Crítica: Concerto tutto Verdi. Apertura de temporada ABAO 22/23
El poder de una batuta
ABAO. Fecha: 17-IX-2022. Lugar: Palacio Euskalduna. Programa: fragmentos de las óperas ‘Macbeth’ (versión de 1865), ‘Il Trovatore’, Don Carlo’ (versión 1884), ‘Un Ballo in maschera’, Aida’, ‘Nabucco’ e ‘Himno de las Naciones”, de Giuseppe Verdi. Voces solistas: Daniela Barcellona (mezzosoprano), Giovanni Meoni (barítono), Angela Meade (Soprano), Sergio Escobar (tenor) y David Lagares (bajo). Coro: Ópera de Bilbao. Orquesta: Sinfónica de Bilbao. Director y concertador musical: Daniel Oren.
Cuántas veces se ha escrito por parte del autor de estas líneas que la bondad, grandeza, deficiencia o desastre de un concierto musical depende -casi en un alto porcentaje- de la maestría de la batuta que se aposenta sobre el pódium rector. Normalmente tal aserto siempre ha tenido un resultado cierto. En la presente ocasión la grandeza de la rectoría musical ofrecida, que abre la temporada lírica bilbaína de 2022 a 2023, ha sido de plena admiración ante su altísimo nivel, por la exigencia demostrada para con músicos, coro y voces solistas y por la expresividad manante desde las partituras trabajadas, vivificando en los sentimientos de cada uno de los espectadores.
El maestro israelí Daniel Oreen -veterano de complejas lides y afamado por su permanente alto grado de exigencia en el fiel y puntual cumplimiento de la partitura que tiene ante la vista, tocado con su kipá negra (en hebreo) o yarmulke (en idish) sobre la parte occipital de su cráneo., fue el indiscutible triunfador de la velada; y semejante éxito se trasmitió al resto de los participantes en modo inequívoco, cuando el programa presentado tuvo momentos de especial dificultad, como fue el ’Macbeth’ de 1865, dando a la sección de viento metal unas voluminosidades verdaderamente exquisitas como se constató en la fortaleza de la concertación presentada en la pieza que abrió la velada, exprimiendo -hasta la última gota de calidad- a la orquesta con la versión interpretativa que hizo del Ballo siguiente al Hechizo Mágico de Tre volte mia la gatta in fregola, que conforma la escena primera del acto III, logrando un bruñido muy poderoso, sin estridencias y eficaz, al sonido con el que moduló la sección de viento metal, junto con el marchamo ajustado y preciso a favor de la percusión. Pocas veces se podrá escuchar, este pasaje musical, en la esta versión macbethiana de 1865 con un tratamiento sonoro de similar potencia y elegancia. En muchas de las representaciones de esta ópera esta parte del ballet se suprime.
Por lo que entre bastidores se contó que al Coro de Opera de Bilbao (hijo adoptivo de la ABAO) Oren les dio candela -de la buena- hasta decir ¡basta!, repitiendo, precisando matices, buscando efectos de empastes adecuados en las cuerdas (la de sopranos estuvo soberbia), hasta conseguir los efectos deseados, lo cuales hicieron galanura en sus cinco intervenciones. En el coro de gitanos de ‘Il trovatore’, también conocido como ‘coro del yunque’, o ‘coro di zingari’, aunque en realidad su inicio es Vedi! Le fosche, ni un compás estuvo fuera de su sitio y la cuerda en Fa tuvo un valor notable en la masculinidad expresada.
