Crítica: La primera ópera de George Benjamin llega a Madrid
INTO THE LITTLE HILL (G. BENJAMIN)
Sala Verde de los Teatros del Canal de Madrid. 11 Febrero 2020.
Se trata del estreno de esta primera ópera del compositor inglés George Benjamin en Madrid, aunque no en España, ya que se pudo ver en el año 2010 en una representación en el Foyer del Liceu de Barcelona.
George Benjamin es seguramente el compositor de óperas más exitoso en los últimos años, ya que su segunda ópera Written on Skin (Aix-en-Provence 2012) es la más representada de las compuestas en el siglo XXI. No es una casualidad, ya que se trata de una obra muy buena en todos los sentidos, en cuyo éxito a mi parecer ha jugado un papel importante esa gran artista que es Barbara Hannigan.
Así pues, Into the Little Hill es la primera ópera del compositor inglés, cuyo estreno tuvo lugar en un llamado Festival de Otoño, que se desarrollaba en La Bastille de París en el año 2006. Se trata de una ópera de cámara, que cuenta con una orquesta reducida de 15 profesores y con dos únicos cantantes en escena. Su duración apenas supera los 40 minutos. No ha tenido el éxito de Written on Skin y yo me atrevo a decir que de hecho su presencia en los teatros se debe en buena medida al éxito de esta última, ya que en mi opinión la calidad musical de ambas óperas ofrece una notable diferencia.
No se ha prodigado en exceso George Benjamin en la ópera, ya que a estas dos señaladas no se puede añadir sino una tercera y de momento última, Lessons in Love and Violence, que se estrenara en el Covent Garden de Londres en mayo de 2018.
Into the Little Hill está basada es el conocido cuento del Flautista de Hamelin y se centra en la relación entre el Ministro y el Extranjero (el Flautista del cuento), apareciendo una serie de personajes, a los que más se refiere el libreto que la escena.
Para este estreno en Madrid se nos ha ofrecido una producción, que es una colaboración del Teatro Real, los Teatro del Canal y la compañía teatral La Veronal. La producción resulta un tanto extraña, ya que nos ofrece un escenario desnudo al inicio de la ópera y es durante su desarrollo cuando se van añadiendo elementos escénicos a base módulos, llegando al final de la misma con una mansión moderna ya montada en su cuarto de estar, con sus sillas, mesas y aparatos de televisión, donde evolucionan las cantantes y un grupo de 4 bailarinas, aparte de algunos extras. La producción se debe al valenciano Marcos Morau, que forma parte de La Veronal.
La dirección musical estuvo en las manos del británico Tim Murray, que llevó la obra con buen pulso, aunque no es fácil juzgar la dirección en una ópera desconocida. A sus órdenes estuvo la esta vez reducida Orquesta del Teatro Real.
La parte vocal ofrece dos solistas, soprano y contralto, que cantan en muchas ocasiones casi al unísono y unas veces interpretan los distintos personajes de la ópera y otras narran la trama. Fueron interpretadas por la contralto Camille Merckx, que ha interpretado esta ópera en diversas ocasiones anteriormente y ofreció un timbre oscuro muy apropiado para el rol, cantando con gusto. Su compañera de reparto era la soprano Jenny Daviet, que debutaba en el papel y mostró una voz de soprano ligera atractiva, cantando bien y sin problemas por arriba, donde la partitura es bastante exigente para ella.
La Sala Verde de los Teatros del Canal había agotado sus localidades, aunque hay que decir que el aforo es bastante reducido. El público aplaudió a todos los artistas en los saludos finales, aunque no hubiera gran entusiasmo.
La función comenzó con dos breves piezas para violín, también de Benjamin, teniendo en total una duración de 45 minutos, sin intermedios. Tres minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 17 euros, costando 9 euros la más barata. José M. Irurzun
Fotos: J. del Real/G. Florence
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