Crítica: La Pasión según san Mateo, con la Akademie für Alte Musik de Berlín y el RIAS Kämmerchor, en el Palau de la Música
La Pasión según san Mateo, con la Akademie für Alte Musik de Berlín y el RIAS Kämmerchor, en el Palau de la Música
Bach: Pasión según san Mateo. Elisabeth Breuer, Anna Lucia Richter, Patrick Grahl, Thomas Hobbs, Matthew Brook, Stephan Loges. RIAS Kammerchor Berlín, Akademie für Alte Musik Berlín. Justin Doyle, director. Palau de la Música Catalana, Barcelona. 9 de abril de 2025.

Saludos finales del concierto en el Palau de la Música Catalana
Si me obligaran, en una elección dichosamente improbable a salvar solo dos obras de la historia de la música, menos de dos es imposible, una de ellas seria sin ningún tipo de duda la Pasión según san Mateo de Johann Sebastian Bach, la otra, que también la sé con toda seguridad, hoy no aporta nada mencionarla.
Este año en el Palau llegan las dos pasiones bachianas, la de san Mateo ayer miércoles 9 de abril y la de san Juan el viernes 11, con diferentes formaciones, pero ambas muy prestigiosas. Hoy os hablo de la más capital de las obras religiosas que va más allá del hecho musical, incluso si la escucha un agnóstico de pura cepa y para hacer más trascendente la interpretación el Palau nos ha traído a la prestigiosa Akademie für Alte Musik de Berlín y el RIAS Kämmerchor de la misma ciudad, bajo la dirección del inglés Justin Doyle (Lancaster 1975) y un equipo de cantantes de una solvencia y categoría extraordinaria.
Con estos ingredientes el azar nos ha estado a punto de jugar un traspiés por un problema técnico en la instalación eléctrica del Palau, que ha quedado finalmente en nada y nos ha permitido asistir, con un plus de incertidumbre ajena al hecho musical, al que seguramente será el concierto en mayúsculas, es decir EL CONCIERTO del 2025.
No ha habido ni una pequeña sombra de artificio, de vulgaridad o de divismo por parte de ninguno de los integrantes encargados de erigir esta inmensa construcción musical, puesto que todo fluía con una intensidad profunda, con la simplicidad de las obras más difíciles y complejas, con la humildad de los más grandes y con el entusiasmo de los privilegiados sabedores que todo su conocimiento musical y todo su talento interpretativo se ponían al servicio de la obra religiosa más grande nunca escrita, sin que en ningún momento tuviéramos la más pequeña impresión que las formaciones estaban haciendo un bolo o una interpretación más de una obra que durante esta época parece y es, de obligada programación.
Pues bien, han conseguido que pareciera una interpretación exclusiva para nosotros en un anochecer de especial y profunda inspiración y recogimiento por parte de un público mucho más predispuesto, atento y educado que el del liederabend de anteayer, con Kaufmann y Damrau.
Cuando los visitantes son formaciones de tanto prestigio como las berlinesas, parece innecesario haceros perder el tiempo leyendo calificativos superlativos, se sabe y es profecía, pero vivirlo más allá del escalofrío, es un privilegio porque en pocas ocasiones he conseguido comulgar tanto con la obra y lo que sucedía en el hemiciclo, como ayer.
Un coro superlativo, siempre dúctil, ágil, equilibrado, expresivo, donde nunca ninguna cuerda sobrepasa y anula a otra, donde no existen las tiranteces y donde todas las cuerdas son presentes y se distinguen en una homogeneidad compacta y cálida. Un auténtico y fundamental protagonista y con la intervención de algunos de sus miembros para interpretar las partes solistas menores en perfecta consonancia con la excelencia del conjunto.
En cuanto a la orquesta es otro de las formaciones capitales del periodo historicista con un largo bagaje de eminentes directores a sus espaldas y un historial de conciertos y grabaciones fundamentales.
