Crítica: ‘Tosca’. Abucheos en Múnich
Tosca, música de Giacomo Puccini y libreto de Giuseppe Giacosa y Luigi Illica, sobre ‘La Tosca’, de Victorien Sardou. Reparto: Eleonora Buratto como Tosca, Charles Castronovo como Mario Cavaradossi, Ludovic Tézier como el Barón Scarpia. Cesare Angelotti, Martin Snell, Tansel Akzeybek, Christian Rieger, Pawel Horodyski, solistas del coro. Bayerisches Staatsorchester, Bayerisches Staatschor, Kinderchor der Bayerischen Staatsoper, Münchner Knabenchor. Andrea Battistoni, director musical. Christoph Heil, director del coro. Kornél Mundruczó, director de escena, Monika Pormale, escenografía y vestuario. Bayerisches Staatsoper, Múnich, mayo 2024.
Tosca es una ópera bien conocida y muy representada: la quinta más representada en los últimos 10 años, la segunda de Puccini, tras La bohème y por delante de Madama Butterfly, y escritas en ese orden, entre finales del XIX y principios del XX. El libreto incluye partes algo inverosímiles (así es la ópera) pero incluye interesantes reflexiones que van desde el papel de la Iglesia católica en todo lo que son movimientos reaccionarios, el acoso y abuso de las mujeres y así hasta la necesidad de inmiscuirse uno mismo para conseguir objetivos que vayan en beneficio de toda la sociedad aunque eso signifique sacrificios personales.
¿Y qué hemos visto aquí? Un despropósito. Un despropósito escénico y musical en el primer acto, algo recompuesto en los dos siguientes y que trajo abucheos con el primer telón y en los saludos finales, con todos los creativos presentes, dado que se trataba del estreno de esta nueva versión.
Lo primero que hay que mencionar es que, una persona que vea por primera vez la obra estará totalmente perdido entre lo que ve y lo que escucha. Y bueno, a los que ya la conozcan, igualmente les resultará complicado si no han leído antes referencias sobre el montaje o si simplemente no conocen el contexto que nos presenta el director escénico, que es el director de cine húngaro Kornél Mundruczó: convierte al pintor Mario Cavaradossi en un álter ego del cineasta P.P. Pasolini que está rodando el filme ‘Saló o los 120 días de Sodoma’.
Pros y contras: no es desacertado actualizar la obra y traerla al siglo XIX y pasar de la pintura al cine. La república de Saló fue real, una república italiana títere de los nazis en la que Pasolini vivió. Pero aquí estamos en los años 70, las fuerzas opresoras (incluido el papado) de la Italia de la pre-unificación, en tiempos napoleónicos, ¿la sustituimos, no por los nazis, sino por los gobiernos de la democracia-cristiana por muy corruptos que estos fueran? ¿Torturaban y asesinaban?
Además, como hemos mencionado, el espectador no tiene por qué conocer este contexto y si no conoce a Pasolini, algo que ocurrirá seguramente en el 90% de los casos (que subirá al 99% fuera de Italia, y esto era Múnich), estará perdido porque ve escenas sin sentido. Esta alteración espacio-temporal provoca también mucho anacronismo y diálogos con poco sentido entre los diferentes personajes.
Describimos brevemente:
Primer acto. Set de rodaje de una película, Cavaradossi, representado por el tenor estadounidense Charles Castronovo, es el director: una boda en la que todos los testigos desfilan desnudos hacia el altar. Aparece el personaje de Angelotti (Milan Siljanov), que difícilmente cuadra en la escena, por la que se pasea sin ton ni son y que se esconde en un mueble del atrezo. Es amigo de Cavaradossi, que le ofrece su ayuda. También sabemos por qué huye: es miembro de las Brigadas Rojas.
Gran error: las Brigadas Rojas no eran un grupo de liberación en los tiempos del fascismo, eran un grupo terrorista que robaba, extorsionaba, secuestraba y mataba. ¿Sabe esto el director de escena? ¿Nadie le ha dicho nada? No podemos odiar a Scarpia por querer capturarlo ni sentiremos pena cuando sabemos de su suicidio. ¿Alguien podría imaginar una película con un integrante de ETA o Al Qaeda como héroe liberador?
