Crítica: Dos repartos de la Gioconda en el Liceu
LA GIOCONDA (A. PONCHIELLI)
Gran Teatre del Liceu de Barcelona. 7 Abril 2019
Vuelve al Liceu esta ópera tan poco representada. A pesar de que no es una obra desconocida para el aficionado, lo cierto es que sus representaciones escasean notablemente. Desde mi punto de vista no se trata de una obra maestra, aunque no faltan momentos de gran belleza, como las famosas arias Cielo e mar, Suicidio y O, Monumento, pero el resto de la obra no está a la misma altura, aparte algún concertante más brillante y, por supuesto, la música del ballet La Danza de las Horas. El problema de esta obra radica en ser contemporánea de la gran producción verdiana, lo que significa que resulta devaluada frente a las obras del de Busseto. Si difícil resulta programar una ópera de Verdi, las dificultades son similares o incluso mayores en La Gioconda, ya que necesita una soprano dramática, una mezzo de corte verdiano, un tenor lírico importante, un barítono de los llamados verdianos y un bajo de importancia. Y a todo ello hay que añadir una contralto. En estas condiciones, cualquier teatro preferirá programar un título verdiano antes que La Gioconda y con razón.
El Liceu ha repuesto la producción que se estrenara aquí abriendo la temporada de ópera en Octubre de 2005. Se pudo ver posteriormente en el Teatro Real y también en la Arena de Verona, siendo ambos teatros coproductores junto al Liceu. Responsable de este trabajo escénico es Pier Luigi Pizzi, autor también de escenografía y vestuario, como es habitual en él, siendo la iluminación ahora obra de Massimo Gasparon, mientras que en su estreno se debía a Sergio Rossi. El mayor problema de la producción consiste en la monotonía de un escenario prácticamente único, consistente en la presencia de puentes sobre los canales de Venecia con tráfico frecuente de barcos y góndolas que atraviesan el escenario. Todo esto resulta atractivo en el primer acto, repitiéndose en el segundo, se elimina un puente en el tercero para facilitar los movimientos de los bailarines, añadiéndose unos pinos en el cuarto y último acto. El vestuario – para mí lo mejor de la producción – es atractivo y vistoso, sobre todo en lo que se refiere al coro, en tonos grises, negros, blancos y rojos. En cuanto a la dirección escénica, Pizzi da vida a las escenas de conjunto con un buen movimiento del coro, aunque los cantantes quedan un tanto abandonados a su suerte.
La dirección musical ha estado encomendada a Guillermo García Calvo, uno de los pocos directores españoles que suele dirigir en la Staatsoper de Viena, aparte de ser director titular de la Ópera de Chemnitz, donde ha dirigido el Anillo del Nibelungo en varias ocasiones. Su dirección me ha parecido eficaz siempre, ayudando bien a los cantantes en escena y llevando la obra con seguridad y sin sorpresas. Sacó un buen partido de la Orquesta del Liceu. Bien también el Coro del Liceu.
En estas representaciones debutaba la soprano sueca Irene Theorin en el personaje de la Gioconda, si bien tuvo que suspender las primeras funciones, siendo ésta la primera que cantaba. Confieso que tenía muchas dudas sobre la adecuación de esta soprano a este personaje y la verdad es que su actuación no me ha resultado convincente. Queda mucho mejor en ópera alemana y particularmente en heroínas wagnerianas que en ópera italiana. Su estilo no es demasiado adecuado, su dicción deja bastante que desear y su gran talón de Aquiles, es decir las notas altas, emborronan de manera notable su actuación, ya que su descontrol y sus notas gritadas son habituales.
El tenor americano Brian Jagde fue Enzo Grimaldo y exhibió una voz de tenor lírico amplia y de belleza notable. Como la felicidad no puede ser completa, su canto resulta un tanto monótono, ya que canta todo en forte y sin matices. Llamaba la atención cómo corría la voz cuando cantaba en el frente del escenario, mientras que salía a duras penas en cuanto cantaba algo más atrás.
El barítono italiano Gabriele Viviani hizo un buen Barnaba, el malvado de la ópera. Ofreció una voz amplia y bien timbrada para el personaje, resultando un buen intérprete de este diabólico personaje.
Laura era la mezzo soprano americana Dolora Zajick y creo que este personaje nada aporta a su brillante y amplia carrera operística. La voz ha perdido calidad en los últimos años, pero resulta muy poco creíble en escena, ya que más que la amante de Alvise y Enzo parece su madre. Tiene dificultades de movimiento, lo que todavía hace menos creíble su interpretación.
Alvise fue interpretado por el bajo-barítono italiano Ildebrando D’Arcangelo, que lo hizo de manera adecuada, resultado correcto como cantante y como intérprete escénico.
Finalmente, la mezzo soprano María José Montiel dio vida a La Cieca y lo hizo bien, aunque hay que decir que su voz no es de contralto, que es lo que pide el personaje. No me habría importado verla en la parte de Laura.
