Crítica: Programa doble en la Scala: ‘Cavalleria rusticana’ y ‘Pagliacci’ en Milán
Programa doble en la Scala: ‘Cavalleria rusticana’ y ‘Pagliacci’ en Milán
Cavalleria rusticana, música de Pietro Mascagni, libreto de Giovanni Targioni-Tozzetti y Guido Menasci sobre un relato de Giacomo Zani. Reparto: Saioa Hernández, Francesca Di Sauro, Brian Jadge, Amartuvshin Enkhbat, Elena Zilio. Pagliacci, música y libreto de Ruggero Leoncavallo. Reparto: irina Lungu, Fabio Sartori, Amartuvshin Enkhbat, Jinxu Xiahou, Mattia Olivieri. Orchestra e Coro del Teatro alla Scala, Coro di Voci Bianche. Giampaolo Bisanti, director musical. Mario Martone, director escénico, Sergio Tramonti, escenógrafo, Ursula Patzak, vestuario. Alberto Malazzi, director del coro, Bruno Casoni, director del coro de voces blancas. Teatro alla Scala, Milán, 5 de mayo 2024.
Cavalleria rusticana y Pagliacci son dos óperas veristas, de corta duración y que habitualmente se representan juntas. Fue una buena elección de los programadores, ya que contienen muchos elementos comunes y no aturden al espectador con estilos o historias muy diferentes. Los personajes en ambas son pueblo llano rural y contienen una fuerte componente dramática.
Los libretos tienen una gran influencia del movimiento literario del naturalismo, con historias muy bien hilvanadas y trágicos finales. Son básicamente las únicas obras conocidas de cada autor, esa especie de maldición por oscurecer el resto y a la vez de agradecimiento por verse tantas veces en escena, siendo que, Pagliacci ocupa el puesto 18º y Cavalleria el 21º en los últimos 10 años, por delante de cualquier Wagner y de casi todas las de Donizetti.
Aunque con algunas discusiones según el musicólogo de que se trate, se suele considerar Cavalleria rusticana, en español Caballerosidad rústica como la primera obra verista, estrenada en Roma en 1890. La melodía pertenece a Pietro Mascagni, músico oficial del régimen fascista de Mussolini del que preferimos quedarnos su parte estrictamente profesional. Es una obra con escenas de violencia mental, verbal y física y acabará con la muerte del protagonista, en una atmósfera rural pero en vez de ver campos abiertos se nos aparece cerrada, asfixiante, con relaciones dañinas entre los personajes… Parece que asistimos a una de esas hermosas tragedias de Lorca. Realmente muy recomendable.
La versión que nos presenta la Scala fue creada en 2011, obra de Mario Martone. Los personajes se mueven en un espacio casi vacío en el que según la escena, van apareciendo elementos, nunca demasiados.Comienza con un coro, en el que los distintos aldeanos van entrando a la plaza y se preparan para asistir a la misa de Pascua. Cada uno porta su propia silla y acabarán de espaldas atendiendo el sermón mientras fuera se desarrolla la escena. Más adelante estas sillas mirarán hacia el frente, ya como espectadores de lo que acontece en la plaza. Los diversos juegos con las sillas nos parecen el único logro de una versión demasiado vacía.
Mientras se desarrolla la misa, se produce el primer diálogo entre mamma Lucia, cantado por la mezzo Elena Zilio (a la que se podrá ver en Madrid en Onegin) y Santuzza, interpretado por la flamante madrileña Saioa Hernández. Madre y nuera mantienen un emotivo diálogo que no presagia nada bueno. Mamma Lucia logra en todo momento conmover al espectador, que no puede sino ponerse en su lugar y sufrir con ella, desde el principio hasta el trágico final.
