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Por Publicado el: 11/07/2022Categorías: En vivo

Crítica: Maria João Pires y la Sinfónica de Londres con John Eliot Gardiner en Granada

Pires y su puro Beethoven en Granada

 

71 FESTIVAL DE GRANADA. Orquesta Sinfónica de Londres. Maria João Pires (piano). John Eliot Gardiner (director). Obras de Beethoven (Obertura Leonora II. Concierto para piano y orquesta número 3. Cuarta sinfonía). Lugar: Granada, Palacio de Carlos V. Fe­cha: 9 julio 2022.

Maria Joao Pires © Festival de Granada | Fermín Rodríguez

Ya en la recta final de esta larga y sustanciosa 71 edición del Festival de Granada, el hábil programador que es Antonio Moral ha reservado dos citas de campanillas, ambas protagonizadas en el Palacio de Carlos V por un triunvirato tan irrebatible como Maria João Pires, John Eliot Gardiner y la Sinfónica de Londres. Caballo irremediable y contundentemente ganador. El éxito de la primera jornada, con un monográfico Beethoven en los atriles, fue total, claro. En todos los sentidos.

Desde que en 1970, aún jovencita, ganara con 25 años en Bruselas el Concurso Beethoven convocado con ocasión del segundo centenario de su nacimiento en Bonn, Maria João Pires (Lisboa, 1944), ha sido una beethoveniana de referencia. Raigambre que heredó y recogió durante sus años de formación en el extranjero, primero en Múnich con Rosl Schmid, y luego, en Hannover, de Karl Engel. Beethoven habita revive, sin exageraciones ni tintas de sobra en los dedos y, sobre todo, en el universo, libre y descomprometido, sencillo e íntimo, de esta antidiva del siglo XXI, que sustenta su fuerza en la delicadeza de un sonido que es filigrana y en un fraseo tenue y natural, rico de registros y colores. Estas cualidades “beethovenianas” asomaron y se impusieron en un Tercer concierto que voló expandido desde la larga introducción orquestal hasta el luminoso rodó final, en el que la Pires y Gardiner comulgaron catalizados por el ambiente propicio, ideal, de la noche alhambrista.

Todo fluyó natural, empastado, fácil. Sin réplica ni alternativa. ¡Era así! Así de fácil, así de complejo. Así de puro. La larga cadencia del primer movimiento se escuchó cantada y expresada con contundencia solista, perfectamente engarzada con el conjunto. Al concluirla, la Pires, con sus trinos perfectos, su arpegios expresivos y ese legato tan distintivo y personal, tan absoluto, miró levemente a Gardiner para la entrada de la orquesta. ¡Clavados! En tempo y alma. Luego, en el comienzo del segundo movimiento, el piano en solitario estableció una nueva y quieta atmósfera, cuyo testigo recogió Gardiner con gustosa sintonía, que desembocó en el jubiloso rondó, final feliz de una interpretación memorable e inolvidable, en la que dos artistas en apariencia tan disímiles se mimetizaron bajo la pasión beethoveniano. No hubo propina. La Pires, que días antes del concierto estuvo enferma -“hasta con cuarenta grados de fiebre” precisó Antonio Moral desde el escenario micrófono en mano-, no estaba para prolongar la noche. Máxime si al día siguiente -por ayer- tenía que volver a actuar en el mismo escenario, con el Concierto 27 de Mozart.

La Cuarta sinfonía de Beethoven quizá sea la gran desconocida de entre las nueve. Desde luego, la menos tocada junto con la Segunda. Gardiner, beethoveniano revolucionario, desde que en 1994 sorprendiera a todos con su vivo y contundente registro integral, ha extremado todo. Los tiempos lentos son lentísimos, y los vivos se mantienen tanto como siempre lo fueron en sus manos. También la claridad del entramado contrapuntístico y la lógica de los desarrollos y reexposiciones. Hizo tocar a toda la orquesta -salvo los violonchelos, claro- de pie, lo que aporto entidad solista a las estupendas individualidades del conjunto. Fue un Beethoven subyugante, cargado de detalles, intereses y contrastes. De estilizada calidad y precisa brillantez instrumental. La lenta (lentísima, ¡casi celibidachiana!!)  introducción del primer movimiento ya auguró una versión siempre novedosa, que pronto se cargó de brío, energía y pulso romántico.

El mismo que ya animó la dramatiza versión de la obertura Leonora II que inauguró el programa, y que justo dos años antes ya había interpretado en el mismo escenario la Orquesta Nacional con Afkham. En esta ocasión, se lució y de qué manera el solista de trompeta, que ubicado en la galería superior del Carlos V anunció con arrojado virtuosismo y tablas su comprometido solo anunciador de la llegada salvadora del ministro Don Fernando. Una intervención excepcional que esencializa lo mejor de tan formidable noche beethoveniana. Hace casi tres décadas, en 1994, Gardiner confesó a quien firma, en Lucerna, que “la interpretación de sus sinfonías requiere una verdadera revolución para limpiar y purificar los falsos hábitos de audición del público. En eso estamos”. ¡Bravo maestro!, la revolución ha funcionado. Justo Romero

Publicado en el diario Levante el 10 de julio de 2022.

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