Crítica: ORTVE, el difícil encanto de la sencillez
ORQUESTA RTVE
Obras de: W. A. Mozart y A. Honegger. Intérpretes: N. Labourdette (soprano), M. Alberola (soprano), P. Vázquez (mezzosoprano), S. Davislim (tenor). Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE. Director del Coro: Juan Pablo de Juan. Director musical: Miguel Ángel Gómez-Martínez. Teatro Monumental, Madrid. 22-II-2019.
Con un programa cuyos vínculos tenían mucho más que ver con el metatexto religioso que con una determinada estética musical, volvía Gómez-Martínez al podio de la ORTVE para dar su visión de una misa de Mozart y un oratorio de Honegger. La Misa Solemnis en Do mayor, K.337 forma parte de ese nutrido grupo de obras donde Mozart consigue articular una determinada sonoridad muy identificable que aspira a dibujar lo trascendente con total abandono de lo terrenal. Para la orquesta es una partitura con muchas dificultades en el balance, que se construye un poco como un castillo de naipes, con vértigo y belleza en idénticas dosis. En lo vocal hay una única cantante con papel comprometido (en este caso Natalia Labourdette) que alterna sus intervenciones con el coro y con el resto del cuarteto solista cuya presencia es, en comparación, meramente testimonial. La soprano madrileña cumplió con un papel tramposamente complicado (como casi todo Mozart), con buenas dosis de musicalidad y fraseo y un registro agudo algo abierto en la emisión. Hubo cierta inseguridad en las entradas, no tanto por falta de acierto por parte de la cantante sino por una general falta de tensión en la obra. No fue un acercamiento muy entusiasta el de la ORTVE, con articulaciones poco definidas y un embotamiento contagioso en la sonoridad de las cuerdas. El coro, protagonista real del concierto, matizó y supo plasmar con sensibilidad ese espacio casi onírico que propone Mozart.
La segunda parte trajo El Rey David, un oratorio de Honegger con muchos puntos de interés –principalmente en el entramado tímbrico– y con un desarrollo progresivo de su dificultad técnica que se organiza por niveles, entre la sencillez de la escritura orquestal y la más compleja parte coral. Este eclecticismo de la partitura (que se pensó en su origen para músicos amateurs) permite efectismos y juegos orquestales gracias a una rítmica más difuminada y un sentido del contraste desarrollado al límite. En este jardín se desenvolvió bien Gómez-Martínez, jugando con el fraseo y con los espacios abiertos de unos pentagramas que Honegger termina por transformar en una reflexión sobre el misterio. Con un reparto equilibrado, fue Maite Alberola la clara protagonista disfrutando de un excepcional momento canoro con proyección, afinación y capacidad expresiva. A gran nivel, de nuevo, el coro y Pilar Vázquez. El público demostró su cariño a Gómez-Martínez con una larga ovación tras los preceptivos saludos de cantantes, coro y orquesta. Mario Muñoz Carrasco
Últimos comentarios