CRÍTICA: “Prokofiev triunfa en Berlín” [El ángel de fuego – S. Prokofiev] / Komische Oper de Berlín. 23 de enero de 2014
EL ÁNGEL DE FUEGO (S. PROKOFIEV)
Komische Oper de Berlín. 23 Enero 2014.
Esta representación de El Ángel de Fuego es de las que justifican un viaje y no solamente por la rareza del título, sino por la calidad de la misma, basada en una excelente prestación musical y en un espectáculo escénico extraordinario. El reparto vocal no está a la misma altura, pero eso es de sobra conocido por quienes frecuentan la Komisch Oper de Berlín, donde hay una compañía estable de cantantes sin grandes nombres, a semejanza de lo que ocurre en la Volksoper de Viena o en el Gärtnerplatz de Munich.
El Ángel de Fuego es una ópera fantástica de Sergei Prokofiev, que se estrenó en 1955 en Venecia, y sorprende que sean tan poco habituales las óperas de este compositor en los grandes teatros. El Ángel de Fuego, en una producción como la vista en Berlín y con una dirección musical adecuada, triunfaría en cualquier teatro del mundo.
Se trata de una nueva producción del australiano Benedict Andrews, director teatral de amplia experiencia, que últimamente está dedicando atención a la ópera. Aparte de este Ángel de Fuego habría que señalar, entre otros trabajos suyos, Calígula (Detlev Glanert) en Londres y Macbeth (Giuseppe Verdi) en Copenhague. El trabajo escénico que realiza en la ópera que nos ocupa es un auténtico hallazgo y un ejemplo de lo que se puede conseguir con imaginación, buen gusto y estudio profundo de una partitura. La escenografía de Johannes Shütz hace un estupendo uso de un escenario giratorio, en el que no hay más decorados que unos simples paneles de madera de quita y pon y algunos elementos de atrezzo. Es digno de elogio el partido que saca Benedict Andrews del grupo de figurantes-tramoyistas, que cambian a la vista los escasos elementos escénicos, y que además van vestidos todos ellos como los protagonistas de la ópera, Renata y Ruprecht, dando así un carácter más inquietante y onírico a toda la producción. El vestuario de Victoria Behr es colorista y atractivo, muy adecuado a la trama de la ópera, destacando el trabajo que realiza en la escena final del convento. Muy buena también la iluminación de Diego Leetz.
La dirección escénica de Benedict Andrews es espectacular. Trae la acción a tiempos modernos, pero es muy respetuoso con la trama y demuestra un profundo conocimiento de la partitura. Es ni más ni menos que un estupendo trabajo al servicio de la música. La dirección de actores es espectacular, tanto con los solistas como con el grupo de figurantes, tramoyistas, niños y coro. Un auténtico ejemplo de lo que debe ser una producción escénica moderna, cuyo coste tiene que haber resultado más bien bajo, pero que ha tenido que exigir numerosos ensayos para que todo haya salido tan cuidado en escena. El único punto debatible del espectáculo es el de haber ofrecido la ópera sin interrupción, cuando admite perfectamente un intermedio.
La dirección musical estuvo encomendada al húngaro Henrik Nanasi, que a sus 38 años es una autentica realidad. Hoy es bastante frecuente su presencia en importantes teatros de ópera y nada tiene de extraño, ya que se trata de un excelente director. El Ángel de Fuego necesita una batuta de primerísimo nivel para salir triunfante de un teatro de ópera y Henrik Nanasi lo ha conseguido plenamente. A sus órdenes la Orquesta de la Komisch Oper parecía mucho mejor que lo que he tenido ocasión de escuchar en ocasiones anteriores. A destacar también la actuación del Coro, que borda su intervención en el último acto.
Si escénica y musicalmente hemos asistido a una magnífica representación de ópera, no ocurre lo mismo con el reparto vocal, que no es excepcional. Es una pena que los grandes cantantes no presten más atención a las óperas de Prokofiev.
Renata, la protagonista de la ópera, era la soprano rusa Svetlana Sozdateleva, quien ofreció una muy convincente interpretación del personaje de la mujer poseída por el demonio. Este personaje es de lo más complicado que puede ofrecerse en un escenario, ya que prácticamente no deja de cantar durante las dos horas de duración de la ópera y además tiene que ser una notable actriz. Superar todas estas dificultades tiene un mérito excepcional y ella lo consigue plenamente. En términos estrictamente vocales la voz no es de una gran belleza y está apretada en más de una ocasión, pero insisto que Renata no es un personaje al alcance de cualquier soprano.
Ruprecht fue interpretado por el barítono de Azerbaijan Evez Abdulla, que ofreció una buena actuación. La voz tiene amplitud y un timbre atractivo, siendo un notable intérprete. Si mejora su emisión, es un barítono que puede tener recorrido. El bajo Jens Larssen fue un adecuado intérprete del Inquisidor y del rol mudo del Conde Heinrich. Buena actuación también la del tenor Dmitry Golovnin como Mefistófeles.
Los personajes secundarios cumplieron perfectamente. Eran Christiane Oertel (Dueña del Hostal), Xenia Vyaznikova (Abadesa), Alexey Antonov (Faust), Christoph Späth (Glock) y Bernhard Hansky (Mathias).
El teatro ofrecía una ocupación de alrededor del 90 % del aforo. El público dedicó una muy calurosa acogida a los artistas en los saludos finales, siendo las mayores ovaciones dedicadas a Henrik Nanasi y a Svetlana Sozdateleva.
La representación comenzó con 7 minutos de retraso y tuvo una duración total de 1 hora y 59 minutos, incluyendo algunas breves paradas entre actos. Duración musical de 1 hora y 55 minutos. Siete minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 68 euros, habiendo butacas de platea por 38 euros. La localidad más barata costaba 12 euros. José M. Irurzun
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