Crítica: El regreso de Gatti con Dresde y Schumann en Ibermúsica
El regreso de Gatti con Dresde y Schumann
Las cuatro sinfonías de Schumann. Staatskapelle Dresden. Daniele Gatti, director. Ciclo Ibermúsica. Auditorio Nacional de Música. Madrid, 21 y 22 de abril.

Daniele Gatti al frente de la Staatskapelle Dresden Foto: Jörg Simanowski
No era la primera vez que Madrid escuchaba a Daniele Gatti dirigiendo la integral sinfónica schumaniana, ya que hace unos cuatro años lo hizo con la Mahler Chamber Orchestra, pero evidentemente las circunstancias han cambiado. De un lado ya se han olvidado las acusaciones por conducta inapropiada a las que se enfrentó y, de otro, su vuelta es con una orquesta muy superior, la Staatskapelle Dresden, una de las más antiguas de Europa ya que su fundación data de 1548. Gatti es su titular desde el pasado agosto.
Daniele Gatti (Milán, 1961) está muy familiarizado con estas obras, que ha dirigido multitud de veces. De hecho, en 2021, inauguró con ellas el Festival de Dresde. Las sinfonías de Robert Schumann (1810-1856) parecen infravaloradas en los conciertos, especialmente la segunda. Curiosamente la que más se toca es la cuarta que, sin embargo, no cosechó éxito en su estreno.
Al final es el público quien ha demostrado sus preferencias a lo largo de los años. Fueron partituras tardías en su catálogo, pues la primera sinfonía data de 1841 y la revisión de la cuarta se terminó en 1851. Gatti ha demostrado sus cualidades: técnica, claridad, dominio del estilo y del color de las obras, así como su experiencia en ellas. No es un director que llame la atención por sus gestos, sino serio y preciso. Se decantó por tempos habituales en las cuatro sinfonías.
El primer día se abrió con el Aria de la Suite nº 3 BWV 1068 de Bach, en una lectura dulce, delicada y profunda de la cuerda, a la que, tras unos inoportunos aplausos, siguió un respetado minuto de silencio por el fallecimiento del Papa Francisco. Tras éste, la fortaleza de los metales al inicio de la Primera. Poco a poco, tras los metales, se nos fueron revelando las cualidades de la orquesta, las maderas en el segundo movimiento, así como los solistas de cada grupo, empezando por la flauta en la cadencia del cuarto. Culminó en un final potente, fiel a la alegría de la primavera a la que se dedica la obra.
La Tercera se abrió rítmicamente por el tutti y en ella destacó la arquitectura con la que Gatti fue construyendo desde ese ritmo inicial, pasando por una pausada y ondulante danza en el Scherzo o la doble fanfarria de metales y maderas delFeierlich para terminar de forma grandiosa el homenaje a la vieja Alemania que supone la obra.
La coral de los metales abrió la Segunda iniciando el segundo día. Interpretación con carácter, sin prisas y perfectamente construida en la que sobresalió el Adagio espressivo, donde Gatti se alineó con la mirada hacia el futuro que parece presagiar Schumann. Absolutamente maravilloso, como la forma de exponer esa coda que recupera el tema inicial para concluir de forma brillantemente alegre.
La Cuarta, la hoy más popular, es un tour de force para cualquier director que ha de saber condensar en sus treinta minutos de duración todos los contrastes que lleva dentro. Gatti lo resolvió bien, con aliento romántico, los acentos adecuados, un relato fluido, intensidad y potencia a la vez que transparencia. Sin embargo, para quien escribe, queda en la memoria la versión que Karajan realizó con la Filarmónica de Viena en 1987. Gran triunfo con un público que no abarrotó la sala y que no logró conseguir propina alguna.
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