Crítica: ‘La Rosa del Azafrán’ en el Teatro de la Zarzuela
La Rosa del Azafrán, un espectáculo para disfrutar
La Rosa del Azafrán de J. Guerrero. Yolanda Auyanet, Juan Jesús Rodríguez, Ángel Ruiz, Vicky Peña, Mario Gas, Carolina Moncada, Ángel Ruiz, Juan Carlos Talavera, Pep Molina, Emilio Gavira y Chema León. Orquesta de la Comunidad de Madrid y Coro Titular del Teatro de la Zarzuela. Nicolás Boni, escenografía; Rosa García Andújar, vestuario; Albert Faura, iluminación; Sara Cano, coreografía. José María Moreno, dirección musical. Ignacio García, dirección escénica.
Esta tragicomedia ambientada en 1860 en un pueblecito de La Mancha, con texto de Federico Moreno y Guillermo Fernández Shaw, está basada en El perro del hortelano de Lope de Vega y fue estrenada en el Teatro Calderón de Madrid el 14 de marzo de 1930. Vuelve ahora al de la calle Jovellanos tras 21 años de ausencia, a pesar de ser una de las obras maestras de Guerrero junto a Los gavilanes (1923) o El huésped sevillano (1926). Habrá 14 funciones entre el 25 de enero y el 11 de febrero. Además, su música nos suena a todo y números como la “Canción del sembrador” del barítono, la jota “Bisturí, Bisturí”, el “Coro de Espigadoras” y hasta casi el “No me duele que se vaya” pertenecen al acervo popular. Mucha melodía, en definitiva, con arias, dúos y mucho protagonismo del coro.
Ignacio García ha adaptado el libreto para acercarlo a nuestros tiempos, reduciendo acertadamente los muchos diálogos iniciales y respetando el cien por cien de la música. En total hora y tres cuartos sin descanso. Plantea la obra como un homenaje a La Mancha, con sus cielos otoñales, los molinos de viento y hasta un recuerdo a Don Quijote y Sancho Panza, tanto en texto como en el curioso paralelismo entre ambos y la imagen de Don Generoso junto a Juan Pedro al final. Por cierto, que el primero lo asumía Mario Gas, con quien Ignacio García debutó en su primera zarzuela. La escenografía de Nicolás Boni nos lleva a un pueblo manchego en labranza, un escenario sencillo que irá cambiando desde el primer plano de una casa hasta el propio campo en una pantalla por la que transcurren las horas. En el homenaje a La Mancha solo faltó García-Page.
Buen trabajo en el foso por parte de José María Moreno, a veces con batuta y a veces sin ella cuando dirigía a un coro un punto pasado de volumen hasta casi apagar a el vozarrón de Juan Jesús Rodríguez al final de la “Canción del sembrador”. Éste, por cierto, acababa de recibir por la mañana el premio de Opera XXI al mejor cantante español de la temporada pasada. Sin duda uno de los mejores barítonos, con la voz de mayor caudal y timbre de nuestros días y perfecto en el papel de Juan Pedro. Yolanda Auyanet resolvió bien, pero no sin esfuerzo, la mayoritaria escritura para Sagrario en las zonas grave y media grave, con el problema de los repentinos agudos sin preaviso alguno. Muy buen nivel en todo el resto del reparto hasta en Elena Aranoa como cantante de música popular y una mención especial a la profesionalidad y buen decir de Mario Gas como Don Generoso.
Vayan a una de las muchas funciones y disfruten de una zarzuela popular muy bien resuelta.
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