Crítica: Ton Koopman dirige la Orquesta y Coro Nacionales
Alegría y misterios
Obras de Rebel, Schubert y Bach. Ilse Eerens (soprano), Maarten Engeltjes (contratenor), Tilman Lichdi (tenor) y Andreas Wolf (bajo). Orquesta y Coro Nacionales de España. Dirección del coro: Miguel Ángel García Cañamero. Dirección musical: Ton Koopman. OCNE 22/23. Auditorio Nacional, 14 de mayo
Son ya muchos años de acercamiento especializado los que ha vivido la Orquesta y Coro Nacionales de España, desde aquellos primeros proyectos específicos barrocos hace una década en los que Antonini trabajaba dimensiones, ornamentos y dinámicas. Han pasado grandes batutas —de William Christie a Marc Minkowski— pero con pocas figuras se percibe tanta buena sintonía como con Ton Koopman, visita recurrente y colaborador feliz del aquel magnífico disco publicado por la ONE con obras de Mendelssohn y, precisamente, la Inacabada. Empezó “Le chaos” de Les éléments de Rebel, ese cluster impensable para la época que parece viajar dos siglos en el tiempo. Al realizar un único movimiento, y el más llamativo además, no era necesaria la coherencia de pulso que requiere la suite completa, así que Koopman pudo definir con esmero la disonancia, bien apoyada por los graves y con el volumen preciso para convocar la sensación de desorden.
Le siguió la monumental Sinfonía n.º 8 en Si menor, D.759 de Schubert, la «Inacabada», para entendernos, ese misterioso discurso articulado alrededor de un insistente tres por cuatro que se convierte en tres por ocho cuando el dramatismo arrecia. Una de las bellezas de la sinfonía está, antes que en sus melodías, en lo que ocurre debajo de ellas, en la manera en la que el material melódico se refuerza gracias a la lúcida mirada orquestal de Schubert que no nos ahorra ni oscuridad, ni duda ni tensión. Koopman se permitió acentuar esas melodías subalternas jugando con su patrón dinámico, haciéndolas surgir de la nada (como los chelos del inicio del primer movimiento) o deteniendo el tiempo en silencios expresivos amplios pero sin amaneramientos. La mitad de los compositores neorrománticos de bandas sonoras del siglo pasado han bebido de esta sinfonía, con lo que la familiaridad de según qué pasajes fue puesta de relieve sin neceidad de subrayados específicos, y con una sección de viento madera bien balanceada. Gran lectura, en definitiva.
Quedó para la segunda parte la teórica especialidad de la casa, la cantata profana Auf schmetternde Töne der muntern Trompeten, BWV 207 de Bach, llevada a pulso vivo y con profundo conocimiento de la retórica inherente al discurso del cantor de Leipzig. Emocionante dúo de Ilse Eerens y Andreas Wolf como perla destacada. Gran trabajo de la orquesta y del coro para adecuarse sin estrépitos a algunos criterios históricos sin los que hoy esta música apenas se entendería.
Resumiendo, alegría y misterio a partes iguales en la nueva visita de Koopman, una baldosa más en el peculiar camino de baldosas amarillas que se trae el director con la OCNE. Mario Muñoz Carrasco
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