Crítica: Pelléas et Mélisande en Sevilla. La poesía pura hecha ópera
PELLÉAS ET MÉLISANDE
La poesía pura hecha ópera
Ópera de Claude Debussy, con libreto del propio compositor y de Maurice Maeterlink. Intérpretes: Edward Nelson (Pelléas), Mari Eriksmoen (Mélisande), Kyle Ketelsen (Golaud), Jérôme Varnier (Arkel), Eleonora Deveze (Yniold), Marina Pardo (Geneviève) y Javier Castañeda (Médico/Pastor). Coro de la A.A. Teatro de la Maestranza. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Producción de la Staatsoper de Hamburgo. Dirección de escena: Willy Decker. Escenografía y vestuario: Wolfgang Gussmann. Iluminación: Hans Toelstede. Dirección musical: Michel Plasson. Fecha: Martes, 22 de marzo. Lugar: Teatro de la Maestranza. Aforo: Lleno.
Si ya hemos podido esta temporada admirar la maestría de Michel Plasson en el ciclo sinfónico de la ROSS, tras esta interpretación de la genial ópera de Debussy queda demostrado que estamos ante uno de los más grandes maestros en el control orquestal. Convirtió a la orquesta en el elemento narrativo esencial de esta ópera, el que va sembrando de sugerencias y reminiscencias que dan sentido a las evanescentes palabras del simbolista texto. Así, por ejemplo, en la escena en la torre desde el foso fue emergiendo un magma sonoro cargado de sensualidad conforme Pelléas se iba envolviendo en los cabellos de Mélisande. O en la posterior de los celos de Golaud y su intento por saber hasta dónde llega la relación entre los jóvenes, con un dramatismo creciente pero perfectamente dosificado en oleadas cargadas de presagios trágicos. El maestro francés hizo que la Sinfónica sonase como pocas veces lo ha hecho en el foso. Con una lectura transparente y atenta a cada acento, hizo brillar una infinita paleta de colores en todas las secciones, desde los delicadísimos pasajes en armónicos de las cuerdas hasta la matización milimétrica de los metales.
La producción firmada por Willy Decker es también un dechado de finura y de inteligencia teatral. Cada una de las quince escenas presenta una disposición escénica diferente partiendo de elementos simples enmarcados en una escenografía curva con paneles traslúcidos de juegos visuales muy sugerentes y que, de paso, favorecía la proyección de las voces cuando cantaban al fondo de la escena. Bella iluminación y vestuarios con diferentes tonalidades de blancos. Andrés Moreno Mengíbar
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