Crítica: Torres-Pardo entre amigas en la Zarzuela
Música ente amigas. Rosa Torres-Pardo, piano. Marina Pardo, Ruth Rosique, Patricia Guerrero, Rocío Márquez, Lucía Álvarez, Clara Muñiz, Ana Belén. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 5 de febrero de 2019.
Preludio: Corrían los años setenta. En un piso alto de la Torre de Madrid vive el pianista y catedrático del Conservatorio de Madrid Joaquín Soriano, que ha reunido en su casa a media docena de amigos. Toca algunas piezas breves de Chopin. Una de sus alumnas, Rosa Torres-Pardo, con la carrera casi recién terminada, toca “El Puerto”. Al poco empieza a cantar canciones italianas y un servidor se une a ella en el “Non crederle” de Mina. La cosa se anima y se han acabado los cubatas -aún no se estilaba el gintonic- por falta de Coca-Cola. Bajo a un apartamento unos pisos más abajo a pedir ayuda. Me abre la puerta Antonio Banderas prácticamente en pelota picada. Y Rosa sigue tocando y cantando. Está formidable. La animamos a seguir por ese camino. Era obvio, ya entonces, que era una mujer espectáculo. Pasan algunos años, se casa, tiene hijos y en su casa organiza reuniones musicales en las que presenta artistas jóvenes seguidas de amenas tertulias.
Febrero 2019: Han transcurrido más de 40 años. Rosa es una concertista internacional. Tiene en su haber, entre otras distinciones, la medalla Isaac Albéniz (2004) y el Premio Nacional de Música (2017). Colaboró con Carlos Saura en la película “Iberia”, participó en el documental sobre Lorca “Así que pasen cien años” de Javier Rioyo, en “El color de la música” de JL López-Linares y fue la artífice del reciente e imprescindible documental sobre Granados. Pero, además de todo ello, le encanta promover espectáculos con otros artistas. Son innumerables los que ha organizado. No hay duda que sólo hay una razón para todo ello: su inmenso amor por la música. ¡Ah!, y Rosa podría ser ya abuela, aunque siga joven por dentro y por fuera.
Esta vez es el Teatro de la Zarzuela donde Rosa lleva un grupo de amigos, en este caso amigas, de muy diferentes profesiones artísticas en un marco muy acogedor que aprovecha la barra del decorado de “El sueño de una noche de verano” para ambientar un café en el que la pianista presenta y toca. La mezzo-contralto Marina Pardo abre con “Erbarme dich” de Bach, una pieza demasiado arriesgada para abrir boca. La soprano Ruth Rosique continúa con Hahn, pero son Rosa, con el “Fandango R 146” del Padre Soler, cuyos cuartetos por cierto ha grabado, y Patricia Guerrero quienes hacen saltar las primeras chispas con una arrebatadora combinación de piano y danza. Rocío Márquez recorre el mundo popular de Lorca para aunarse a Guerrero en uno de los momentos cumbres de un espectáculo que provocará el entusiasmo constante. Rosa presenta a su hija Clara Múñiz: “Afina, tiene voz y es capaz de echarle cuento”. Acierta. Podría estar actuando en cualquier teatro tras su demostración con Piazzolla y el divertido parlato-cantado de Ricardo Llorca “Steak Tartar”. Ana Belén llena el escenario, a pesar de salir casi en camisón, con su talla de artistaza cantando a Weill y en una curiosa mezcla de poesía de García Montero y piano en el “Lavapiés” de Albéniz. Un par de tangos con unas y otras y con Rosa en su maravilloso Granados ponen fin a una velada difícil de repetir. Un auténtico placer. Si no existiese Rosa Torres-Pardo habría que inventarla. Gonzalo Alonso
Es muy feo que una chica sin cualidades musicales, Clara Muñiz, la enchufen por ser hija de Rosa Torres.