Critica: Shostakovich a toda presión
SHOSTAKOVICH A TODA PRESIÓN
Obras de Beethoven y Shostakovich. Josep Colom, piano. Orquesta Nacional. Director: David Afkham. Auditorio Nacional de Madrid, 10 de mayo de 2019.
Hemos visto a un Afkham muy en forma y a una Nacional en estado de gracia que nos han ofrecido uno de los mejores conciertos de la temporada. El director germano se nos ha mostrado firme –en esta ocasión portando la batuta-, seguro, expresivo e inspirado y ha controlado en todo momento el flujo musical construyendo muy hábilmente el compacto y robusto edificio de la extensísima y algo plúmbea por momentos “Sinfonía nº 7”, “Leningrado” de Shostakovich. Una labor que, también por la agrupación, quedó unos tramos por encima de la desarrollada el día anterior por la Orquesta Chaikovski.
Ya desde el principio, con el exquisito solo del concertino Miguel Colom, pudimos apreciar que estábamos ante una ocasión especial, que fue confirmándose a medida que transcurría el tiempo. La larga y repetitiva, obsesiva e hipnótica escalada hacia la cima –el conocido “episodio de la invasión”, como nos recuerda en sus notas, Benjamín Rosado– fue adecuadamente esculpida desde el pianísimo a partir de la base de una caja casi inaudible manejada con rara habilidad por Rafael Gálvez.
El descenso hacia el lirismo un tanto sacarinoso y confortable posterior fue bien traducido en las refinadas “volatas” de las cuerdas, que volvieron a dar lo mejor al comienzo del “Moderato; poco allegretto”, en donde se lució el oboe de Víctor Manuel Ánchel. Las cuerdas sonaron acopladas en las emotivas frases del inicio del “Adagio”. Fue el momento del flautista Pepe Sotorres, secundado al poco por el instrumento grave de Juana Guillem. Afkham consiguió que la tensión no decayera en el “Allego non troppo postrero”, que fue iniciado sin solución de continuidad, y que los acordes siguientes sonaran como auténticos hachazos. Asistimos a un nuevo crecimiento dinámico, con los cobres a toda presión y una voluntaria acentuación de las disonancias en pasajes caudalosos es cierto que no siempre bien dosificados y con planificación –tan compleja- algo embarullada, bien que en el esplendoroso –y algo facilón- final, con la orquesta a todo trapo, todo fuera encajando y se culminara un cierre en el que las distintas voces estuvieron en su sitio.
Antes, y como lujoso “aperitivo, pudimos escuchar una limpia y bien desarrollada versión del “Concierto nº 3” de Beethoven, en el que el pianista Josep Colom –que no es pariente del concertino- exhibió su sólido mecanismo, en consecución de un fraseo claro y de un entendimiento de la obra que bebe aún en aguas mozartianas. Su entrada fue nítida, en aplicación de un discreto y expresivo “rubato”. La tónica se mantuvo pese al inesperado y ostensible despiste del solista tras la intervención orquestal y la primera exposición del refrán, y casi todo funcionó para que el conjunto prosperara sin mayores problemas y para que Colom mostrara de nuevo su juicioso y discreto empleo de los pedales en busca del idóneo juego de matices y colores. Arturo Reverter
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