Crítica: “Romeo et Juliette”, no pasa de la mediocridad
ROMEO ET JULIETTE (CH. GOUNOD)
Gran Teatre del Liceu de Barcelona. 22 Febrero 2018.
José M. Irurzun. Hacía casi 33 años que “Romeo et Juliette” no se representaba en el Liceu de Barcelona. En aquella última ocasión fue Alfredo Kraus su protagonista, quizá el más grande Romeo de la historia. Evidentemente, el resultado artístico y, especialmente, vocal de la representación que ahora nos ocupa no ha estado a la altura de aquella última ocasión. Más bien diría que el resultado ha sido bastante mediocre.
La producción ofrecida es una colaboración de la Ópera de Santa Fe y el Liceu de Barcelona, habiéndose estrenado en la localidad americana en Julio de 2016. La mencionada producción lleva la firma del británico Stephen Lawless y su trabajo me ha resultado poco convincente. La escenografía de Ashley Martin Davis es única para los 5 actos de la ópera y consiste en un semicírculo que viene a representar un mausoleo con nichos que recogen los nombres de los allí enterrados. La cosa puede funcionar en el prólogo, que no es sino un flash-back, pero hace falta tener mucha imaginación para comprender que estamos en el Palacio de los Capuletos o en el jardín de Julieta por no decir en la iglesia (aquí hospital de campaña) de Frère Laurent, y después en la Plaza de Verona. Podríamos seguir diciendo lo mismo de la habitación de Julieta en el cuarto acto y solo tiene sentido el último acto, al suponerse que se ha enterrado a la heroína, aunque resulta penoso ver a Capuletos y Montescos entrar en el mausoleo y asistir impávidos y con sus espadas desenvainadas al dúo final de los desgraciados enamorados.
La acción se traslada a la época de la guerra civil americana, es decir pasamos de la época de Shakespeare a la de Charles Gounod. La verdad es que ni aporta nada ni molesta, siendo también el vestuario obra de Ashley Martin Davis. Correcta la iluminación de Mimi Jordan Sherin. La dirección escénica no es particularmente brillante y no saca demasiado partido al movimiento de masas.
Volvía a estar al frente de la dirección musical el titular del Liceu, Josep Pons, cuyo mayor mérito en estos años ha consistido en mejorar notablemente la calidad de la Orquesta del Liceu, hoy claramente mejor que antes de la llegada de Pons. Su lectura no me ha resultado muy convincente, faltando en general inspiración y matices en una dirección un tanto rutinaria. La orquesta ha vuelto a sonar bien bajo su batuta, mientras que el Coro del Liceu no se ha mostrado demasiado conjuntado en esta ocasión. Si la orquesta viene mejorando, casi se puede decir lo contrario del coro.
Saimir Pirgu fue el intérprete de Romeo y su actuación no me resultó convincente. La voz es atractiva, pero queda corto de proyección y le falta mayor brillantez. La verdad es que se podía esperar más de él, no brillando tampoco en exceso como intérprete de este romántico personaje.
La soprano rusa Aida Garifullina fue Juliette y resultó creíble en escena, siendo una buena cantante, con el inconveniente de que resulta demasiado ligera para el personaje, especialmente en la segunda parte de la ópera. Hay una cierta escasez de colores en su voz, lo que hace que su interpretación vocal resulta un tanto monótona.
Frère Laurent fue interpretado por el bajo-barítono italiano Nicola Ulivieri, que estuvo bien, aunque prefiero un auténtico bajo en el personaje, sonando un tanto corto en la parte baja de la tesitura.
Rubén Amoretti lo hizo bien como Monsieur Capulet, aunque su voz en esta ocasión corría peor que en otras ocasiones anteriores. Ceo que el hecho de ser una producción escénica muy abierta por arriba perjudicaba la proyección de las voces.
Gabriel Bermúdez fue un correcto Mercutio con el inconveniente de siempre, es decir que la voz es más bien reducida y sale mal del escenario.
La mezzo-soprano Tara Erraught lo hizo de manera brillante como el paje Stephano, aunque escénicamente quedó bastante perjudica por la producción.
David Alegret lo hizo bien en Tybalt, con la voz quizá demasiado ligera. Adecuado y sonoro, Germán Olvera como Gregorio.
Stefano Palatchi cumplió con su cometido como Duque de Verona. Voz poco atractiva la de Susanne Resmark como Gertrude. Adecuado, Beñat Egiarte como Benvoglio, así como Isaac Galán en la parte de Paris. Finalmente, Dimitar Darlev cumplió como Frère Jean.
El Liceu ofrecía una ocupación alrededor del 95 % de su aforo, estando los mayores huecos en las localidades de visibilidad reducida. El público no se mostró demasiado entusiasmado con el resultado de la representación, siendo los mayores aplausos para Aida Garifullina y Saimir Pirgu.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 57 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 21 minutos. Seis minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 254 euros (centro de primer piso), costando la butaca de platea entre 142 y 196 euros. La localidad más barata costaba 47 euros. José M. Irurzun
Fotos: A. Bofill
Hola. Sólo quería corregir tu comentario respecto a los precios… Siendo espectáculo de tarifa 5 y 6, dependiendo del día, la entrada más barata es de 12€… Aunque sin visibilidad…
Gracias por el comentario. Siempre me refiero a la entrada más barata con visibilidad. A veces lo pongo así expresamente.