Ahora es el turno de Tosca (la mantuana Eleonora Buratto), que pasa a visitar a su amado y que tiene un ataque de celos. Y el último personaje en presentarse es el villano Scarpia (Ludovic Tézier), representante del orden establecido, aquí un policía con pocos escrúpulos, que busca al fugitivo y del que sólo encuentra alguna pista.
El final acabará con una magnífica ejecución en lo musical del Te Deum por parte de coro y orquesta, pero desconcertante en la organización: carabineros golpeando y fusilando a los actores y sin saber si es realidad o ficción, la Virgen en una procesión que no tiene nada que ver con lo que sucede alrededor…
Como hemos dicho, al acabar este acto hubo abucheos. No gustó esta escenografía (por incomprensible e incoherente) y molestó el excesivo volumen de la orquesta, no se podía escuchar a los cantantes.
El segundo acto fue escénicamente mejor, son las dependencias del oficial Scarpia en las que es servido a voluntad por sus esbirros y donde intentará abusar de Tosca para evitar la tortura de Cavaradossi. También mejoró musicalmente ya que la orquesta se contuvo más que en el primer acto. Con todo, la bellísima aria ‘Vissi d’arte’ que canta E. Buratto queda un poco difuminada y sin sentido: es una oración, ¿pero a quién la dirige en un ambiente tan confuso? Y confuso también es la procesión de mujeres, entendemos que abusadas por Scarpia, cuando Tosca lo mata para defenderse. Entendemos lo que quiere decir pero no vemos que la escena venga a colación.
Y en el tercer acto aparecen los sótanos de las anteriores dependencias policiales, donde Cavaradossi es torturado, donde nos canta el aria ‘E lucevan le stelle’, una de las cumbres de la ópera, pero en este caso mejor escuchar con los ojos cerrados, ya que será difícil prestarle toda la atención mientras aparecen de fondo imágenes de diversas películas de Pasolini. También resulta paradójico que, tras la ejecución del pintor-director, Tosca se suicide saltando… desde un sótano.
Pensamos que hay que darle una vuelta a esta escenografía, si no retirarla del todo.
En lo estrictamente musical, el director veronés Andrea Battistone, gran especialista en ópera italiana, no estuvo muy acertado, mencionado está ya el excesivo volumen de la orquesta, especialmente en el primer acto, mejor que se lo tome con más calma en próximas representaciones.
Muy bien Castronovo, expuso su personaje con buena voz y no sin dificultades debido a la difícil escenografía en determinados momentos (como en el tercer acto).
También gustó mucho Eleonora Buratto, quien de vez en cuando pasa por España (Valencia y Madrid en 2022 y 2023), en su primera interpretación de Tosca. Estuvo muy creíble en su papel de víctima y heroína, valiente frente a Scarpia.
Y Scarpia, el marsellés Ludovic Tézier, fue el mejor de la noche. Este barítono, con 55 años, está quizá en el cénit de su carrera y tanto vocal como actoralmente trabaja muy bien sus personajes. El año pasado nos gustó en su papel de Rigoletto en el Teatro Real (al que volverá en octubre para un recital) y este mismo año ya pudimos hablar bien de él por su actuación de Barnaba en ‘La Gioconda’, en Nápoles.
En fin, Tosca merece más, y Múnich merece más.
La gente está harta de tanto simbolismo mal llevado y forzado. Creo que se equivocan mucho con esto de “acercar la ópera a la gente de hoy” ¿Hay algo que te pueda alejar más de una historia que no entenderla por el desfase entre lo que ves y lo que escuchas? Mil veces se tragará un espectador naïve una producción realista del Met antes que estas basuras intectualizadas al extremo. Y por cierto,no entiendo la obsesión por Pasolini,quien no fue ni buena persona ni bien director.
Totalmente de acuerdo con que Tezier es difícil que no opaque a todo ese elenco. En Nápoles en Gioconda estuvo muy muy por encima de Netrebko (ni hablar de Kauffmann que daba grima)
Tosca y Pasolini ya se unieron junto a la Callas, y con mucho sentido, en la función que dirigió Rafael Villalobos para la Monnaie y el Liceu. Una puesta en escena que espantó a Alagna y señora, que se retiraron antes del estreno, para beneficio del público que pudimos disfrutar de Fabiano y Agresta
Bueno, en el Teatro Real , Rigoletto era mas o menos la misma historia.