La calidad global es estratosférica y sus solistas instrumentales, son fundamentales en la excepcionalidad de todas las arias con obligadas intervenciones de flautas traveseras, violines, oboe y oboe de amor, viola da gamba o el imprescindible bajo continúo, son magníficos técnicamente y sensibles en el fraseo interpretativo, dando mucho carácter dramático a una obra que no está alejada de una ópera,
De hecho es la ópera que Bach nunca escribió, con los famosos textos que Picander reservados para el cuarteto solista con una intención pedagógica innegable en un contexto dramático contundente para hacer llegar nítido el mensaje evangelizador. La orquesta es esencial para dotar la estructura de un andamio firme y sensible a la vez, y la formación berlinesa es sensacional.
Justin Doyle guía y gobierna a la perfección con gesto simple, efectivo y nada vistoso, toda la larga narración, con variedad, intensidad y recogida austeridad luterana, no exenta de fuerza en los momentos más dramáticos, como las grandes corales de inicio y final.
Y obviamente en los momentos capitales del Cólgota, con el terremoto en impactante contraste con los momentos más líricos y reflexivos de cautivadora belleza como el emocionante “Erbarme dich” de la contralto o el “Ich will bei meinem” del tenor en contraste con su otra aria “Geduld”, por no hablar de la intensidad que otorga a el aria del bajo con vertiginoso diálogo con el violín, Doyle está a la altura de sus ilustres colegas anglosajones y ha estado, está claro, el gran sacerdote que ha oficiado de manera intensa y me ha hecho estremecer.
En el apartado fundamental de los solistas es obligado hablar del grandioso evangelista del tenor Patrick Grahl, de una intensidad expresiva admirable y de una fortaleza vocal sin discusión en una partitura larguísima y como es sabido “poco lucida” y sin ninguna posibilidad de disfrutar de alguna de las maravillosas arias que Bach reserva por al cuarteto solista. El público lo ha premiado con más intensidad que a los otros solistas.
También el Jesús del bajo Matthew Brook es magnífico y sin posibilidad de lucirse en ninguno aria, como el Evangelista tiene que hacer, como hace, un gran éxito con sus recitativos y él ha estado especialmente sobrecogedor en la escena final del Gólgota. Excelente.
De los cuatro solistas quien más me ha sorprendido ha sido la mezzosoprano Anna Lucia Richter, que sin ser una contralto, ha mostrado una homogeneidad de registro central y grave de acentos cálidos y expresivos, con un legato imprescindible para hacer de sus intervenciones en las bellísimas arias a ella destinadas, momentos trascendentes.
La soprano Elisabeth Breuer tiene una voz nítida, nunca hiriente ni estridente, con una emisión dulce y segura y una técnica que le permite hacer frente a las agilidades con naturalidad sin hacer nunca la sensación de lucimiento artificioso, tan contraproducente en esta obra.
Magnífico el bajo Stephan Loges, con una voz bonita y sonoridades graves de innegable humanidad, que además de cantar el “Gebt mir meinem Jesum wieder” con perfecta compenetración con el violín solista, ha tenido que hacer frente durante su primera aria “Gerne will ich mich bequemen” al enloquecimiento del sistema de iluminación de la sala, con una serie de apagones parciales del hemiciclo, con una profesionalidad admirable, como si aquel fundido fuera fruto del capricho de uno de los directores de escena que nos sacan de tino.
Magnífico también el tenor Thomas Hobbs haciendo frente a sus arias, con una voz segura y una emisión nada estridente, perfectamente diferenciada del Evangelista, superando con creces todas las trampas estilísticas.
No recuerdo haber asistido nunca a una interpretación de la Pasión según san Mateo mala o discreta, pero tampoco recuerdo haber asistido nunca a una interpretación como la de ayer, tan auténticamente sincera, bella e intensa hasta provocar reacciones de reflexión profunda. ¿Se dice trascendencia de esto? No es poca cosa.
Tardaré en rehacerme.
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