OTELLO (G. VERDI)

Deutsche Oper de Berlín. 14 Junio 2019.

Hay que reconocer que este Otello era sobre el papel lo menos interesante de este viaje a Berlín, pero la verdad es que, a pesar de las bajas expectativas, la realidad ha sido decepcionante, ya que hemos asistido a una representación con una producción sin interés, una dirección musical plana y un reparto vocal insuficiente.

La producción escénica lleva la firma de Andreas Kriegenburg y es la que pudimos ver en el Liceu de Barcelona hace 3 años, habiéndose estrenado en la Deutsche Oper en Mayo de 2010. La verdad es que el trabajo de Kriegenburg más que rompedor es simplemente malo y aburrido. Kriegenburg sitúa la acción en tiempos actuales en un campo de refugiados, que ocupan toda una serie de camastros situados de arriba abajo en el fondo del escenario. La citada escenografía (Harald Thor) es única para toda la ópera, cambiando exclusivamente en el último acto y en el final del primero, que consiste en un gran lecho, que se sitúa en corbata delante de un telón. El vestuario (Andrea Schraad) resulta adecuado para la idea de Kriegenburg y bastante ramplón. Poco interés ofrece también la iluminación de Stefan Bolliger.

George Gagnidze y Russell Thomas

La verdad es que la idea del regista ofrece muy poco interés, resultando la producción aburrida y monótona, siendo particularmente criticable la dirección de escena en el último acto, que más parece adecuado para una ópera bufa. Algo parecido se puede decir de la escena de la llegada del embajador de Venecia, muy mal resuelta en la producción. En resumen, simplemente aburrida.

La dirección musical estuvo encomendada al italiano Paolo Arrivabeni y tampoco puedo decir que consiguiera levantar el vuelo. Otello es una ópera que requiere un gran director y, de no tenerlo, es difícil que funcione bien. Y así ha ocurrido en esta ocasión, en la que la dirección ha sido monótona y plana, ofreciendo lo mejor en el último acto de la ópera. Buenas las actuaciones de la Orquesta y del Coro de la Deutsche Oper Berlin.

El número de Otellos destacables siempre ha sido muy escaso y lo mismo ocurre ahora. Tengo que decir que el americano Russell Thomas no pertenece a ese grupo. La voz tiene cierta amplitud, pero el intérprete queda claramente por debajo, resultando insuficiente para un personaje tan complicado. Su canto es siempre de fuerza, sin matices y está apretado por arriba, lo que no ocurría hace 4 años, cuando fue Pollione en Valencia. Un Otello mediocre e insuficiente.

Guanqun Yu y Russell Thomas

Desdémona fue interpretada por la soprano china Guanqun Yu, quien lo hizo bien. Posee una voz atractiva y canta con cierto gusto, aunque tiene dificultades para poder transmitir emociones al ´público.

El barítono George Gagnidze tampoco resultó convincente en la parte de Iago. Es éste un personaje que requiere un gran intérprete y el georgiano ofreció poco interés, ya que su interpretación fue monótona y alejada de las sinuosidades y matices que requiere el personaje. La voz tiene amplitud, pero tampoco es muy atractiva y el intérprete deja que desear.

Lo hizo bien el tenor Attilio Glaser como Cassio, con voz adecuada y bien manejada. Sonoro el Ludovico de Ievgen Orlov. Correcta la Emilia de Ronnita Miller. Adecuado Burkhard Ulrich como Rodrigo. Correctos el Montano de Byung Gil Kim y el Heraldo de Bryan Murray.

Ronnita Miller y Guanqun Yu

El Teatro ofrecía una pobre entrada, que rondaría el 60 % de su aforo. El público se mostró cálido con los artistas en los saludos finales, siendo los mayores aplausos para GuanqunYu y George Gagnidze.

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 3 horas y 2 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 23 minutos. Siete minutos de aplausos.

El precio de la localidad más cara era de 98 euros, habiendo butacas de platea desde 32 euros. La localidad más barata costaba 22 euros. José M. Irurzun

Fotos: B. Stöss