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Por Publicado el: 28/03/2025Categorías: En vivo

Crítica: “Resurrección” con Currentzis: Morir para vivir

Resurrección con Currentzis: Morir para vivir

Sinfonía n.2 Resurrección de Mahler. Sophia Tsgankova, soprano y Maria Bakarova, mezzo. Musicaeterna. Coro Ibercámara. Teodor Currentzis. Director. Ciclo La Filarmónica. Auditorio Nacional. Madrid, 26 de marzo de 2025.

Resurrección con Currentzis: Morir para vivirSinfonía n.2 Resurrección de Mahler. Sophia Tsgankova, soprano y Maria Bakarova, mezzo. Musicaeterna. Coro Ibercámara. Teodor Currentzis. Director. Ciclo La Filarmónica. Auditorio Nacional. Madrid, 26 de marzo de 2025.

Currentzis junto a las solistas, en los saludos finales

Mahler añadió al texto de Klopstock del movimiento final de su sinfonía Resurrección, después de eliminar sus cuatro últimos versos, la frase “Moriré para vivir”. La grandeza de esta obra y de la lectura vivida en al Auditorio Nacional provocaron que quien escribe pensase tras su final: “no me importaría morir ahora”. Un concierto como muy pocos escuchados, más bien vividos, en los últimos años.

Si Mahler en su Primera  nos perfila un héroe, en la segunda nos lo entierra en cuatro movimientos para que, en el quinto, resuene el sentido de la vida y la muerte: la resurrección. Curioso que la primera persona a quien Mahler hizo escuchar el primer movimiento, el célebre director Hans von Bülow, quien reaccionó muy negativamente tras acabar tapándose los oídos, fuese aquel cuyo funeral le acabase de inspirar el canto final de la impresionante obra.

Resurrección con Currentzis: Morir para vivirSinfonía n.2 Resurrección de Mahler. Sophia Tsgankova, soprano y Maria Bakarova, mezzo. Musicaeterna. Coro Ibercámara. Teodor Currentzis. Director. Ciclo La Filarmónica. Auditorio Nacional. Madrid, 26 de marzo de 2025.

Imagen del concierto

Currentzis es un director de personalidad arrolladora, amado por unos y denostado por ello por otros, desde que sale al escenario con un pantalón negro más ajustado que unas medias y una holgada camisola casi maoísta del mismo color, sin podio y sin batuta, pero con unos brazos y unas manos con las que da rienda suelta a la expresividad, uniéndose también a ello las piernas. Sí, espectáculo, pero al mismo tiempo crea música y sin aligerar los tempos. Seguro que tanto ejercicio le hará adelgazar varios gramos cada vez. Es la antítesis de aquel Karajan que cerraba los ojos y casi no se movía, pero ambos han obtenido el mismo resultado final: hacer música.

Mahler tiene muchos compases que pueden parecer vacuos pero, incluso cerrando los ojos para que el espectáculo no engañe, lo que se escucha no distrae un solo compás, tal es la tensión que transmite Currentzis con unos músicos entregados con pasión. Bastó mirar a los contrabajos volcándose sobre sus instrumentos en el final.

La orquesta musicAeterna suena de maravilla, con una respuesta clara, uniforme, empastada en todas las amplísimas dinámicas que pide su director, desde los fortísimos -impresionante en el tutti a la mitad del primer movimiento o en el crescendo de la percusión en el citado final- hasta unos pianísimos milagrosamente audibles, a los que incluso se amoldó también la  mezzo -que no contralto- en el cuidado canto del “Urlicht”. Imposible destacar una sección de otra, pero tiene mérito que la cuerda fuese capaz de seguir en volumen a vientos y percusión, por cierto, con un pequeño grupo en el anfiteatro. Contrastes por todos lados.

Currentzis aprovechó los cinco minutos que pedía Mahler de pausa entre primer y segundo movimiento para la entrada de la soprano, mezzo y el Coro Ibercámara. Correctas las solistas e impecable el coro desde su entrada en piano, como debe ser, hasta la explosión final.

No ya aplausos u ovaciones, sino también innumerables “bravos” al final durante muchos minutos en las múltiples salidas y saludos de los participantes. Daba gusto verlos abrazarse y besarse. Un concierto para el recuerdo, como lo fue esta misma obra con Abbado hace años. ¡Gracias!

Gonzalo Alonso

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