Crítica: Picasso, homenajeado con causa. Recital de Miguel Borrego y Carlos Apellániz en València
Picasso, homenajeado con causa
CONCERTS AL MUVIM. Recital de Miguel Borrego (violín), Carlos Apellániz (piano). Programa: Obras de Stravinski, Honegger, Satie y Poulenc. Lugar: València, Museu Valencià de la Il·lustració i de la Modernitat (Sala d’Actes). Entrada: Alrededor de 220 espectadores. Fecha: Domingo, 20 octubre 2024.
Nada más natural que un museo avanzado y vivo como es el MUVIM homenajeé a Picasso. No hacen faltas aniversarios ni efemérides. Siempre es pertinente. En esta ocasión, el museo “de la ilustración y de la modernidad” lo ha hecho con un recital centrado en el París de los años veinte, cuando la Ciudad de las Luces era capital del mundo y nido de una esplendorosa vida cultural en la que pintura y música vivían abrazadas y a sus anchas.
Era el París de Picasso, pero también de Stravinski, Honegger, Satie y Poulenc. Y fueron precisamente estos cuatro compositores los coprotagonistas de este concierto y homenaje, junto con sus intérpretes: el violinista madrileño Miguel Borrego y el pianista irunés Carlos Apellániz, ambos cosecha de 1971.
Fue en un recital matutino y sin pausa, en el que ambos solistas dejaron constancia de su alcurnia instrumental y artística. Uno y otro, el violinista Borrego y el pianista Apellániz, forman parte de la brillante generación de músicos nacida en la España postfranquista, tras la convulsión y diáspora sufrida por la cultura española en la dictadura. Un tiempo en el que Francia y París fueron refugio y destino. El propio Apellániz se formó allí, con Jacques Rouvier, y allí consiguió el Premio Extraordinario del Conservatorio Superior. Un París que acoge a Picasso, pero también a Stravinski, Honegger y a tantos otros genios de la época.
Fue Stravinski el compositor que abrió el programa, con su neoclásico Divertimiento para violín y piano, compuesto en 1934, en pleno periodo neoclásico. Y “neoclásica” además de virtuosa fue la versión escuchada en este recital picassiano en el que sobrevoló el famoso retrato que el malagueño pintó del ruso. Como contrapunto y broche final, la figura de otra víctima de la barbarie franquista: Federico García Lorca. Corrían los primeros años cuarenta -apenas cinco años después de que la barbarie asesinara al poeta- cuando Francis Poulenc, tan cercano a España y a Falla, dedicó su única sonata para violín y piano al autor de El Público.
Obra impresionante y sobrecogedora, sus tres movimientos rezuman la alegría del poeta, pero también dolor y rabia. El grito del “Presto tragico” que cierra la sonata, en el que se escucha y siente el horror asesino de las balas, fue el colofón de un recital en el que música, pintura y libertad se abrazaron de la mano de dos artistas de tanto calado y calidades como los protagonistas de esta cita museística valenciana, sí, pero a los pies del Sena.
Entre Stravinski y Poulenc, Miguel Borrego pinceló en solitario la peliaguda cuarta y última Sonata para violín solo que Arthur Honegger, el suizo convertido parisiense, compone en 1940. Sus cuatro movimientos encontraron en el violín expresivo y virtuoso del artista madrileño una versión cargada de talento, intención y solera violinística. Las mismas cualidades que desde el teclado lució Apellániz en las sencillas pero nada fáciles Seis Gnossienes de Satie, cargadas de colores, tamices y regustos góticos por el superdotado alumno de Rouvier.
¡Pura pintura! Picasso, el homenajeado con causa, estaría feliz con sus compatriotas y herederos. Tanto como el público, joven y variopinto, que disfrutó y aplaudió este recital tan estupendamente encuadrado.
Publicado en el diario Levante el día 21 de octubre de 2024
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