Crítica: Christian Thielemann dirige la Filarmónica de Viena junto a Igor Levit
Tres veces entre atriles… fueron pocas
Obras de Brahms. I. Levit, piano. Orquesta Filarmónica de Viena, Ch. Thielemann. Musikverein, 9 de diciembre de 2023.
A unas semanas de protagonizar el Concierto de Año Nuevo, Christian Thielemann ofreció este monográfico dedicado a Brahms. El idilio de la capital austríaca con el director berlinés no parece tener fin: tres veces tuvo que salir a recibir los aplausos entre atriles, cuando ya la Filarmónica de Viena había abandonado la Musikverein.
El programa incluía dos de las obras orquestales más singulares de Brahms. En la primera parte el segundo Concierto nº2 op. 83 cuya estructura en cuatro tiempos y la singular escritura pianística hacen que se señale, de manera casi tópica, su carácter sinfónico. Pero también la Sinfonía nº3 es de sus cuatro sinfonías la más peculiar: sin un verdadero movimiento lento y con ese final sosegado y reflexivo lejos del brillo de las codas de sus otras tres sinfonías. Igor levit comenzó el segundo concierto ofreciendo una versión apasionada, intensa y vital del primer tiempo al que Thielemann respondió con una versión recia que primero contrastó con la parte solista para, conforme avanzaban los minutos, ir comulgando en una misma visión de la obra. Levit parecía contagiado de esa intensidad sin poder contener gestos de tensión, como esos puños con los que golpeaba su banqueta. Tanto en el segundo tiempo como en el tercero hizo muestra de un exquisito sonido perlado y una gran capacidad para el matiz dinámico para encontrar el diálogo ideal con cada uno de los timbres orquestales. Pero, sin duda, el momento álgido de su interpretación llegó en el tercer tiempo en el que hay que señalar la excelente interpretación de Tamás Varga al violonchelo. La Musikverein ovacionó al pianista que obtuvo también el reconocimiento de un Thielemann que le aplaudía intensamente.
Fue la propia Filarmónica de Viena la que estrenó la Tercera Sinfonía de Brahms hace justo 140 años (el 2 de diciembre de 1883). Thielemann es uno de los mejores intérpretes de la música de Brahms de la actualidad. Además, su entendimiento con la orquesta es absoluto, eso le permite hacer de ella un instrumento de inaudita ductilidad; con dicha ductilidad se permite el director solucionar todos los retos interpretativos de esta sinfonía, que no son pocos. Especialmente magistral resultó la forma de introducir segundos sujetos y temas secundarios a través de sutiles rubatos, que hicieron de esta versión un continuo orgánico de deslumbrante continuidad e intensidad. El resultado final fue una monumental construcción interpretativa que culminó en ese plácido y evocador final al que Thielemann dotó de un cierto aire epifánico. La orquesta estuvo en estado de gracia y lo cierto es que en este repertorio tiene muy pocas competidoras en el mundo. Tres veces salió a saludar Thielemann en atriles… fueron pocas… César Rus
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