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Por Publicado el: 01/06/2024Categorías: En vivo

Crítica: Poéticas arquitecturas. Concierto de Hèléne Grimaud en Ibermusica

Obras de Beethoven, Brahms y Bach/Busoni. Hélène Grimaud, piano. Ibermúsica, Serie Arriaga. Auditorio Nacional, 30 de mayo de 2024.

Helene Grimaud

Nacida en Aix-en-Provence en 1969, esta pianista ha tenido una evolución lenta y serena. Es una artista culta y preparada, que busca lo intelectual antes que el pathos. Hay en su pianismo, sin duda, líneas claras, emociones controladas, heroísmo más interior que exterior. Y un ataque a la tecla muy matizado, practicado con finura y sensibilidad. Artista proclive al ensimismamiento y que ha mostrado de nuevo esa “monumentalidad enteramente subordinada a la búsqueda del sentido”, que decía el crítico Felix Müller.

Grimaud abrió el recital con la “Sonata nº 30 en Mi mayor op. 109” de Beethoven, tocada por cierto hace unas semanas por Elisabeth Leonskaja en el mismo Auditorio para el ciclo Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo en una interpretación muy distinta. En el concierto que comentamos la música fluyó más ligera y efusivamente, más alada, con una muy precisa diferenciación de dinámicas, con una sutil llamada a la confidencia, con algunos toques, nada acusados, a un preciosismo de altos vuelos. El “Prestissimo” no quedó exento de episódicas borrosidades, pero fluyó con naturalidad. Suave, discreto y musical el “Andante”.

Luego nos sumergimos en el piano de Brahms, tan delicado, tan pluriforme, tan poblado de acordes masivos, de terceras dobladas, sextas y octavas, saltos armónicos sorprendentes, tortuosas digitaciones y pasajes polifónicos; aspectos que dan personalidad y carácter a páginas como las ofrecidas en este concierto: tres “Intermezzi op. 117” y siete “Fantasías op. 116”. La pauta la marcó en este caso el bello fraseo y la finura del primero de aquellos, “Andante moderato”, el toque levemente danzable del segundo, “Andante non troppo e con molta espressione”, con un hermoso crecimiento central, y el recogido dramatismo del tercero, “Andante con moto”, de bien desplegada y esculpida frase lírica. Todo manó suave y naturalmente, sin ningún tipo de grandilocuencia.

Criterios interpretativos aplicados igualmente a las piezas de la “op. 116”. Obras serenas, confidenciales, de mensaje con frecuencia liederístico. Exultante y vertiginoso el comienzo del “Capriccio”, anotado “Presto energico”. Lirismo cristalino en el “Intermezzo”; con expresiva fuerza dando lugar a lo poético del episodio central, “un poco meno mosso”, en el “Allegro appassionato” del segundo “Capriccio”; fraseo discreto y natural en el “Adagio” del primer “Intermezzo”; lirismo interiorizado bien modulado en el segundo; fraseo elegante y discreto en el tercero, un leve y danzable minueto. En el “Allegro agitato” del “Capriccio” de cierre, de tema tan poderoso, con su tan afirmativo remate, detectamos ciertas borrosidades, que no empañaron en ningún caso la limpieza de la ejecución.

El programa se cerraba con la imponente transcripción de la no menos imponente “Chacona” de la “Partita nº 2” para violín de Bach debida a Ferruccio Busoni, que Grimaud enfiló sin dar respiro después de las “Fantasías”. La obra respeta el espíritu, la solidez constructiva, el arduo trabajo temático del original bachiano, pero lo engrandece y lo eleva hacia una monumentalidad impresionante. Aquí la elegante y discreta pianista se transmutó y nos reveló lo musculado que puede ser su toque y la contundente de sus ataques. Hubo, es cierto, momentos en los que faltó claridad y se pecó por acumulación, pero son efectos difíciles de evitar en una partitura tan masiva.

Ante las ovaciones por su labor, Grimaud nos regaló dos bises. Pudimos averiguar que el primero era una “Bagatela” del ucraniano Silvestrov, hoy conocido por motivos de actualidad bélica, y el segundo un “Étude tableaux” de Rachmaninov. Los artistas deberían anunciar siempre las propinas. La literatura pianística es infinita y a veces nos quedamos a verlas venir. Didácticas y laboriosas notas al programa de Ana Cazurra. Ibermúsica es de las instituciones que aún emplean programas de mano cuidados y en papel; costumbre que, lamentablemente, se va perdiendo.

Arturo Reverter

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