Crítica: Pogorelich y la Orquesta Barroca de Sevilla en el Festival de Granada
Fantasía y rigor
Obras de Chopin y Bach. Ivo Pogorelich, piano. Solistas de la Orquesta Barroca de Sevilla. Auditorio Manuel de Falla, Monasterio de San Jerónimo. Festival de Granada, 18 de junio de 2022.
Un concierto de Pogorelich (Belgrado, 1958) es siempre acontecimiento. Con él la posible sorpresa acecha, tal es el grado de inventiva del pianista, que está ahora en plena madurez y muestra cada vez en mayor medida un estilo pausado, concentrado y reconcentrado; unas maneras elegantes y un tanto lánguidas en los andares y saludos. Lleva constantemente consigo las partituras, que no deja de leer en el curso del concierto y que deja en el suelo. Al final de la sesión, casi antes de que el público empiece a aplaudir, se levanta y anuncia la o las propinas. Y luego se va cansinamente.
En todo caso lo que nos interesa resaltar es que tras esa actitud si se quiere un tanto indolente, sigue habiendo un artista de primera, por muy discutibles que nos puedan parecer sus modos, sus “tempi” o sus soluciones musicales. Desgranó nota a nota un programa Chopin nada fácil. En la “Barcarola en Fa sostenido menor op. 60” mostró su sonido poderoso en exhibición polifónica de altos vuelos, calmosa y efectiva, cerrada con una especial sutileza. La empleada para frasear luego primorosamente el tema de apertura de la “Sonata nº 3 en Si menor op. 58”, en donde mostró un imbatible dominio del “rubato” justo.
Fulgurante el “Scherzo”, elegante y cristalino el “Largo”, muy controlado pero fantasioso el “Finale”. La cremosa sonoridad de su toque fue la base de una versión muy controlada de la imponente “Fantasía en Fa menor op. 49”. La “Berceuse en Re bemol mayor op. 57” fue una muestra de refinamiento sonoro, de espejeantes efectos tímbricos. Como remate la compleja y extensa (17 minutos) “Polonesa Fantasía en La bemol mayor op. 61”, en la que el pianista dejo ver su dominio de las voces intermedias. Luego dos bises: el raro “Preludio op. 45” y el “Nocturno op. 62, nº 2”. Gran éxito en un Auditorio escasamente poblado. Lástima… para los que no fueron, claro.
Por la mañana, en San Jerónimo, habíamos disfrutado de un ameno concierto bachiano de seis instrumentistas de la Orquesta Barroca de Sevilla: Leo Rossi, violín, Pedro Castro, oboe, Rafael Ruibérriz, traverso, Mercedes Ruiz, chelo, Ventura Rico, contrabajo, y Alejandro Casal, positivo. Muy bien ensamblados, casi siempre afinados, mostraron estilo, fraseo depurado, respeto y fantasía a la vez, seriedad y libertad en la exposición de temas y acompañamientos en un programa titulado “J. S. Bach, arias para tenor y obbligati”.
El tenor era en este caso el cubano Ariel Hernández, un ligero de timbre claro, no especialmente rico, pero agradable y homogéneo, que es musical y expresivo, contrastado y elocuente. Sin problemas en las agilidades –muy elaboradas en el aria “BWV 26” con flauta y violín obligados- y en la dicción. La voz queda un tanto desvaída en la parte inferior de la tesitura. Quizá muchas de estas piezas estaban destinadas a voces más oscuras. Entre las arias propiamente dichas, escuchamos piezas instrumentales diversas, todas ellas ejecutadas con pulcritud desde presupuestos historicistas nada acartonados. El regalo de la repetición del aria “BWV Anh. II 23” –una página que, como desataca en sus excelentes notas Pablo J. Vayón, no es de Bach sino de Georg Melchior Hoffmann– nos informó nuevamente del buen hacer de tenor e instrumentistas. Arturo Reverter
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