El estadounidense Brian Jadge, al que también podremos ver en Madrid este mismo año en Adriana Lecouvreur, como hijo y esposo Turiddunos gustó y contrajo el corazón en la práctica asunción de su destino en el diálogo con su madre. En la otra parte, el otro matrimonio, la joven napolitana Francesca di Saura, gustó en su papel de Lola, provocativo y como evocando a Carmen, enfrentándose a todos y sabiéndose centro de atención. Y el papel del desconcertado esposo de Lola, Alfio, fue interpretado por el solicitadísimo y ‘exótico’ barítono mongol Amartuvshin Enkhbat, que recientemente fue Rigoletto en Bilbao y que en otoño estará en Barcelona con La forza del destino. Que gustó y fue muy aplaudido, y actoralmente realizó el mejor papel de la noche.
Pagliacci por su lado es una joya musical, lírica y argumental, teatro dentro del teatro, introduciendo personajes de la comedia del arte en el que realidad y ficción se confunden y que inevitablemente también acabará en tragedia.
La versión es más acertada que la obra anterior. Se nos presenta al grupo itinerante de teatro acampados con su caravana en un ambiente hostil, al lado de un puente de carretera de algún suburbio metropolitano. Se ha traído a los años 50 y así aparece el atrezzo, que incluye algún coche de la época. Nada en contra, no afecta a la ópera. También habrá bastante acción en unos laterales adelantados, a ambos lados de la orquesta, con personajes que casi interactúan con el público: nos gustó esto. Lo que sí parece mejorable es la escena de la representación final, demasiado fría, no se aprecia bien el rol público/cómicos.
La llegada de la compañía al pueblo es recibida por este con un magnífico coro al que su director Canio (Fabio Sartori, no perdérselo en diciembre en el Liceo con Madama Butterfly), le explica la función de la noche, que comenzará puntualmente a las 23 horas, y se les explica también aquello que verán representado y que nadie sospecha en ese momento lo parecido que será a la amarga realidad. Canio es un hombre celoso y así lo declara, capaz de cualquier cosa para proteger su honor y lo que considera suyo, ‘su’ esposa Nedda.
Enseguida quedan solos el deforme y malvado Tonio (Amartuvshin Enkhbat, único intérprete que repite de Cavalleria) y la bella Nedda, a la que da vida la soprano rusa Irina Lungu. Tonio declara su amor por ella, que aunque ríe la elocuencia, en realidad ocurre en una escena en la que los espectadores nos sentimos violentados con el discurso y actuación de Tonio.
Pero Nedda sí que quiere a otro, a Silvio (el barítono Mattia Olivieri), un local con el que charla amorosamente después en una escena vista por Tonio que jurará venganza y buscará, con éxito, sangre, siendo la cizaña que Canio necesitará posteriormente. Canio ha visto el también final de esta escena, pero no logra reconocer al amante. La tragedia no se desata en ese momento porque el otro integrante de la compañía, Peppe (el tenor chino Jinxu Xiahou), logra acalmar los ánimos al menos hasta después de la representación a la que ya empiezan a acudir los aldeanos y en la que escuchamos una excepcional Vesti la giubba por parte de Canio, un ‘el espectáculo debe continuar’ a pesar de todo, a pesar de estar quemado por dentro.
Y en el segundo acto se desarrolla esa maravillosa representación de la comedia del arte, con Nedda-Colombina, Peppe-Arlequín, Tonio-Tadeo y Canio-Payaso en el que ahora realidad, para los protagonistas, y ficción, para el público que asiste, se entremezclan, mientras nosotros, el otro público, esperamos lo inevitable. Y sí, lo inevitable llega y Canio acaba asesinando a Nedda y Silvio con un público horrorizado al presenciar esa escena real y con un ‘La commedia è finita!’ final que encoge el corazón.
En el aspecto musical, el director Giampaolo Bisanti, actual director musical de la Opéra Royal de Wallonie, en Lieja, estuvo acertado en ambas obras, dirigiendo con precisión y sacando provecho en todo momento a la orquesta titular.
Y la orquesta titular… sin duda fue lo peor de la noche: nadie les va a negar su maestría como músicos, pero nada más acabar los últimos compases abandonaron el recinto y dieron la espantá. Así, al final de la ópera y como es costumbre, los artistas se acercaban a agradecer el trabajo de los músicos pero se encontraban con un foso vacío. Una falta de profesionalidad, de educación y de respeto, por muy Scala de Milán que sea.
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