En la escena del juicio y en la final, ambas de la ópera Aida, tanto cuando intervino desde el interno del hombro izquierdo (para el espectador), como cuando las voces graves masculinas salieron a escena junto al bajo David Lagares, ofrecieron un efecto especial de profundidad en el viaje hacia lo eterno de los dos amantes (Radamés y Aida), cantando Noi t’invochiam …Inmenso Fftá! Después de lo escuchado al coro, ya en las puertas del Va pensiero, sull’ale dorate, había la seguridad de que algo distinto, no habitual, nos iba a ofrecer la versión de don Daniel. Bien pensando que, desde su credo religioso y ante el canto de unos hebreos errantes por las orillas del Éufrates, seguro que un pellizco en su alma contenía unos sentimientos de especial espiritualidad y grandeza. ¡Y así fue! Tras los cinco primeros compases de la orquesta, muy contenida, el coro nos puso las neuronas en un puño, sobre todo observando como su canto iba acorde con la gestualidad corporal de Oren, quien había dejado la batuta sobre el atril y con sus manos, en ocasiones abriendo los brazos, orantes hacia las alturas, expreso toda su emotividad, haciendo sentir la expresiva vocalidad coral, en unas dicciones perfectas y llevándonos por auras de pura emoción. No es cursilería lo expresado. Al menos es mi verdad. El apianamiento final de la palabra ‘virtud’, no fue alargado en la forma que ahora se ha hecho costumbre, ¡no!, fue un diminuendo -muy afinado- progresivo dejando el hilo de voz justo y medido tal y como está escrito en la partitura del Genio de Roncole. Las palmas echaron chispas. Sí en soporte sonoro (Cd) pero nunca en directo creo que se haya escuchado en España la interpretación del verdiano Himno de las Naciones, cantata en un solo movimiento que resulto todo un acierto con una voces corales femeninas de lujo, escrito para conmemorar la Exposición Universal en Londres de 1862 (reinaba la prolífica reina Victoria), que incorpora Il Canto degli italiani (himno nacional de la república de Italia), La Marsellesa (himno nacional de la Republica de Francia) y God save the Queen (himno nacional del Reino Unido), acompañado por el cando solitario del “bardo’, según Verdi, el tenor Escobar, que fue casi tapado por el coro y orquesta, salvo en la antepenúltima frase.
Habiendo hecho un análisis de los tres pilares que sustentaron este especial y hermoso evento lirico (batuta, orquesta y coro), ha de darse una visión obligada -justo es- de los cinco cantantes solistas intervinientes. Daniela Barcellona es un prodigio de la naturaleza, que tan pronto puede meterse en la tesitura de contralto, como en la de alto. Su O don fatale de ‘Don Carlo’, cantado sin escena perdió efectividad expresiva, pero nunca calidad en la modulación y en color tímbrico de su voz, mucho mejor estuvo cuando la ‘faena’ tuvo mayor peso interpretando a la princesa egipcia Amneris, en Già i sacerdoti adunansi … Chi ti salva, sciagurate, en la antepenúltima escena del acto IV de ‘Aida’. Sigue siendo una voz de referencia internacional.
El barítono romano Giovani Meoni, que venía sustituyendo al previsto en un principio Claudio Sgura, no tuvo su noche más afortunada, pues en el compromiso de la patética aria de Eri tu che macchiavi quell’anima de ‘Un ballo in maschera’ su registro central tuvo determinadas irregularidades en la emisión lo que le impidió asegurase en registro grave y sobre todo el agudo, pese a mostrar buena sabiduría de técnica vocal para salir con correcto acierto del apuro. Sergio Escobar, toledano, lleva el camino a constituirse en un tenor spinto, como lo demostró en esta ocasión, con un registro agudo poderoso pero aún sin la anchura necesaria que seguro alcanzará, dado estar en una edad propicia para ello. Brillante y poderoso se mostró en el dúo con Angela Meade en La fatal pietra sovra me su chiuse … Morir! Si pura e bella … O terra, addio, ya que junto con la soprano de Washington nos regalaron un preciosísimo dúo, acudiendo ella a filar los agudos total brillo y perfecta audición, cual maestra que fue haciéndolo doña Montserrat Caballé, ¡nuestras Monserrat! No puede uno olvidarse del preciosismo arte canoro que Meade nos ofreció en Qui Radames Verrá … o patria mía. Manuel Cabrera.
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