Crítica: Primer y segundo reparto de Medée en el Teatro Real
Primer reparto. 19 de septiembre
Medea, ópera con moralización
“Medée” de Cherubini. Edición crítica de Heiko Cullmann a partir de la edición original francesa, con recitativos cantados a cargo de Alan Curtis. Reparto: Maria Agresta, Enea Scala, Nancy Fabiola Herrera, Jongmin Park, Sara Blanch. Orquesta y Coro Titulares del Teatro Real. Dirección de escena y escenografía: Paco Azorín. Dirección musical: Ivor Bolton. Teatro Real.
Apertura de temporada del Teatro Real con una ópera muy poco frecuente en coproducción con el Abu Dhabi Festival, “Medea” de Cherubini, estrenada en el Théâtre Feydeau de París el 13 de marzo de 1797. No será la única Medea de la temporada. En junio se estrenará la versión del mismo mito de MarcAntoine Charpentier, con William Christie y Les Arts Florisants. Las funciones de Medea están dedicadas a María Callas (1923-1977) en el año del centenario de su nacimiento. En 1953, tras adelgazar mediante un proceso aún discutido, cosechó un gran triunfo en el Maggio Musicale Fiorentino bajo dirección de Tullio Serafin y más tarde llevó la obra a la Scala con Leonard Bernstein. Nuestra siempre añorada Teresa Berganza cantó con ella el rol de Neris, protagonista de la única gran aria de estilo tradicional en la partitura, en Dallas en 1958. Callas se convirtió en su más adecuada intérprete, por canto y escena, abordando el papel más de treinta veces en nueve ciudades y llegó a encarnar a la vengativa maga en un film de Pasolini. Ya más tarde han seguido el camino cantantes como Gwyneth Jones, Inge Borkh, Leyla Genzer, Leonie Rysanek y actualmente Sondra Radvanovski, quien abrió la pasada temporada del Met. Montserrat Caballé la abordó en el Liceo en 1976 y en 1989 en Mérida y Peralada. Tampoco debemos olvidar la creación que realizó teatralmente Nuria Espert.
A lo largo de estos más de doscientos años han existido diversas versiones en cuanto a los recitativos ya que Cherubini no los llegó a escribir por dificultades en la época de la Revolución Francesa, siendo los más utilizados y hasta traducidos a alemán e italiano los de Franz Paul Lachner. Para esta nueva producción Alan Curtis ha creado unos propios acompañados en francés, bien hechos, respetando el espíritu de su compositor, homogeneizando la partitura, pero también eliminando contrastes. La partitura fue muy admirada por Wagner o Brahms, quien llegó a afirmar “es la obra que nosotros, los músicos, reconocemos entre nosotros como la cumbre mayor de toda la música dramática”.
Todos los personajes han de palidecer frente al poderío de Medea, así el infiel y traidor Jason, el fatuo Creonte, la insípida Dirce o la fiel Neris. Impresiona el carácter de Medea, capaz de asesinar un día a su hermano para conseguir a Jasón y otro día a su rival Dirce y hasta a sus hijos para vengarse de Jasón. Es más mujer que madre. Lamentablemente el tema ha pasado a ser actualidad en nuestros días y con frecuencia aparece en los medios de comunicación y hasta la protagonista sería equiparable, salvando distancias, a algunas feministas mal centradas.
Paco Azorín crea un escenario que representa la bajada a los infiernos de todos los personajes mediante una especie de pozo o mina con ascensor y gran escalera de 26 metros de altura. Arriba el palacio y abajo lava negra. En medio las furias, interpretadas por virtuosos artistas de parkour, que trepan y se arrastran. Maneja dos tiempos diferentes: el original, mítico y atemporal junto al más concreto actual y realza el drama de los dos hijos, adolescentes macarras, capaces de comprender, desde la escena inicial, llegando a matarlos con especial virulencia en el sueño de Medea durante la tormenta y, sin embargo, ocultándonos su asesinato real. Todo ello con carteles moralizantes, fáciles e innecesarios para muchos. Mezcolanza de ideas, absurdas con frecuencia – Medea como terrorista, invocación a Baco de los popes, etc.- pero con movimientos espectaculares y mucho atractivo para que parte del público no parase de sacar fotos. ¡Qué manía!
Para una obra así ha de contarse no ya con grandes cantantes, sino artistas. No los hubo en este reparto en cuanto al dúo protagonista. Maria Agresta sale de apuros como puede, especialmente en el tercer acto. No es fácil encarnar a esa mujer, medio diosa y hechicera, enamorada, engañada pero, sobre todo, ofendida, despechada y vengativa. La partitura es inclemente, si bien no por las inexistentes coloraturas o el virtuosismo, si por los cambios bruscos de registro, muy centrado en centro y graves, inaudibles en su voz, y con abundantes sies naturales, ya que la música sigue al texto silábico escrito en alejandrinos, a lo que hay que añadir tanto la subida de tono de las orquestas como las exigencias actorales actuales. Frases como “¿cómo osas enviarme al destierro?” sonaban más a una tierna súplica que a un desafío. La falta de contrastes lleva a una cierta monotonía. Enea Scala aporta intención y mejora en segundo y tercer acto, pero el timbre no es grato y el vibrato patente. Muy correctas Nancy Fabiola Herrera como Neris, Sara Blanch como Dirce y contundente en lo vocal el Creonte de Jongmin Park, aunque con poca presencia regia.
