en Pagliacci.
El protagonista de esta ópera es Simone, el marido de Bianca y mercader florentino, que va tramando su venganza sobre Guido, el amante de su esposa. John Lundgren fue su intérprete y su actuación fue mucho más convincente que en Pagliacci. La tesitura es más grave y se encuentra mucho más cómodo, resultando siempre expresivo.
Guido era nuevamente Diego Torre y su actuación resultó de escaso interés y con la voz funcionando peor que en Canio.
Bianca era Maria Katzarava y no pasó de cumplir con su cometido, sin brillantez ni convenciendo en su interpretación.
El Teatro Campoamor ofrecía huecos notables la víspera de la representación en una entrada que no llegaba a los dos tercios del aforo. Parece que se hizo a última hora una campaña de atraer a jóvenes al teatro, ya que abundaban los adolescentes, que supongo no habían pagado o lo habían hecho en cantidades mínimas.
La ópera tuvo una duración de 52 minutos, sin intermedios. Tres minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 145 euros, costando 41 euros la más barata con visibilidad. José M. Irurzun
Fotos: I. Martínez
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