Crítica: Rafael Ruibérriz interpreta las Sonatas para flauta de Luis Misón en el FeMÀS
Refinamiento y casticismo de Luis Misón
XL Femás. Programa: Sonatas para flauta y bajo continuo y dos tonadillas de Luis Misón. Intérpretes: Rafael Ruibérriz de Torres (traverso), Cristina Bayón (soprano), Isabel Gómez-Serranillos (violonchelo) y Santiago Sampedro (clave). Lugar: Iglesia de San Luis. Fecha: Domingo, 26 de marzo. Aforo: Lleno.
La fortuna y el afán coleccionista de doña Regla Manjón hizo que hace poco más de un año aparecieran en la biblioteca del palacio de la condesa de Lebrija de la calle Cuna una colección de partituras manuscritas que fueron identificadas como cinco sonatas para flauta y continuo inéditas de Luis Misón (1727-1766). Alabado en múltiples fuentes y testimonios como virtuoso de la flauta y autor de abundante música para dicho instrumento, los caprichos de los tiempos han hecho que, al margen de sus tonadillas escénicas, apenas hayan llegado unas pocas obras instrumentales suyas, razón por la cual estas cinco sonatas “sevillanas” suponen un hallazgo trascendental, rubricado además por la calidad de la música en ellas atesorada.
Misón se nos manifiesta aquí como un compositor perfectamente homologable a lo que se hacía por entonces en Europa, con una estética netamente galante que se enriquece, en su caso, con una fantasía y una inclinación hacia los contrastes, los cambios de humor y las bizarrías realmente atractivas. Y, ante todo, presentan una escritura brillante y sumamente exigente para la flauta solista que no está al alcance de cualquiera. Rafel Ruibérriz volvió a demostrar, tras su estreno absoluto en tiempos modernos en Cádiz el pasado noviembre, ser el intérprete apropiado para estas sonatas. Tras unos inicios algo dubitativos en materia de sonido en la sonata nº 1, el flautista sevillano mostró dominar a la perfección los recursos técnicos y expresivos que Misón requiere. Gracias a un generoso fiato pudieron desplegarse las largas frases de desarrollo ondulante, con largas tiradas de semicorcheas cromáticas en las que la afinación fue siempre impecable. La articulación picada se acompañaba de un legato muy sutil y de bella línea cantable en los movimientos lentos, como esas dos joyas de belleza pastoril que son los Adagios de la sonata nº 2 (con sutil y poético acompañamiento del clave en registro de laúd) y de la nº 5, en este caso con dos espléndidas cadencias llenas de buen gusto en la ornamentación. Las audacias armónicas de Misón se materializaron en precisos saltos descendentes y en glissandi modulantes resueltos con precisión y buen gusto por Ruibérriz, con la complicidad del continuo preciso y sobrio de Gómez-Serranillos y Sampedro.
Misón jugó en su momento un papel fundamental en la definición de la tonadilla escénica. Dos muestras de lo cual, igualmente inéditas, ofreció la soprano Cristina Bayón. A pesar de problemas en la inteligibilidad de las palabras, Bayón lo suplió con un canto sumamente expresivo, muy teatral, caracterizado por los guiños hacia el público y por el desparpajo en el fraseo, muestra cabal de todo lo cual fue la seguidilla quasi una sevillana que remata El celoso enamorado y el torero. Andrés Moreno Mengíbar
Publicada el 26 de marzo en el Diario de Sevilla
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