Crítica: Perianes y el “Segundo” de Brahms en el Maestranza
Perianes y el Segundo de Brahms
Solista: Javier Perianes (piano). Director: John Axelrod. Orquesta Sinfónica de Sevilla. Programa: Obras de Brahms (“Segundo concierto para piano y orquesta”. “Cuarta sinfonía”). Lugar: Sevilla, Teatro Maestranza. Entrada: Alrededor de 800 personas. Fecha: Jueves, 19 abril 2018 (repetido el viernes, 20 de abril).
Justo Romero
Había expectación por escuchar a Javier Perianes el “Segundo concierto para piano” de Brahms, obra musculosa y de magnas proporciones que el pianista onubense acaba de incorporar a su repertorio. Perianes ha desbordado las mejores expectativas sorprendiendo con un pianismo que, sin perder sus bien conocidas esencias, se ha cargado de intensidad, peso y fortaleza. Ya en el pasaje que sucede a la lenta introducción del Allegro non troppo se percibió la sonoridad ancha, intensa, densa, incisiva y profunda que iba a imperar durante todo el movimiento inicial. Se diría que incluso enfatizada en estos parámetros, como si el solista quisiera reivindicar tales cualidades con semejante alarde de poderío sonoro. Pero pronto se comprobó que esta intensidad, esta fortaleza, respondía exclusivamente a un concepto expresivo hondamente madurado, culminación de un pianismo exultante que, sin descuidar la identidad propia del intérprete, bebe de la admirada tradición, de Guilels, de Arrau, de Richter y de algunos otros colosos que -como ahora también Perianes- marcan referencia en este concierto de conciertos.
Fue un Brahms señalado por la excelencia en sus cuatro movimientos. En el segundo –Allegro giocoso, pero en el programa de mano aparecía equivocado, confundido con el tercero-, Perianes conjugó el pianismo denso e intenso con la ligereza que también entraña este movimiento inesperado que en su día rompió el canon de la convención clásica. Momentos de profundo lirismo se conjugaron con los pasajes de verdadero empaque pianístico que se suceden en esta suerte de scherzo en re menor que Brahms tuvo la lucidez y originalidad de insertar antes del movimiento lento. En el Andante moderato se impuso el lirismo desbordante de un Perianes que puso al servicio de Brahms ese sonido cantable, legato e hiperexpresivo tan suyo y tan característico. Como colofón, un cuarto movimiento ligero, casi filigranesco, aéreo y cargado del mismo virtuosismo escrupuloso que distinguió toda la versión. Perianes respondió al cariño y al entusiasmo de un público que le ha visto crecer con el sedante regalo de un Grieg –el mágico “Nocturno opus 54 número 4″– que cortó el aliento a todos.
Dirigida con rutinaria suficiencia y vacua gestualidad por su extravagante titular, el texano John Axelrod (1966), la Sinfónica de Sevilla ha perdido algunas de las calidades que tanto sorprendieron en sus inicios, en enero de 1991. El empaste, entusiasmo y calidad instrumental de entonces se ha mermado, y hoy es un desajustado conjunto con significativas carencias técnicas y exento de la sonoridad definida y unitaria que asombraba entonces. 80 músicos que tocan juntos no conforman una orquesta de 80 músicos que toca junta. La Cuarta de Brahms escuchada en la segunda parte del programa poco tenía que ver con la que el que por entonces joven y prometedor conjunto sinfónico interpretó por primera vez –el 26 de septiembre de 1991, el mismo año de su fundación- en la Sala Apolo bajo la dirección de Arnold Katz. Menos aún con la dirigida por el inolvidable Jesús López Cobos en el Teatro Maestranza el 20 de septiembre de 2001. Y ya puestos a evocar tiempos pretéritos, tampoco el discreto acompañamiento orquestal del Segundo concierto para piano escuchado el jueves recuerda al brindado hace 27 años al gran Ramon Coll bajo la dirección del alemán Konstantin Becker. Fue el 4 de abril de 1991, en la olvidada Sala Apolo. ¡Qué tiempos!
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