Critica: Puro Brahms
Puro Brahms
CICLO “CAMBRA AL PALAU”. Mariano García (violonchelo), Jorge Nava (piano) Obras de Schumann y Brahms. Lugar: Centro Cultural Almudín. Entrada: Alrededor de 300 personas. Fecha: Miércoles, 13 noviembre 2019.
En su triste deambular por variopintos escenarios de la ciudad, el Palau de la Música ha optado en el forzado exilio por trasladar su imprescindible ciclo “Cambra al Palau” al Centro Cultural Almudín, un espacio equivocado y de acústica imposible que puede servir quizá para cualquier cosa, pero desde luego no para la música. En la distancia, desde la incómoda silla de tijera de quita y pon, el violonchelo virtuoso y sensible de Mariano García y el piano cómplice y deslumbrante de Jorge Nava se percibieron el miércoles mermados y desdibujados hasta la desnaturalización por las sonoridades secas y entremezcladas de tan antimusical espacio, a las que aún había que añadir los ruidos urbanos que se filtraban desde el exterior.
Fue una lástima. Ya que solistas y programa tenían intenso calado. En los atriles, nada menos que las dos sonatas para violonchelo y piano de Brahms, enmarcadas junto a composiciones tan schumannianas como la Cinco piezas en estilo popular opus 102 y el Adagio y allegro opus 70, que el compositor renano idea en febrero de 1849 para trompa y piano, aunque con la opción de reemplazar la trompa por el violín o el violonchelo. Un denso y arriesgado programa que homenajeaba a Clara Wieck Schumann y que se coronó con la interpretación fuera de programa, a modo de propina, de una pequeña canción de la afamada pianista, esposa de Schumann y amiga íntima de Brahms.
Concertista en plenitud, músico hondo y sensible, solista de violonchelo de la Orquesta de Valencia, Mariano García es uno de los más refinados y dotados instrumentistas surgidos en la Comunitat Valenciana en las últimas décadas. Algo que ha vuelto a poner de relieve en esta nueva actuación, en la que ha lucido maneras y actitudes propias del gran solista que es, entregado con decisión en esta ocasión a dar vida a los dos monumentos que Brahms dedica al violonchelo. Con su sonido ancho y preciso, denso y ligero, surcó y se adentró con caleidoscópica sensibilidad en los infinitos universos que refleja Brahms en dos obras alejadas en el tiempo y en estilo: del mi menor de la Primera sonata, compuesta entre 1862 y 1865, al brillante Fa mayor de la Segunda, de 1886.
Apoyado en el piano cómplice y en absoluto secundario de Jorge Nava, el artista de Benimodo desgranó los entresijos de una música que él entiende y traduce con convicción y suntuosidad expresiva, envuelta en amplios golpes de arco y realzada por ese fraseo expansivo y lírico tan característico del romanticismo ya tardío y casi crepuscular del último y más puro Brahms. Lecturas brahmsianas cuyo vigor recuerda al grabado por Rostropóvich junto al gran Serkin, pero evoca también la estilización de un Fournier o la perfección alquimista de Starker. Tanto por su manera de tocar como por su poderosa personalidad artística, Mariano García juega también -como estas figuras legendarias del violonchelo- en la división de los grandes de las cuatro cuerdas. Tanto como el más que sobresaliente pianista hispano-boliviano Jorge Nava en la de los colosos del teclado de ayer, hoy y siempre. Gran recital. Pésima acústica y mucho público. Justo Romero
Publicado en el diario Levante el 15 de noviembre de 2019
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