Crítica: Pehlivanian, casi pasota
ORQUESTRA DE VALÈNCIA (G. PEHLIVANIAN)
Casi pasota
Anastasia Kobekina (violonchelo). George Pehlivanian (director). Programa: Obras de Chaikovski (Variaciones sobre un tema rococó, para violonchelo y orquesta. Sinfonía número 1, en sol menor, opus 13, “Sueños de Invierno”). Lugar: València, Teatro Principal. Entrada: Alrededor de 800 personas. Fecha: jueves, 10 febrero 2022.
Desde el poco lustroso comienzo de la Primera sinfonía de Chaikovski, con un descuidado inicio en pianísimo de los violines en solitario, quedó claro que no iba a ser una versión para el recuerdo. En su regreso a la Orquestra de València, para sustituir al cancelado Pinchas Steinberg, el veterano director George Pehlivanian (Beirut, 1964) volvió a hacer gala de su aptitud y preparación sobre el podio, pero también de una manera de dirigir, de asumir la obra de arte, demasiado satisfecha: que se abandona más a su natural y exagerada intuición expresiva que a la asunción respetuosa de las maneras expresivas y estilísticas del compositor. Fue así una lectura epidérmica y abrupta, muy aplaudida por el público que se congregó en el Teatro Principal para seguir este décimo concierto de abono de la OV, pero que, musical y artísticamente, supuso un Chaikovski exagerado, a trompicones y trazo grueso. Excesivo a veces. En otras, aburrido y hasta fatigoso. Nada relevante pasó en este Chaikovski desnortado y gesticulado hasta la caricatura.
El programa, todo él dedicado a la música del creador de Cascanueces, se inició con una cándida versión de las galantes Variaciones sobre un tema rococó, en la que Pehlivanian parecía pasar siete telediarios de lo que allí sonaba, bajo su propio gobierno y como si no fuera con él. Fue una lectura -no más- indiferente, despreocupada, de más oficio que arte. Casi pasota. La sintonía con la solista -la rusa Anastasia Kobekina- era a todas luces inexistente. Tampoco ella, hija del influyente compositor Vladímir Kobekin (1947), nacida en Ekaterimburgo, en 1994, mostró la personalidad y maneras de gran solista que cabe esperar de quien en 2019 conquistó un tercer premio en el Concurso Chaikovski de Moscú.
El sonido de su Stradivarius de 1698 apenas alcanzó a copar el poco propicio espacio acústico del Teatro Principal. La culpa no fue únicamente del instrumento o del Teatro, sino también de la propia Kobekina, cuya estupenda presencia en el escenario en absoluto se correspondió con un impreciso y ajustado modo de tocar que se vislumbra aún más cercano al conservatorio que a la gran sala de concierto. Muchos aplausos al final de la actuación propiciaron el regalo de una arcaica “Gallarda” para “pandero” y violonchelo compuesta por su padre con la mirada en la cortesana Francia del XVI. La colaboración co-solista del versátil Javier Eguillor con la pandereta elevó la temperatura en esta obrita de arcaicas resonancias, en la que, ¡por fin!, la joven violonchelista desencorsetó sus talentos quizá cargados de futuro. Justo Romero.
Publicado en el diario Levante el 12 de febrero de 2022.
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