En los personajes secundarios lo hicieron de manera adecuada el barítono Carlos Daza en la parte de Zuàne, así como el tenor Beñat Egiarte en la de Isèpo y Marc Pujol en sus varios personajes episódicos.
El Liceu ofrecía una ocupación superior al 95 % de su aforo. El público se mostró cálido con los artistas, siendo los mayores aplausos para los bailarines principales (Letizia Giuliani y Alessandro Riga), María José Montiel e Irene Theorin.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 3 horas y 43 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 2 horas y 40 minutos. Ocho minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 306 euros, costando la butaca de platea entre 169 y 232 euros. La localidad más barata con visibilidad plena costaba 61 euros.
2º reparto: Anna Pirozzi triunfa en el Liceu
Gran Teatre del Liceu de Barcelona. 8 Abril 2019.
Esta representación corresponde al segundo de los dos repartos programados, aunque hay que hacer alguna matización. La protagonista de la ópera era en el primer reparto Irene Theorin, pero canceló las primeras representaciones, pasando Anna Pirozzi a cantar en el primer reparto, mientras que la italiana era sustituida en el segundo reparto por Saioa Hernández. A partir del día 7 de Abril, Irene Theorin ha retomado sus actuaciones, con lo que hemos vuelto a la situación de los dos repartos tal como estaban programados.
Nada hay que añadir a lo dicho el día anterior sobre la producción de Pier Luigi Pizzi ni sobre la dirección musical de Guillermo García Calvo.
La nueva intérprete de La Gioconda era la soprano italiana Anna Pirozzi, cuya actuación me ha resultado francamente buena y desde luego bastante superior a la ofrecida por Irene Theorin el día anterior. La voz de la soprano italiana es amplia y atractiva, brillando de manera especia en las notas altas, con un agudo amplio y poderoso. Curiosamente, las notas más graves existen, pero no tienen la facilidad de proyección de las notas altas. En cualquier caso, estamos ante una más que notable intérprete de la Gioconda.
Enzo Grimaldo fue interpretado por el tenor italiano Stefano La Colla, cuya actuación me resultó muy poco convincente. Una vez más he tenido ocasión de ver en escena a este tenor y una vez más le he encontrado con sus virtudes y defectos de siempre. Entre las primeras está el hecho de tener una voz importante, de tenor lírico pleno, y de las que se abren bien por arriba. Lamentablemente, resulta problemático en la zona de paso, la voz ofrece engolamiento en el centro y su mayor problema radica en su gran falta de expresividad, a lo que hay que añadir que su musicalidad no es precisamente destacable.
Barnaba fue interpretado por el barítono español Luis Cansino que tuvo una buena actuación. No cabe duda de que era un reto para él afrontar este personaje en un teatro importante como el Liceu. La voz funciona bien, con amplitud suficiente y resulta adecuado en escena.
La mezzo soprano georgiana Ketevan Kemomlidze fue una creíble Laura en escena, con una voz de cierto atractivo y cantando con gusto. Bastante más adecuada al personaje que Dolora Zajick en el primer reparto.
Carlo Colombara fue Alvise y no convenció vocalmente. Hace tiempo que la voz de este bajo se ha reducido, pero su mayor problema radica en las notas altas, que están totalmente descoloridas. Una pena.
Repetía como La Cieca la mezzo soprano María José Montiel, que volvió a hacerlo de manera notable, aunque no es la contralto que pide la partitura.
Repetían también los intérpretes de los personajes secundarios.
El Liceu ofrecía una ocupación de alrededor del 80 % de su aforo. El público se mostró cálido con los artistas, siendo los mayores aplausos para Anna Pirozzi y María José Montiel.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 3 horas y 42 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 2 horas y 39 minutos. Nueve minutos de aplausos, aunque su duración es algo engañosa, ya que se alargan al tener que retirar la escenografía del último acto para los saludos finales.
El precio de la localidad más cara era de 248 euros, habiendo butacas de platea entre 137 y 195 euros. La localidad más barata con visibilidad plena costaba 51 euros.
Cuando iba a empezar la representación me llegaba la noticia del fallecimiento del austriaco Gerhard Ottinger, crítico de ópera y una de las grandes autoridades en su campo. Era una auténtica enciclopedia viviente, con el que en los últimos 20 años charlé en las muchas ocasiones en las que nos encontrábamos en muchos teatros de ópera en el mundo. Todos los veranos coincidíamos en Peralada y era raro que no saliera a relucir en nuestras conversaciones la figura de Alfredo Kraus, tan admirada por ambos. Es una gran pérdida y le voy a echar mucho de menos. José M. Irurzun
Fotos. A. Bofill
Cansino? Buena actuación? Por favor… Si es un baritono bufo. Qué vergüenza.