Crítica: “Radamisto”, un largo y discreto Haendel
Ciclo Universo Barroco
Un largo y discreto Haendel
“Radamisto” de Haendel. C.Mena, P.Bardon, F.Boesch, S.Karthäuser, C.Hilz, M.Hirsch, V.Vinzant. Wiener Akademie. M.Haselböck, director. Auditorio Nacional. Madrid, 22 de abril de 2018.
Gonzalo Alonso
Poco a poco se nos van dando a conocer todas las óperas de Haendel. Explicaba el programa de mano de “Radamisto” que no es una ópera más de Haendel. Tiene sólo razón en parte, porque se trata de la primera que escribiera para la Royal Academy of Music londinense, una sociedad que funcionaba por acciones suscritas por los poderosos de la época. ¡Cómo cambian los tiempos! Éstos ponían antes su dinero, ahora ponen el de los demás. La obra tuvo muchos cambios en la tesitura de los papeles hasta que el rol titular se asignó al famosos Senesino, castrato que arrolló en Londres.
Universo Barroco ha ofrecido la partitura casi integra con casi tres horas de música, aunque han faltado alguna de las arias más importantes. Hora y tres cuartos de primer y segundo acto, descanso y otra hora de un tercer acto, que venía a ser como un largo “bis”. Cierto es que no merece la pena escenificar estas óperas, pero su presentación en concierto, con papeles masculinos cantados por mujeres vestidas de mujeres y bastante lío de personajes hace que muchos espectadores vivan en la confusión. Hay que agradecer que se proyectasen los textos en el gran órgano y es que Antonio Moral no da puntada sin hilo, pero no habría estado de más que los cantantes hubiesen reflejado en su vestimenta algún detalle de los papeles que abordaban.
Martin Haselböck respetó muchos “da capo”, quizá innecesariamente alguno de ellos, y concertó con pulso discreto el buen hacer de la Wiener Akademie, un conjunto de unos treinta músicos. En los siete solistas vocales destacó por arriba el contratenor Carlos Mena, impecable en un cometido que es difícil saber si Senesino lo haría mejor. En cambio destacó por abajo Christian Hilz, anunciado como bajo cuando no tenía nada de tal y tampoco caudal, lo que quedaba aún más al descubierto en la comparación con la rotundidad del barítono Florian Boesch, un tanto exagerada. Patricia Bardon convenció a pesar de no contar con el cuerpo necesario en el registro grave y cumplió con dignidad el resto del reparto. Como es habitual en este ciclo, el público respondió con mucho calor.
Discrepo de la afirmación de que “no merece la pena escenificar estas óperas”. La recuperación de la ópera barroca es uno de los signos de identidad más valiosos de nuestro tiempo (musical). Bien escenificada, la ópera barroca funciona igual de bien que la ópera romántica o la contemporánea. A título de ejemplo, el Teatro Real ha ofrecido Alcina y Rodelinda, ambas escenificadas, con notable éxito.