Crítica: Premio Iturbi. Final sin pena ni gloria
XXI PREMIO ITURBI 2021. ORQUESTRA DE VALÈNCIA
Final sin pena ni gloria
Director: Rubén Gimeno. Obras de Chaikovski y Liszt. Pianistas finalistas: Ryutaro Suzuki, Salome Jordania, Alekséi Sichev. Lugar: Teatro Principal. Entrada: Alrededor de 500 personas. Fecha: viernes, 2 julio 2021.
El Premio Iturbi concluyó el viernes sin que en su final apareciese ningún pianista capaz de fascinar a nadie. Ninguno de los tres discretos finalistas -un japonés, una georgiana y un ruso-, logró excelencia ni laureles en una velada sin pena ni gloria, en la que se escucharon dos deficientes versiones del Primer concierto de Chaikovski y el Primero de Liszt, tocado por Alekséi Sichev, que fue lo mejor -o lo menos malo- de tan discreta final. Esta crítica fue escrita antes de que se hiciese público (en la noche de ayer sábado) el fallo del jurado, por lo que el firmante, obviamente, ignora la decisión del jurado. Pero, oído lo oído y visto lo visto, en buena lid el primer premio de esta renovada etapa tendría que quedar desierto.
Desde luego no hizo méritos ni para el primero ni para ningún otro galardón la georgiana Salome Jordania, que comenzó bien su interpretación del Primer concierto de Chaikovski a pesar de un desquiciado pasaje de octavas, a tres mil por horas y pedal a tope. Pero, poco a poco, su pianismo inexperto se fue descomponiendo hasta un catastrófico tercer movimiento, que desembocó en el caos total, con reiteradas pérdidas de memoria y evidente incapacidad para sobreponerse a la debacle. Momentos de apuro mayúsculo y desconcierto sin solución. La Orquestra de Valéncia, bien dirigida por un maestro tan ducho y solvente como el valenciano Rubén Gimeno, salió como pudo del atolladero y, finalmente, solista, profesores y maestro concluyeron más o menos juntos el concierto.
El otro finalista que tocó el Concierto de Chaikovski fue el japonés afincado en Francia Rytaro Suzuki, quien en la final no mostró nada o casi nada de la clase y temple que había lucido dos días antes en el Concierto Emperador de Beethoven. Fue el suyo un Chaikovski desajustado y borroso, epidérmico y superficial, de muchos decibelios y poco nervio, ayuno de efusión y lirismo, con un pasaje de octavas aún más alocado que el de su colega Salome Jordania: aquello parecía más una ametralladora escupiendo balas-notas que un piano generando armonías y emoción.
El ruso Alekséi Sichev, que muchos no entendimos que pasara a la final tras tocar el miércoles un discreto Emperador de Beethoven, paradójicamente en esta ocasión superó con creces a sus dos fallidos rivales. En el caso inesperado de que el jurado decidiera no dejar vacante el primer premio, éste tendría que ser para él. También para la Orquestra de València, que pese al oficio maestro de Rubén Gimeno y el empeño de sus músicos, no logró el milagro de hacer que sonara mínimamente decente en la acústica imposible del Teatro Principal. Los responsables del Palau de la Música, a los que hay que aplaudir sin reservas su decisión de impulsar el Premio Iturbi y sacarlo del bucle de la mediocridad, tendrán que plantearse seriamente irse con la música a otra parte, a un lugar que reúna las mínimas condiciones exigibles. Programar un concierto en el escenario sin concha acústica del Teatro Principal es tan estúpido como organizar un campeonato de natación sin agua en la piscina. De no hacerlo, serán ellos los que tendrán que coger los bártulos… Justo Romero
Publicada el 4 de julio en el Diario Levante.
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