Critica: Un Brahms bien paladeado
UN BRAHMS BIEN PALADEADO
Brahms: “Concierto para piano nº 1”. Beethoven: “Quinta Sinfonía”. Benjamin Grosvenor, piano. Orquesta Nacional. Director: Krzysztof Urbanski. Auditorio Nacional, 27 de abril de 2019.
Grosvenor (1992) es un joven y sorprendente pianista británico. No posee ni el fulgor ni el arrebato ultrarromántico de algunas luminarias del Este, sino que, curiosamente para su edad, muestra un flema muy propia de su origen. Está dotado de un muy pulcro mecanismo y de una interesante disposición para los reguladores a consecuencia de una variada y aquilatada pulsación y de un manejo del pedal de rara precisión. Su gama dinámica es muy ancha y su fraseo, modelado al máximo. Si a ello añadimos una satinada y limpia sonoridad no puede extrañar que nos haya ofrecido una viva, bien medida y expresiva interpretación del “Concierto nº 1” de Brahms.
Su entrada, después de la extensa introducción orquestal, “Maestoso”, dio ya la medida de sus posibilidades en cuanto a la forma de exponer los distintos episodios del movimiento. Muy lírico y cristalino, claro al principio, en una aproximación que marcó el curso del acercamiento, más próximo a lo cantable a lo poético que a lo dramático; algo que estableció una cierta dicotomía respecto a la colaboración de orquesta y director, más tendentes a lo moroso y prudentemente concentrado. Resplandecientes octavas, atacadas por Grosvenor con decisión, brío y precisión, y equilibrados y poderosos trinos, recreándose en la suerte. Un lirismo pausado, bien sostenido por la batuta, envolvió al “Adagio”, en el que el solista logró pianísimos muy expresivos.
Hubo impulso y animación en el “Rondó”, donde el teclado corrió con mucho orden sin dejar de ser enérgico y, episódicamente, alado, bien atendido desde el podio, en el que el polaco Urbanski (1982) se movió, como siempre, a sus anchas, con eléctrico gesto, nerviosa actitud y batuta flamígera, atento y cuidadoso respecto al solista. Luego nos brindó una “Sinfonía nº 5” de Beethoven –obra tan conocida y en realidad tan poco programada- de buena factura, seria construcción –incluidas las repeticiones prescritas- y reconocible impulso, donde la Nacional tocó muy aplicadamente, con especial mención al grupo de ocho contrabajos.
Hubo, es cierto, no pocas borrosidades, inexactitudes en ataques, faltas de nitidez en la dicción, apreciables sobre todo en el comienzo. El “crescendo” que conduce a la gran explosión del cuarto movimiento pudo estar mejor calibrado y medido y las texturas generales más clarificadas. Pero en conjunto la versión fue meritoria y así lo entendió el respetable. Arturo Reverter
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