Crítica: Un Requiem alemán. Para hacer unos dinerillos
ORFEÓN DONOSTIARRA. EIN DEUTSCHES REQUIEM
Para hacer unos dinerillos
Fecha: 17-I-2021. Lugar: Auditorio Kursaal. Programa: Ein Deutsches Requiem (Un réquiem alemán), opus 45, de Johannes Brahms. Voces solistas: Miren Urbieta-Vega (soprano), Jon Imanol Etxabe (barítono). Pianistas: Teodora Oprisor y Jon Urdampilleta. Coro: Orfeón Donostiarra. Pódium: José Antonio Sainz Alfaro.
Esto del bicho pandémico, el mortífero Covid-19 (que muta para un sitio, que muta para otro, que crea tensiones de vacunitis, y que cada político en su ‘casa’ hace lo que me viene en gana cual si fuera de acreditado virólogo), está llevando a la Cultura por la calle de la Amargura [perdón por el pareado que no ha sido preparado], hasta tal punto que negros nubarrones ya han llegado sobre el querido Orfeón Donostiarra. Se le han caído cuatro salidas al extranjero, más varios conciertos concertados por la Piel de Toro, deja de existir en la anterior edición de la Quincena Musical – ¡qué bochorno tan inexplicable! – y anda como el tuerto mendicante de “El lazarillo de Tormes” buscando sustancia/condumio para mantener una estructura ya afectada por un ERTE, que cuesta Dios y ayuda mantener. Para ello ha recurrido a constituirse en empresario recaudador, programando una serie de conciertos con títulos atractivos, que, a la vista del que aquí ahora se valora, tienen pronóstico de poco peso artístico. ¡Ojalá fallen los augurios!
A nadie se le ocurre acudir a un amanuense para otorgar una escritura pública de compraventa. Lo que se hace es ir a un notario. Dicho lo cual no es muy digerible que Sainz Alfaro, tan solo ante un piano a cuatro manos y ante su coro, se atreva a subirse a un podio para llevar -sin batuta y sin mascarilla- una pretendida dirección y concertación musical de la compleja grandiosidad orquestal que es el agnóstico Ein Deutsches Requiem, opus 45 de gran Brahms. Pero esto, aquí en Donostia, ya no nos coge de espanto, y con lo expuesto sobra cualquier otro comentario.
La rumana Oprisor y el donostiarra Urdampilleta -dos jóvenes promesas de importante talento- hicieron sobre el teclado compartido, hombro con hombro y ¡sin mascarilla!, una particular versión a cuatro manos de esta obra, cuyo resultado quedó en un discreto y segundo lugar, a la luz de cuadro orgánico orquestal diseñado por el compositor. La planicie sonora, resultó casi esteparia. Pero eso no es culpa suya. La responsabilidad está en quien diseña de tal modo el concierto, con una partitura de reducción para voces y piano. ¡Ay, Dios mío! No se puede vender 1 euro a 70 céntimos: siempre se pierde.
Miren Urbieta-Vega sigue en su línea de alta calidad, aunque en este caso la dicción del alemán dejó bastante que desear, pese a lo cual su voz enamora como fue el caso de Ihr habt nun Trauringkeit. Ya sé que los momentos son malos, pero Miren ha de empezar a moverse extra muroarum para ser debidamente valorada, como se merece, fuera del ambiente euskaldún. Jon Imanol Etxabe es un joven barítono, donostiarra, que en el terreno vocal del canto está verde sin poder, al oído de lo escuchado, despejar qué fruto va a dar; corta emisión, tesitura sin cuajar y quietud en la expresividad, ausencia de modulación. Le esperan, si pretende hacer algo serio, muchas horas de sacrificio, trabajo y, sobre todo, salir de aquí.
El Orfeón Donostiarra, que cantó permanentemente con mascarilla, lo que supone evidente merma en la emisión fónica, hizo un trabajo interesante sobre todo en la cuerda de tenores y en la de sopranos, ya que en la masculina de bajos y en la femenina de altos se aprecian evidentes carencias en color y en potencia (mucho hueco sin cubrir).
Desconozco el número de asistentes (con un máximo obligado de 400), con lo cual el cálculo de la recaudación por ‘el paso del cepillo’ tampoco es evaluable; pero si es cierto que quienes acudieron aplaudieron con ganas a la soprano y a su coro. Manuel Cabrera.
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