CRITICA. EUSKADIKO ORKESTRA / ORQUESTA DE EUSKADI. AUDITORIO KURSAAL

PODEROSO ESTRENO

Fecha: 15.II.2024. Programa: Sinfonía nº 8, La Noche, de Joseph Haydn, Chillida-Elogios de Antonio Lauzurika y Sinfonía nº 3 en La Menor Op.44, de Sergey Rachmaninoff. Director musical/maestro concertador: Robert Treviño.

Robert Treviño

Son 262 los años que van desde aquel 1761 al próximo pasado 2023. Desde que Joseph Haydn estrena, en el vienés Palacio Esterházy, su sinfonía número 8; pasando por la suiza Villa Senar donde Rachmaninoff, en el año 1935, compone su tercera Sinfonía; hasta llegar al final de dicho periplo cuando Antonio Lauzurika coloca sobre el pentagrama su trabajo musical en homenaje a Eduardo Chillida Juantegui, con motivo de cumplirse el centenario de su nacimiento en el presente 2024.

Robert Treviño adoptó la plausible decisión en colocar de pie a los 27 músicos que abrieron velada interpretando la Sinfonía nº 8 de Haydn, siendo cumplidor con la instrumentación diseñada por el propio compositor. Ello ofreció una ejecución musical cuajada en limpieza y muy compacta en las modulaciones sonoras que están en el pentagrama. Ya en el primer movimiento Allegro molto en Sol mayor las manos rectoras del maestro concertador distribuyen con brillo el uso que hace Haydn de la canción Je n’aimais pasó le tabac beaucoup (No me gusta mucho el tabaco) que obra en la ópera Le diable à quatre de Gluck. Briosos y atinados los trabajos musicales de los solistas al frente del violín, la flauta travesera, el fagot y el contrabajo.

Con la Sinfonía nº 3, en La menor, Op. 44 de Sergey Rachmaninoff no es cuestión aquí el realizar una valoración de la propia composición, si no sobre el modo en que la Euskadiko Orkestra/Orquesta de Euskadi -en contundente formato- acometió su interpretación. En el plano general estamos ante un ensemble que va asumiendo cotas para ya comenzar a disputarse, con absoluta firmeza, puestos cimeros entre las más renombradas de nuestra piel de toro. Así lo demostró en esta ocasión bajo la precisa, elegante y contundente batuta del estadounidense Robert Treviño. Desde estas líneas resulta justo resaltar la sobresaliente interpretación del último movimiento de esta sinfonía Allegro-Alegro vivace-Allegro (Tempo primo)-Allegretto-Allegro vivace, donde el ímpetu que recorre la partitura encontró una sólida andadura en la sección de percusión y de viento -tanto madera como metal- dieron lustre a la originalidad que encierra.

Si bien en el programa diseñado para este concierto figura un homenaje al internacional artista donostiarra Eduardo Chillida Juantegui, se programó, entre Haydn y Rachmaninoff, el estreno mundial de la obra de encargo realizada al compositor vitoriano Antonio Lauzurika (n.1964) titulada Chillida-Elogios. No hubiera estado de más una pincelada bachiana en recuerdo de la pasión inspiradora que nuestro universal escultor tuvo para con el Genio de Eisenach. De cualquier modo, a modesto criterio de quien escribe, se está ante una obra poderosa (la belleza es otra cosa) inspirada en el quehacer manual e intelectivo de Chillida, en sus personales conceptos del tiempo, el espacio y la materia. Lauzurika pasa al pentagrama, con acierto, sonidos que son propios del cincel que esculpe la piedra o forja el candente hierro sobre el yunque, otorgando a la sección de percusión de la orquesta un relevante protagonismo. En los breves movimientos primero y segundo, Elogio del horizonte y Elogio de la gravitación se experimentan conceptos armónicos netos (Hilarión Eslava dixebat), nunca de ruptura o disonantes que, de algún modo, pueden ensamblarse en la filosofía ética que dejó escrita el propio Chillida. Para quienes conocen y han gustado de su obra bien puede ser válida esa lectura musical. Para aquellos que no el interés que suscita esta composición es evidente, En los tiempos tercero y cuarto Eligio del hierro y del acero y Elogio de la utopía priman los ritmos melódicos sobre las construcciones armónicas, haciendo una recreación muy personal sobre el concepto utópico del artista, tal vez en una especie de llamamiento al fallido proyecto -nunca utópico pues fue muy trabajado- de vaciar la montaña de Tindaya en la isla de Fuerteventura. La Euskadiko Orkestra, bajo la estricta medida de tiempos y compases en manos de Treviño, hizo valer esta nueva aportación musical al contemporáneo mundo de la composición, por cierto muy lejana (y eso la favorece) a tanta disonancia y experimento electroacústico que se quiere poner de moda sin conseguirlo. Manuel Cabrera