Crítica: Por amor a la ópera
IL TURCO IN ITALIA (G. ROSSINI)
Por amor a la ópera
Fecha: 21-X-2020. Lugar: Palacio Euskalduna, Bilbao. Programa: Il turco in Italia, dramma buffo en dos actos (versión reducida), de Gioachino Rossini. Protagonistas: Paolo Bordogna (Selim), Sabina Puértolas (Fiorilla), Renato Girolami (Don Geronio), David Alegret (Don Narciso), Pietro Spagnoli (Prosdocimo), Marina Viotti (Zaiza), Moisés Marón (Albazar). Coro: Ópera de Bilbao. Orquesta: Sinfónica de Bilbao. Director de escena: Emilio Sagi. Director musical: Christophe Rousset.
Dijo el gran modista español Cristóbal Balenciaga que vestía a las mujeres empleando el mismo afán tanto si sus diseños eran para sus maniquís de pasarela, como si estaban destinados para una mujer de constitución física diferente. Bien cabe esa valoración artística (la alta costura es arte) para aplicarla al trabajo que se acometió con la ópera Il turco in Italia, titulo rossiniano con que la ABAO abrió temporada lirica y que nunca había sido representado en la Villa de Don Diego López de Haro. Las disposiciones administrativas del Gobierno Vasco con motivo del pandémico Covid 19, obligaron a que el aforo de 2.164 asientos del auditorio Euskalduna se viera reducido a 600. Ello supuso tener que reubicar a los socios en localidades distintas a las habituales. El problema se agudizará cuando ya en la próxima función, la del día 24, la exigencias gubernamentales obligan a la reducción de 400 espectadores, lo que lleva a la ABAO a ampliar el número de funciones, pasando de las seis inicialmente diseñadas a nueve en total, doblándose sesiones los días lunes 26 y viernes 30 de octubre presente, siendo a la primera a las 19:30 horas y la segunda a las 22:00 horas; todo ello debido a la ejemplar predisposición de todos los cantantes en aceptar tales variaciones y al gran trabajo llevado a cabo por el director de escena Emilio Sagi y el maestro Rousset, que han hecho una labor de recorte de la obra dejándola en una hora y media por función, en vez de las dos horas y 35 minutos que tiene el original de la partitura.
Para esta labor, al igual que el método del modista Balenciaga, se han recortado recitativos, sobre todo aquellos que llevan el acompañamiento del clavicémbalo; se han reducido los movimientos escénicos, eliminando mutis y principalmente mermando el número de cantores del coro y se ha intentado -con más gloria que pena- hacer un relato coherente con el libreto de Felice Romani. En otros sitios ante semejantes circunstancias se hubiera suspendido la función. En Bilbao (que es mucho Bilbao), no. Se ha hecho un arreglo utilizando con acierto la realista y bonita escenografía diseñada por Daniel Bianco, con inequívocas pinceladas ‘made in Sagi’. Desde luego, todo ello requería en el espectador una especial atención a la trama que se desarrollaba en escena, ya que estamos ante una ópera desconocida para la gran mayoría de los asistentes, salvo que hayan tenido la fortuna de verla en Oviedo, en Toulouse o en Santiago de Chile (unos muy pocos). Siendo del agrado general del respetable lo cierto es que los aplausos de los 600 asistentes no fueron clamorosos ni de larga duración, pero si justos y adecuados. De todo ello caben deducirse, para este caso, dos conclusiones: a) que cuando se quiere se puede, y b) que Bilbao ama a la ópera.
Entrando ya en la valoración artística, hubo dos aspectos que bien merecen una crítica negativa: por un lado que los cantantes del coro utilicen mascarilla para llevar a cabo su trabajo, ya que, amén de ser un atentado contra la acústica, se contradice con el hecho de que los cantantes protagonistas no la utilizaran cuando hubo momentos que están emitiendo su voz a menos de veinte centímetros el uno del otro; por otro lado el excesivo entra y sale del gracioso mini trolebús que aparecen en escena. En lo demás, escénicamente, un espectáculo irreprochable, sugerente y divertido con la modernización que de esta bufonada lírica ha realizado el asturiano Sagi.
En el terreno canoro no hubo nada sobresaliente pero sí una valoración notable del mismo. Sabina Puértolas hizo lo que pudo para sacar adelante su papel de Fiorilla, ya que en las partes altas su voz no tenía el cuajo y la largura requerida para esa tesitura tan complicada que es más propia de una alto que de una soprano. Hermosa voz la del barítono (de bajo tiene aún poco) Bordogna, haciendo un Selim lucido aunque un tanto cortito de escena. Si el tenor Alegret no cargase tanto el paso retronasal de la voz por el registro agudo, buscando, dentro del mismo un poco más de opacidad, hubiere resultado, en el campo de los solistas, el triunfador de la noche, pero, por desgracia, sin demérito alguno hacia él no fue así. Cumplieron con bondad notable los solistas Girolami, Spagnoli y Viotti y Marín, dadas las circunstancias con las que tuvieron que desarrollar su trabajo. La orquesta empezó su labor con cierta imprecisión, concretamente en la obertura, sobre todo la sección de viento metal, que luego se fue adecuando a la reducción del orgánico que también le afectó. Todo este tinglado fue resuelto con mucha solvencia por la batuta de Rousset, ya que fue el artífice principal de los recortes, sisas, entresacas y plisados que hubo que poner a la costura de la reconstrucción lírica. Manuel Cabrera
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