Crítica: Sabor vienés con la ORCAM
ORQUESTA Y CORO DE LA COMUNIDAD DE MADRID
Sabor vienés
Obras de Mozart y Mahler. Alicia Amo, soprano, Sonia Gancedo, mezzo, Víctor Sordo, tenor, Fernando Rubio, bajo. Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid. Director: Víctor Pablo Pérez.
Un acoplamiento ideal, vienés por más señas, el que se nos ofrecía en este concierto, que se abría con las tan hermosas “Vesperae solemne de confesore K 339” de Mozart, con sus sorpresas armónicas, sus visiones de la obra futura del compositor, su melodismo y sus episódicos toques de tragedia apuntada. La versión brindada tuvo emoción contenida y sentido de las proporciones (orquesta reducida con tres contrabajos), pero no creemos que consiguiera el ideal ensamblaje, el empaste adecuado.
El coro, de unos 40 miembros, bien preparado por su titular actual, Félix Redondo (y no Jordi Casas, como rezaba el miniprograma de mano) no acabó de sonar límpido y las líneas a veces quedaron algo difuminadas, aunque el balance obtenido en el “Beatus vir” fuera satisfactorio. Alicia Amo, son su voz de pájaro, dibujó y expresó con finura y alguna que otra nota grave nasal el bellísimo “Laudate Dominum”, donde el Coro, bien modulado por el director, cantó en “piano”. La conjunción del “Magnificat”, que cierra la composición, fue evidente. Junto a la citada soprano actuaron en sus menos comprometidas y más breves partes, la mezzo Gancedo, de penumbroso timbre y opacidad cierta, el tenor Sordo, muy ligero y expansivo, y el bajo Fernando Rubio, poco seguro, mate y de emisión “cupa”.
Amo protagonizó luego las dos canciones que rematan la “Cuarta Sinfonía” de Mahler; y lo hizo con elegancia e intención, luciendo su timbre de ave ligera, sobre todo en la segunda, de instrumentación menos robusta. No siempre se la escuchó con claridad, aunque la mano de Víctor Pablo trató en todo momento de aquilatar densidades y equilibrar volúmenes. Algo que pudo apreciarse desde el principio de la “Sinfonía”, después de una insegura entrada de las maderas, con ese tan conseguido dibujo de la curva melódica que muestra ya las características tan vienesas de la música.
Pudimos disfrutar, en lo que fue una muy meritoria prestación orquestal (con la formación aumentada: hasta seis contrabajos), de la seguridad de la sección de trompas, con un joven primero de alta calidad; de la paulatina y excelente fabricación del clímax del movimiento. La tímbrica un tanto agreste del conjunto comunitario casó bien en este caso con el sentido y espíritu de la música. Creemos que faltó algo de mordiente, de toque sarcástico al segundo movimiento, que pide una expresión más burlona, representada en ocasiones por ese violín “scordato”.
El tercer movimiento nos reservó lo mejor de la interpretación, desde el pausado comienzo, en el que las cuerdas frasearon con propiedad y muy cálida sonoridad. Todo se desarrolló, a lo largo de sus buenos veinte minutos, con contenida expresión y adecuada voluta hasta llegar al punto culminante, en el que todas las fuerzas se despliegan en un acorde majestuoso, muy bien controlado por el director. Franco éxito. Arturo Reverter
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