Crítica: José Trigueros debuta con la OCNE. Sentido de las proporciones
ORQUESTA NACIONAL DE ESPAÑA (J. TRIGUEROS)
Sentido de las proporciones
Obras de Bartók y Mozart. Boris Giltburg, piano. Orquesta Nacional. Director: José Trigueros. Ciclo Descubre… Conozcamos los nombres 3. Auditorio Nacional, Madrid, 6 de febrero de 2022.
Un concierto que tenían que haber protagonizado, junto a La Nacional, el pianista Josu de Solaun y la directora Teresa Riveiro-Böhm, quienes por distintos motivos han debido ser sustituidos por los dos artistas arriba consignados. Ambos han desempeñado un buen papel en esta convocatoria que unía los nombres de Bartók y de Mozart representados por dos de sus obras más relevantes, presentadas en esta ocasión, como es costumbre, por un experto o experta.
La elegida para hacerlo este domingo ha sido la musicóloga e informadora de Radio Clásica Eva Sandoval, que con su fácil verbo y conocimiento ha analizado con didáctica claridad las dos composiciones, empleando bellas y alusivas proyecciones y haciendo que Orquesta y director tocaran breves fragmentos del “Concierto para piano nº 3” de Bartók y la “Sinfonía nº 29” de Mozart.
Trigueros, antiguo percusionista y actualmente director asociado de la Sinfónica de Galicia, ha mostrado muy convincentes modos: batuta ágil manejada con frecuentes movimientos circulares; gesto económico, persuasivo y elegante. Al servicio de concepciones muy lógicas y de un análisis que se adivina pormenorizado. Su acompañamiento en Bartók fue minucioso, siempre atento al solista, en este caso el moscovita de ascendencia israelí Boris Giltburg, que en 2002 fue segundo en el Concurso Paloma O’Shea de Santander.
En aquella ocasión tocó en la final justamente el “Tercero” de Bartók. Evidentemente, ha madurado y ha ofrecido une lectura límpida, bien articulada, de toque ligero pero firme, subrayando la sustancia folklórica con un sorprendente refinamiento expresivo, volando sobre el teclado, con momentos de rara exquisitez, así en la transición del desarrollo a la recapitulación del “Allegretto” inicial. Aplaudimos en el “Adagio religioso” –aquí poco religioso- el bello encaje piano-maderas y en el “Allegro vivace” la acentuación nítida de las síncopas y la reproducción segura y firme de las octavas. Solista y “tutti” cerraron perfectamente conjuntados una versión en la que lo agreste, lo vigoroso, lo racial fueron sustituidos por lo elegante, lo nítido y lo reconfortante. Giltburg regaló una delicada pieza de Scriabin.
Con una Nacional bien dispuesta y afinada, ahora reducida con buen criterio a un orgánico de 30 profesores, Trigueros abordó la obra mozartiana con un fraseo bien perfilado, de suaves contornos y dibujo a la acuarela, aunque el comienzo no tuviera la diafanidad requerida. Todo estuvo en su sitio sin intemperancias ni sobresaltos, puede que algo falto de impulso. El director dejó la batuta para subrayar la línea de canto y servir el delicado balanceo del “Andante” y cuidó especialmente la sonoridad de la danza que da forma al “Menuetto”. El “Allegro con spirito” se escuchó bien esculpido con su aire cinegético, pero siempre dentro de una mesura y unas hechuras alejadas de las líneas más firmes y aguerridas constitutivas de la estética de la corriente del “Sturm und Drang”. Por tanto, como recuerda Sandoval, “proporción, mesura, bonhomía y frescura de música galante”. Arturo Reverter
Últimos comentarios