Ivor Bolton concibe la partitura como un paso de Haydn a Beethoven, ni tan clásica ni tan romántica, logrando un buen resultado de la orquesta -muy rica para la época- y los coros, relevantes en este caso y, a pesar, del anuncio de huelga y, quizá, con su habitual exceso de volumen. Todo ello, con momentos brillantes como la citada tormenta o el precioso acompañamiento con fagot incluido en el aria de Neris, no óbice para una cierta pesadez en el sonido de la obertura, así como falta de chispa en otros instantes y, en general, ausencia de emoción tanto vocal como orquestalmente.
Presidieron los Reyes, que inauguraron el “Cielo”, una proyección sobre la cúpula y la lampara de la sala. El Real quiere empezar con novedades. Gonzalo Alonso
Segundo reparto. 20 de septiembre
Esta representación es la primera del segundo reparto, del que hay que decir que es segundo en sentido cronológico y nada más, ya que, como era de suponer de antemano, vocalmente funciona bastante mejor que el primer reparto que vimos el día anterior.
Nada hay que añadir a lo escrito ayer sobre la producción escénica de Paco Azorín. Únicamente, añadiré que la escena inicial del tercer acto con esa especie de ensayo de la muerte de los niños no me resulta convincente y nada aporta.
Volvemos a tener en el podio a Ivor Bolton y las cosas no cambian respecto a lo dicho el día anterior. La dirección musical se queda corta.
La nueva Medea era la soprano madrileña Saioa Hernández, cuya adecuación al personaje es claramente mejor que la de Maria Agresta el día anterior. La voz está mucho más cerca de ser la de una soprano dramática, teniendo un centro amplio y poderoso registro agudo. Es una buena intérprete escénica. La calidad de su voz no es extraordinaria. De serlo, estaríamos ante una gran Medea.
Jasón era el tenor italiano Francesco Demuro, cuya prestación es también claramente mejor que la de Enea Scala el día anterior. No me parece un tenor extraordinario en cualquier caso, pero funciona bien y su voz cumple las exigencias del personaje.
La nueva Neris era la mezzosoprano valenciana Silvia Tro Santafé, que lo hizo bien, especialmente en su gran escena y aria del segundo acto. La voz es algo más reducida que la de su colega del día anterior.
El Rey Creón era el bajo barítono británico Michael Mofidian, que sustituía al inicialmente anunciado, el ruso Alexander Vinogradov. La voz tiene amplitud y mayor nobleza que la de Jongmin Park, y únicamente sus notas graves son menos sonoras. En conjunto, una buena actuación.
Dirce fue interpretada por la soprano valenciana Marina Monzó, soprano ligera de voz agradable en el centro y que queda un tanto descolorida en la zona alta.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración total de 2 horas y 55 minutos, incluyendo un intermedio y una breve parada entre los actos II y III. Duración musical de 2 horas y 23 minutos.
Hubo aplausos a escena abierta, pero tampoco en esta ocasión existió entusiasmo.
El Teatro Real ofrecía una ocupación de alrededor del 85 % de su aforo. El precio de la localidad más cara era de 289 euros, costando la más barata 40 euros. José M. Irurzun
Terrible la alusión sin sentido a mujeres que mata .sus hijos en la actualidad .No hay parangón ya sea por lo épico como el momento ,tan alejado de su versión original La Moral no debería ser puesta aquí y menos criminalizar a mujeres ,y que son los hombres quienes por estadistica realizan estos actos ,en estos tiempos.Y además los ojos de esa época no tienen que ver con las realidades de estos tiempos .Y menos hacer apología al feminismo ,me parece patético . Gracias
Qué tiene que ver el maltrato infantil con un “feminismo mal centrado”?
Para cuándo Andrea Chenier con un tenor con buena voz y una soprano única.Los precios exigen algo tan bueno cómo la Aída de Anna la rusa.
Aburrida versión tanto en lo musical como en lo escénico. Lo peor fue la escenografía de Azorín y la nula dirección de actores, por no hablar de la catequesis. Destroza los momentos de mayor elevación. Una lástima.
Totalmente correcto el comentario de Gonzalo Alonso, equiparando a un “feminismo mal centrado” Benévolo, diría yo, por tratarse de una mujer asesina en el ámbito familiar.
Si al asesino en ese ámbito se le llama “violencia machista”, ¿porqué no se le puede llamar violencia feminista?
E
Estrambótica la puesta en escena con vestuario que te saca totalmente del hilo y hace que te preguntes si se trata de una obra recién sacada del horno.
En la representación a la que asistí hasta hubo algún abucheo durante la paletada moralista a mitad de acto.
Por lo demás, los artistas cantaron y actuaron al nivel que se esperaba.